Es una de las primeras obras monumentales del artista antioqueño José Horacio Betancur, quien se distinguió por exaltar la cultura indígena a través de sus esculturas. Esta obra, instalada frente al teatro Pablo Tobón Uribe, pleno centro de la ciudad, una zona de gran actividad cultural, resalta las raíces nativas del pueblo colombiano al rendir homenaje a Bachué, considerada por la mitología como la diosa y maestra del pueblo Chibcha.
Cuenta la leyenda que Bachué salió caminando entre las aguas frías de la laguna de Iguaqué, cargando un pequeño niño entre sus brazos. El niño creció y terminó casándose con ella y tuvieron muchos hijos que ayudaron a poblar lo que hoy constituye la sábana de Bogotá. Bachué le enseñó a su pueblo la agricultura y el arte de los tejidos, entre otras labores. Cuando Bachué consideró que el mundo estaba lo suficientemente poblado, regresó a la laguna de Iguaqué, para desaparecer allí.
Pocos son los registros que existen sobre la vida y obra del escultor José María Agudelo, autor de este monumento, concebido para conmemorar los cien años del Alma Mater. Se trata de un conjunto escultórico que se compone de un cerramiento en reja de hierro, unido por ocho pináculos en concreto, que rodean un obelisco en bronce, mármol y granito, rematado por una circunferencia que representa el mundo y sobre ella un águila levantando vuelo.
Esta pieza escultórica se instaló en la Plazuela San Ignacio, un espacio urbano de gran vitalidad, y en cuyo entorno se destacan antiguas edificaciones. Justo al frente de una de ellas, que lleva el nombre de la plazuela y considerado patrimonio arquitectónico de la ciudad, se fundó el centro universitario en 1803. Su carácter estatal y sus logros académicos e investigativos hacen de esta institución de educación superior la más importante del la región y una de las más destacados del país.
El general Franciso de Paula Santander, a quien la historia de Colombia le concediera un lugar especial por su accionar, fue un destacado militar, laborioso estadísta y prócer de la Independencia. Nació en Villa del Rosario, Norte de Santander, el 2 de abril de 1792 y murió en Bogotá el 6 de mayo de 1840. Sus actuaciones en el campo de batalla durante la campaña libertadora le valieron el calificativo de “Organizador de la victoria”. Tras el truinfo del Ejército Patriota y nombrado como Vicepresidente de Colombia ante la ausencia de Simón Bolívar, Santander se consagró en sentar las bases de un Estado garantista, civilista, donde las leyes, y no la espada, fueran la guia de la vida social de los colombianos.
Su culto al orden jurídico y la Constitución Política como cartas de navegación del naciente país le granjearon arduas confrontaciones políticas, incluso, contra sus antiguos compañeros de armas, convencidos de la idea de un Estado unitario, donde un jefe de carácter vitalicio rigirera el destino de la Nación. Santander pasó de ser un admirado militar y un político controvertido a un hombre acusado de traición, degradado y condenado a la muerte en 1828, pena que fue sustituida por el destierro, gracias a la mediación de la Iglesia Católica. En 1832 regresó al pais para fungir como Presidente interino, cargo que ocupó hasta 1833. Santander fue uno de los principales impulsores de la educación pública, al odenar la creación de más de 20 grandes colegios y varias centros universitarios.
El autor de esta pieza escultórica, Bernardo Vieco, se formó inicialmente en la contaduría y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor. De sus obras se dice que “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”.
Francisco Antonio Cano, autor de esta obra, desde niño se inclinó por el arte. Es, sin duda, uno de los artistas más connotados de Antioquia y el país, no sólo por sus esculturas, sino por sus pinturas y dibujos. De sus viajes a Europa le quedó el gusto por el romanticismo francés. Entre sus obras legadas a la ciudad está la de Marceliano Velez, un descatado político nacido en Envigado el 18 de junio de 1832 y muerto en Medellín el 13 de abril de 1923. Militar, político, académico. Profesor y rector de la Universidad de Antioquia, secretario de la Legislatura de Antioquia, alcalde de Medellín, Senador de la República y Gobernador de Antioquia en cinco ocasiones. De filiación conservadora, fe católica e ideas republicanas.
Como militar, Vélez participó en varias de las guerras civiles que tuvieron lugar en el siglo XIX. Como político, impulsó varias obras como la construcción de puentes y carreteras; logró que el gobierno nacional autorizara la fundación en Medellin de la Escuela de Minas. Sus restos aún reposan en el Museo Cementerio San Pedro.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, Marco Tobón Mejía, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el marmol de sus pedestales. Así está concebida esta pieza, dedicada al general Jose María Córdova, destacado militar nacido en Concepción (Antioquia) el 8 de septiembre de 1799 y muerto en Santuario (Antioquia) el 17 de octubre de 1829. Ingresó a las filas del ejército patriota cuando aún era un adolescente. Participó en las campañas del Cauca de 1816; combatió con los ejércitos libertardores en Antioquia, El Valle del Magdalena y la Costa Atlántica. Su participación fue decisiva para que los patriotas se impusieran en la batalla de Pichincha. También tuvo una destacada actuación en las batallas de Junín y Ayacucho.
En 1828, Bolívar le encomendó la misión de someter la rebelión que desde el Cauca lideraban los generales López y Obando, cumpliendo a cabalidad con su misión. Fue retirado del servicio activo sin explicación alguna, hecho que motivó su furia a tal punto que decidió regresar a su natal Antioquia para declararse en rebeldía. Desde Bogotá enviaron tropas al mando del general Florencio O’leary para someterlo. El 17 de octubre de 1829, las tropas gobernistas y el grupo rebelde liderado por Córdoba chocaron en combate en Santuario, donde este último fue vencido y muerto a sablazos por el soldado irlandés Ruperto Hand. Quedó para la historia su famoso grito de batalla: “Soldados, armas a discreción y paso de vencedores”.
Oscar Rojas, alumno y seguidor del artista Jose Horacio Betancur, recibió también formación en Italia, pero su aprendizaje más profundo lo recibió de la marginalidad colombiana y de varios literatos connotados. En 2010, cuando cumplió 80 años, Rojas declaró: “el arte no es para estar en hoteles y oficinas, donde nadie pueda verlas”, reivincando así el espacio urbano.
En esta pieza de arte, instalada en el tradicional Parque de Boston, le hace un homenaje a Carlos Castro Saavedra, poeta y escritor (Medellin, 10 de agosto de 1924- abril 3 de 1989), considerado el “escritor de la violencia”, pues sus versos reflejaron la realidad social, la muerte, la melancolía y el dolor, así como la vida problemática del hombre en su cotidianidad, pero siempre con sencillez extraordinaria y dejando fluir en sus textos un halo de esperanza hacia una mejor vida. El escritor recibió múltiples reconocimientos en vida, entre ellos, el premio Germán Saldarriaga del Valle. Su legado, así como su memoria, continúan vigentes gracias a las actividades que desarrolla la Fundación Carlos Castro Saavedra, creada en Medellin tras la muerte del poeta, con el fin de fomentar la creación literaria y la poesía.
Instalado en uno de los parques con mayor vitalidad del centro de Medellín, y que le dio su nombre (Parque del Periodista), la figura de Manuel Del Socorro Rodríguez se instaló allí por iniciativa de varios periodistas locales, en homenaje a este ciudadano cubano, nacido en Bayamo (Cuba) el 3 de abril de 1756 y muerto en Bogotá el 2 de mayo de 1819, y quien llegara al Reino de la Nueva Granada como bibliotecario.
Rodríguez fue el fundador de los primeros periódicos que circularon en el país, aspecto que le valió el apelativo del “Padre del periodismo colombiano”. Entre éstos figuran el “Papel periódico de Santafé”, que comenzó a circular el 19 de febrero de 1791; el “Redactor Americano”, que vio la luz en 1806; y la “Constitución Feliz”, que comenzó a circular en 1810. También fue un prolífico poeta, y de ello dan cuenta sus obras “Antología o colección de epigramas sobre todo género de asuntos, literarios como políticos y morales” y “La historia del convento de la enseñanza”. Colaboró, así mismo, con la causa patriota.
San Juan Bosco, fue un sacerdote italiano (Becchi, 1815 – Turín, 1888), llamado popularmente Don Bosco. Su niñez estuvo llena de carencias, razón por la cual trabajó desde muy pequeño para ayudar a su familia, luego de la muerte de su padre. La leyenda cuenta que aprendió a leer en cuatro semanas. Su carrera sacerdotal también tuvo grandes obstáculos, pues debía caminar todos los días cerca de diez kilómetros (a veces descalzo, para evitar el desgaste de sus zapatos) rumbo al liceo de Chieri, donde adelantó sus estudios.
Con el fin de pagar lo relativo a su formación, trabajó en toda clase de oficios. Ordenado en 1841, su mayor precupación, dada su historia personal, fueron los niños pobres, y especialmente sus dificultades para educarse. Un año después de su ordenación, fundó el Oratorio de San Francisco de Sales; en 1851; y sentó las bases de la Congregación de los sacerdotes de San Francisco de Sales, conocidos también como Salesianos, y también de su rama femenina, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora. Ambas instituciones se dedicaron a la enseñanza de los niños pobres (a los que se formaba en diversos oficios y en la vida cristiana). Estos se desarrollaron con rapidez en diversas regiones del mundo, entre ellas Medellín, donde se le rinde especial homenaje a través de una escultura instalada en la Plazuela de la Independencia. Se desconoce el autor de la obra.
Sobre una base hexagonal llena de tierra en lo que, supuestamente, sería el depósito de agua, dándole sentido a su uso como fuente, reposa una pila cuadrada de dos niveles; en el primero, se incrustaron cuatro recipientes en los que se ha intentado sembrar algún tipo de arbusto, sin mayores resultados; y en el segundo, una especie de copa cuadrada.
Situada en el extremo norte del separador central de la calle conocida como El Palo, y en las inmediaciones del Colegio María Auxiliadora, en la Plazuela de La Independencia, esta fuente se funde en el entorno urbano y pasa inadvertida como obra de arte para los transeúntes, sólo se repara en ella por su lamentable deterioro. Se desconoce quién fue su autor.
Tomás Cipriano de Mosquera nació en Popayán, el 26 de septiembre de 1795 y murió en Los Coconucos, Cauca, el 7 de octubre de 1878. Miembro de una de las más tradicionales, acaudaladas y poderosas familias caucanas, fue el sexto de diez hermanos, entre quienes se destacan Joaquín María, quien sucedió a Bolívar en la presidencia de la Gran Colombia; Manuel María, reconocido diplomático y Manuel José, el segundo arzobispo de Colombia. Se enroló muy joven en las filas del ejército y fue uno de los principales colaboradores de Simón Bolívar.
Mosquera tuvo destacadas actuaciones en el campo de batalla. Recordados son sus triunfos en las batallas de Volador (1822) y Barbacoas (1824). En esta última recibió un balazo en la mandíbula que le obligó a viajar a Estados Unidos para que le realizaran un implante. Su cercanía al Libertador le valió ser nombrado como ministro Plenipotenciario ante los gobiernos de Chile, Perú y Boliva. Ingresó a la política y concurrió a la Cámara de Representantes en 1834, 1835 y 1836. Fue elegido mediante voto popular para ejercer la presidencia entre 1845 y 1849. Lideró el alzamiento de los liberales de 1860, que terminó con el derrocamiento del presidente Mariano Ospina Rodríguez. Instaló la convención de Rionegro en 1863, donde se redactó la Constitución que creó los Estados Unidos de Colombia. Ocupó en cuatro ocasiones diferentes la presidencia de la República.
El artista italiano Pietro Tenerani, a quien se le atribuye esta obra, se destacó en el siglo XIX por su propuesta de esculturas conmemorativas no sólo en Colombia, también en varios países de América Latina tras consolidarse la independencia de las naciones. Se le considera el primer escultor del libertador Simón Bolívar. A Colombia llegó justo por invitación de Mosquera.
El General Francisco Antonio Zea, cientíico, político, periodista y diplomático, nació en Medellín el 12 de noviembre de 1766 y murió en Bath, cerca de Londres, el 22 de noviembre de 1822. Integró la Expedición Botánica. Al ser desterrado del país en 1794, se radicó en España, donde fungió como director del Jardín Botánico de Madrid. Mientras ejercía dicho cargo publicó las obras: “Semanario de agricultura y artes”, que se convirtió en su momento en uno de los principales órganos de difusión de la ilustración española. Allí publicaron los más relevantes científicos e ingenieros españoles y europeos, textos sobre las últimas teorias en torno a la agricultura, las artesanías y otros usos domésticos cotidianos. En 1815 salió de España y se radicó en Jamaica, donde se unió a la causa patriota. Bolívar lo nombró en imporantes cargos administrativos, entre los que se cuenta haber sido el administrador de los recursos del ejército libertador.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
Atanasio Girardot (1791-1813), conocido también como el Héroe del Bárbula, tuvo una importante relevancia para la historia de Colombia a pesar de su corta vida: en 1810 se graduó como abogado y fue reconocido como Teniente del Batallón Auxiliar de Santafé; luego de haber combatido, durante el gobierno de Antonio Nariño en la provincia de Cundinamarca, fue ascendido a Capitán. Sin embargo, más adelante, en la lucha de sometimiento a las provincias federalistas de Tunja y el Socorro, decidió cambiar súbitamente de bando y apoyar la causa de Simón Bolívar, en la que comandaría varios batallones que ocuparon Mérida, Trujillo, Barinas y Nutrias, en Venezuela. En Apure, se encargó de la retaguardia durante el avance de Bolívar hacia Caracas, alcanzándolo cerca del cerro Bárbula, sitio donde tuvo fuertes batallas en contra del ejército realista. El 30 de septiembre de 1813 murió en combate envuelto en la bandera republicana.
La obra fue legada a la ciudad por Francisco Antonio Cano, quien desde niño se inclinó por el arte hasta ser uno de los artistas más connotados de Antioquia y el país, no solo por sus esculturas, sino también por sus pinturas y dibujos. De sus viajes a Europa le quedó el gusto por el romanticismo francés.
Nada se sabe del artista que construyó la fuente que reposa en el centro de la Plazoleta de La Veracruz, uno de los sitios más antiguos del centro de Medellín. El templo que le da su nombre es una joya arquitectónica de 1682. Elaborada en piedra oscura y porosa, la misma que se utilizó para construir la iglesia y las columnas que la rodean, se integra perfectamente a la plazoleta, reforzando el aire de antigüedad que tiene en su conjunto esta zona de la ciudad.
Esta obra, instalada allí en 1968, ofrece una gran paradoja urbana: anónima en su creación, es una de las más referenciadas del sector, dado que es un punto de encuentro de cientos de ciudadanos que se convocan allí y de decenas de trabajadoras sexuales que se apropiaron del lugar desde hace varias décadas para acordar allí con sus clientes los furtivos encuentros. Una de sus particularidades es que si bien es referenciada como “fuente”, nunca ha tenido agua.
Rafael Uribe Uribe, insigne personaje, nacido en Valparaíso, Antioquia, el 12 de abril de 1859. Siempre al servicio de las ideas liberales, se destacó como uno de los grandes líderes rebeldes de Colombia. Combatió en varias guerras civiles: en la de 1876, en la defensa del gobierno radical de Aquileo Parra; en la de 1885, en contra del gobierno del conservador Rafael Nuñez; en la de 1895, bajo el mando del general Siervo Sarmiento y fue uno de los comandantes del ejército rebelde que combatió en la llamada Guerra de los Mil Días, un largo y sangriento conflicto que devastó al país entre 1899 y 1902.
Tras aceptar su derrota, Uribe Uribe se convirtió en el jefe único del Partido Liberal. Su vida como militar la combinó con su faceta como escritor, académico y diplomático. Entre sus principales obras figuran: “Ensayos sobre cuestiones teológicas y los partidos políticos en Colombia”; “Reducción de salvajes”; “Torrefacción y venta de café”. El 15 de octubre de 1914, mientras ingresaba a las instalaciones del Congreso de la República, fue brutalmente atacado por dos hombres, quienes con golpes de hacha le produjeron la muerte.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
Esta fuente, que dejó de verter agua hace ya varias décadas, es una obra situada en el atrio de la Iglesía de San José, templo católico construido en 1646, uno de las más aintiguos del centro de la ciudad. Sobre la pileta, instalada en 1902 hay varias discusiones entre especialistas en el tema. La obra original es del artista antioqueño Francisco Antonio Cano, uno de los escultores más representativos del país, pero se cree que ésta se perdió y en su reemplazo se construyó una similar, a cargo del maestro Oscar Rojas.
Sea original o no, esta fuente seca es uno de los puntos de encuentro que tienen los ciudadanos, sobre todo porque su ubicación es bastante central: la Avenida Oriental con la calle Ayacucho, vía sobre la cual rueda el tranvía. Por momentos, es tal la afluencia de gente y de vehículos que la obra se pierde en esa nube urbana.
Alumno y seguidor de Jose Horacio Betancur, el escultor antioqueño Oscar Rojas recibió también formación en Italia, pero su aprendizaje más profundo lo encontró en la marginalidad colombiana. En 2010, cuando cumplió 80 años, declaró: “el arte no es para estar en hoteles y oficinas, donde nadie pueda verlo”, reivincando así el espacio urbano. En esta obra exaltó a Jorge Eliécer Gaitán, cuyo busto reposa en uno de los puntos más transitados del centro de la ciudad, la Avenida Oriental con la Calle Colombia, y que le da nombre a la avenida (aunque la gente la reconoce más como la Avenida Oriental).
Rojas le hace un homenaje a este abogado y político, nacido en Bogotá el 26 de enero de 1903. Fue alcalde de Bogotá y titular de las carteras de Educacion Nacional y Trabajo. Reconocido por su capacidad oratoria, Gaitán promovió grandes debates en el Congreso de la República y en la plaza pública tendientes a jalonar profundas reformas que favorecieran a las clases menos favorecidas. Tras salir derrotado en las elecciones presidenciales de 1946, creó dentro del partido Liberal el Movimiento de Restauración Moral, que a la postre lo llevó a asumir la jefatura única de esta colectividad.
Con el apoyo de los liberales y de un amplio sector de las clases populares, Gaitán se propuso conquistar la Presidencia de la República en las elecciones de 1950, pero fue asesinado el 9 de abril de 1948. Su muerte provocó una gran revuelta nacional que luego se conocería como “El Bogotazo”, lo que derivó en una intensa violencia partidista que se mantuvo durante varios años y a la que le atribuyen el germen de la confrontación armada que marcara la historia reciente de Colombia.
No hay registros concretos que indiquen cómo llegó el escultor argentino Orlando Stagnaro a Medellín. Nacido en Buenos Aires en 1895 y sin gran formación académica, se destacó por aplicar la técnica del retrato, que supo llevar a la escultura. En uno de los cruces de mayor tránsito de la ciudad, Avenida Oriental con Echeverry, resposa una de sus obras, que no debe ser coincidencia, reproduce la figura de José De San Martín, aquel que con sus gestas militares ayudaría a liberar a Chile, Argentina y Perú del dominio español.
San Martín nació en la provincia de Corrientes, Argentina, el 25 de febrero de 1778, en el seno de una familia blanca y aristocrática que decidió regresar a España a finales del siglo XVIII. En el viejo continente, San Martín ingresó al ejército español, donde su arrojo y valentía le valieron múltiples ascensos y distinciones. Pero fue también en Europa donde el brillante militar conoció las ideas propagadas luego de la Revolución Francesa, al punto que pidió la baja de las tropas españolas para cruzar el Atlántico y emprender la misión de liberar los pueblos de América del Sur de la tiranía española. Así, en enero de 1817, inició la que ha sido considerada la mayor gesta militar del continente americano: el cruce de la cordillera de los Andes, cuyos resultados victoriosos contra las tropas realistas terminaron dándole la independencia a Chile y Perú. Después de alcanzar la gloria en el campo de batalla, San Martín renunció al poder político y paulatinamente fue desapareciendo de la escena pública. Murió el 17 de agosto de 1850, en Boulogne-sur-mer, Francia.
En este ícono de la ciudad, instalado en el corazón de la ciudad en la segunda década del siglo XX, participaron tres artistas: 1) Giovanni Anderlini, quien concibió la figura; Eugenio Maccagnani, quien fundió la obra; y el arquitecto belga Agustín Goovaerts, quien trabajó en el pedestal. Su obra le dio nombre al emblemático Parque de Bolívar, un homenaje al libertador, nacido en Caracas, Venezuela, el 24 de julio de 1783. Descendiente de una aristocrática familia vizcaína, que llegó a las colonias españolas de América en el último cuarto del siglo XVI, terminó por convertirse en el más grande militar de la causa americana. No en vano la historia le confirió el título de “El Libertador”, al comandar los ejércitos que lograron derrotar y expulsar a las tropas españolas de Colombia, en la batalla de Boyacá (1819), Venezuela, en la batalla de Carabobo (1822) y Ecuador, en la batalla de Pichincha (1822).
Junto al general José de San Martín liberaron a Perú, en la batalla de Junín (1824). La victoria de los patriotas en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, significó el fin del dominio administrativo español sobre sus colonias en América del Sur, y el inicio del gran sueño de Bolívar: la creación de una supranación llamada Grancolombia, integrada por los países liberados por él. Tras la campaña libertadora, Bolívar tuvo que enfrentar levantamientos, rebeliones y atentados contra su vida que terminaron por frustrar su idea de un estado panamericano. Cansado de las intrigas políticas en los nacientes estados americanos, acorralado por sus enemigos políticos y afectado por una delicada enfermedad pulmonar, la muerte lo sorprendería el 17 de diciembre de 1830, en la Quinta San Pedro Alejandrino, cerca de la ciudad de Santa Marta.
Si hay una obra que confronte la violencia urbana de manera categórica y sin ambigüedades es esta obra de Fernando Botero, instalada en el Parque San Antonio como un símbolo de la fortaleza de una ciudad que se repone constantemente de sus adversidades.
La obra es una réplica exacta a la que fue destruida el 10 de junio de 1995 por un ataque dinamitero indiscriminado que dejó 22 personas muertas y por lo menos otras cien heridas y del cual aún se desconocen los responsables. Fue entregada a la ciudad el 31 de enero de 2000 como una manera de reparar a las víctimas y de manifestarse en contra de los autores del atentado, y por solicitud expresa de Botero fue ubicada al lado de la que fue destruida, como muestra de rechazo a la violencia y en representación de un nuevo comienzo.
Durante la entrega de la obra, el artista anunció que donaría, además, 14 esculturas monumentales que serían instaladas en el sector de la Plazuela de la Veracruz y los alrededores del Museo de Antioquia, tal como a la postre sucedió.
Esta obra hace parte de las primeras donaciones del escultor Fernando Botero a la ciudad. Fue traída en 1994. Inicialmente se concibió la idea de instalarla a un lado del Torso Femenino, mejor conocida como “La Gorda de Botero”, ubicada en el costado noroccidental del Banco de la República, en pleno centro de Medellín.
No obstante, luego de conocer el renovado Parque de San Antonio, el artista decidió que ese era el lugar para situar su Torso. Fue ubicado en el costado sur, de frente hacia el norte, y tiene en su perspectiva visual otro ícono urbano: el Edificio Coltejer.
Fiel a su propuesta estética de gran volumen sobre la figura humana, la escultura representa un torso masculino tomado desde la zona media de las piernas hasta el cuello y sin brazos. Resaltan los músculos del pecho, abdominales y piernas. Junto a otras 478 obras, fue declarada Bien de Interés Cultural del ámbito nacional en abril de 2012 por el Ministerio de Cultura.
Por su gran tamaño, la Puerta de San Antonio es una de las esculturas más visibles de la Avenida Oriental, el eje vial que atraviesa el centro de la ciudad. Instalada en el costado nororiental del Parque San Antonio, y rodeada por la intensa actividad comercial y de tránsito, fue concebida como una invitación a recorrer este gran espacio urbano, por donde circulan diariamente miles de personas.
Esta obra escultórica, que combina ángulos rectos con una torsión circular, es considerada una de la más importantes construidas por el artista antioqueño Ronny Vayda. De acuerdo con el escultor, muchas de sus obras públicas: “tienen torsiones y forman figuras que pueden parecer amorfas, pero todas están dictadas por la geometría euclidiana”.
En su placa, la obra es descrita como una representación del “movimiento, la continuidad, la solidez y la trascendencia” y sobre ella, el crítico de arte Germán Rubiano Caballero escribió: “Está construida en un amplio marco y una extensa curva anudada que relaciona los dos elementos verticales. Realmente imponente, La puerta se yergue como símbolo de pujanza y desarrollo, recuerda los portones de la arquitectura tradicional de Antioquia”.
Pedro Justo Berrío fue un líder conservador antioqueño del siglo XIX, reconocido por sus dotes políticas, militares y educativas. Fue proclamado presidente del Estado Soberano de Antioquia entre 1864 y 1873. Durante su mandato, la construcción de caminos y la educación fueron muy importantes. Fue considerado el precursor del ferrocarril, al impulsar la construcción del camino carreteable entre Medellín y el Río Magdalena.
En cuanto al mejoramiento del aparato educativo, Berrío implementó diversas medidas: amplió la cobertura escolar al fortalecer la educación para los sectores pobres, realizó mejoras en los locales de escuelas que fueron utilizados como cuarteles en tiempos de guerra, incentivó la creación de escuelas gratuitas en los municipios y destinó buena parte del gasto público en el sostenimiento de las escuelas primarias y secundarias.
La obra, del escultor italiano Giovanni Anderlini, le da en cierta medida, el nombre a uno de los principales parques de la ciudad, conocido como el Parque de Berrío, y en cuyos alrededores se encuentran el Banco de la República, una de las principales estaciones del Metro y la catedral Nuestra Señora de la Candelaria. La escultura del insigne personaje siempre está rodeada de decenas de personas que no sólo transitan por el lugar, sino que lo ocupan, ofreciendo una imagen de intensa actividad, de día y de noche.
El Cacique Nutibara fue un bravo guerrero indígena que opuso fuerte resistencia a los conquistadores españoles en la Serranía de Abibe, un enclave montañoso del Urabá antioqueño que lleva al océano Atlántico. En esas luchas perdió a su hermano Quinunchú, lo que debilitó su ejército y favoreció el avance de los ibéricos, quienes buscaban el oro de aquellas tierras. Ante el temor de verse sometidos tras la muerte del Cacique Nutibara en combate, los nativos decidieron ahorcasen en medio de la selva.
Esta obra es de Pedro Nel Gómez (1899-1984), pintor, muralista, escultor, ingeniero civil, arquitecto y urbanista antioqueño. Formado en escuelas de Italia, Francia y Holanda desarrolló una obra sin igual que no sólo se ve plasmada en esculturas, sino también en murales. Sus temas recurrentes son la extracción del oro y los mitos y las leyendas; de ahí que haya pensado en destacar a este indígena rebelde, que le da nombre a una de las plazoletas más icónicas de la ciudad.
Pedro José Berrío (1865-1950) fue un político de filiación conservadora. Es descrito como militar, político y comerciante. Su participación en la guerra civil de 1895, hizo que el presidente Rafael Reyes le otorgara el grado de General. En la llamada Guerra de los Mil Días (1899-1902) se desempeñó como jefe de las fuerzas militares en Antioquia. Fue gobernador de este Departamento en tres oportunidades, entre 1912 y 1929.
Su compromiso con el Departamento lo llevó a rechazar el cargo de Ministro de Guerra que le ofrecieran desde Bogotá. Tal decisión fue elogiada por el diario El Colombiano, uno de los más importantes de la ciudad y el país, en un comentario editorial, fechado el 20 de diciembre de 1915: “El General Pedro José Berrío, digno hijo de su padre, Pedro Justo Berrío, ha demostrado serenidad y arrojo en los campos de batalla y con valor, energía y probidad ha representado a su pueblo en los Cuerpos Legislativos de la nación. Ahora, cuando por segunda vez desempeñaba el alto puesto de Gobernador de Antioquia, fue designado para colocarse al frente del Ministerio de Guerra. Sin embargo, de manera respetuosa declinó este ofrecimiento pues su anhelo y el nuestro es que siga rigiendo los destinos de nuestro departamento”. Se desconoce el autor de esta obra.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, característica que lo ha consagrado como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. Prueba de ello es esta obra monumental, de 38 metros de longitud, ubicada en la plazoleta principal del Centro Administrativo La Alpujarra, desde donde se rigen los destinos locales y regionales. La obra es definida como: “una historia de los pueblos conquistados: su pasado, su religión, su concepción con la elevación y la evolución de su trabajo. Todo ello, está coronado con la muerte”.
En la ceremonia de inauguración, el 31 de mayo de 1988, Arenas expresó: “Nos toca inaugurar este monumento a Antioquia en momentos aciagos de inmenso, intenso y extenso dolor; momentos en que la patria se va desmembrando, se va mutilando inexorablemente, sumergida en la destrucción y el canibalismo”, haciendo alusión tácita a la guerra que el narcotráfico había desatado contra la ciudad y el país en aquellas épocas. El escultor dedicó su obra a la memoria del maestro Pedro Nel Gómez y a la vida del poeta Carlos Castro Saavedra. En su base yacen parte de las cenizas del maestro antioqueño.
Francisco Javier Cisneros, insigne ingeniero civil cubano que, participó en la construcción de los ferrocarriles de Cuba y en las guerras de independencia en el siglo XIX. A finales de 1873 lo llamó el gobierno de Antioquia para participar en la construcción del ferrocarril del departamento; aunque no se desvinculó de la vida política en Cuba, en 1874, luego de aprobada su propuesta, comenzaron las obras. A pesar de los avances, la obra se vio interrumpida por la guerra civil de 1884-1885, que dejara el proyecto sin recursos económicos. Cisneros decidió abandonar su obra más preciada y en noviembre de 1885, con un total de 48 kilómetros ejecutados, dio por terminado su trabajo. Su huella quedaría igualmente plasmada en los ferrocarriles del Cauca, Girardot, La Dorada y Bolívar; así como en el muelle de Puerto Colombia y en el tranvía de Barranquilla.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, instalada en la antigua estación central del Ferrocarril de Antioquia, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
El Barrio Corazón de Jesús, mejor conocido como ‘Barrio Triste’, es una populosa zona de la ciudad, donde se desarrolló de manera paulatina el centro de venta de repuestos y servicios para automotores más grande de Medellín. En total, lo componen 33 manzanas, localizadas entre la Avenida del Ferrocarril, la Avenida del Rio, la Calle San Juan y la Calle Colombia. Justo allí, y como un homenaje a quienes laboran en el sector, el artista panameño Justo Arosemena concibió esta obra, que le da continuidad a sus reflexiones estéticas sobre los oficios básicos de la gente.
Cada detalle de la escultura es una fiel representación de las labores que rodean el servicio automotriz, razón por la cual se convirtió de inmediato, en un referente para todos aquellos que se dedican a la mecánica. La apropiación de los vecinos los llevó a ponerle apodos al personaje esculpido y a asociarlo con históricos mecánicos del sector.
León Arango Paucar (1936-1990) fue un político antioqueño que transitó por el Concejo de la ciudad y el Congreso de la República en representación del Partido Liberal. Como concejal, fue uno de los impulsores en 1977, de la creación de una empresa pública, constituida por el Departamento de Antioquia y el Municipio de Medellín, para planear, diseñar, construir y operar el tren metropolitano en el Valle de Aburrá, de donde surgiría el Metro de Medellín, uno de los íconos de la ciudad.
Esta pieza escultórica, instalada en los alrededores del Centro Administrativo La Alpujarra, se complementa con una inscripción que reproduce la carta de despedida enviada a su jefe político y amigo personal, William Jaramillo Gómez, el 14 de agosto de 1990. En ella se lee: “Al despedirme de manera definitiva, lo hago con la tristeza inmensa de que Colombia y Antioquia aun no hayan podido alcanzar la madurez suficiente para desentrañar cuáles hombres realmente la quieren y cuáles la usufructúan para su provecho particular o enriquecimiento personal. Es como si el futuro de Colombia estuviera fincado en Higuita jugando contra Camerún. No se persigue un fin altruista sino el enriquecimiento sin causa en medio de la lenidad, nacimos, Dr. Jaramillo, en una época totalmente distinta a nuestra concepción fundamental de los valores del hombre.
Muero con la angustia de que eso, por ahora no se pueda cambiar. Pero me tranquiliza saber que nunca los superficiales, los banales y quienes buscan su enriquecimiento o su fama, han podido en la historia de la humanidad prevalecer por encima del interés general. Me llevo el inmenso orgullo de haber trabajado con un hombre como usted de quien, además, conté con el privilegio de su amistad personal”.
La obra es del escultor caldense Jorge Vélez Correa, formado en Filosofía y Letras, quien recibió gran parte de sus influencia de la obra del artista francés Auguste Rodin, mirada que puso en práctica, inicialmente, en el taller del maestro Rodrigo Arenas Betancourt y luego, en el que abriera a nombre propio.
Esta obra, de un profundo carácter urbano, representa uno de los oficios tradicionales que se desarrollan en los alrederores y dentro de la Plaza Minorista; sí, el del carretillero, un informal transportador que cuenta con un pequeño vehículo de dos ruedas para cargar cuanta cosa pueda, siempre y cuando sus fuerzas se lo permitan, pues es un elemento de tracción humana.
La obra escultórica, realizada por la artista bogotana Janeth Reyes Rivera, se destaca por sus detalles realistas. La pieza está construida en tamaño natural. El centro es un carretillero, de apariencia campesina, como lo sugieren sus accesorios: sombrero, carriel y alpargatas, que está sentado en la carretilla, su herramienta de trabajo, a la espera de un nuevo servicio. Su instalación no pudo ser más significativa: cerca a la Minorista, un centro de comercio al por mayor y al menudeo que convoca a miles de personas diariamente y, por supuesto, a decenas de carretilleros, prestos a transportar lo que el cliente quiera.
El artista Edgar Gamboa Velásquez proviene de los barrios que alguna vez fueron periféricos, pero que actualmente se integraron al desarrollo de la ciudad. Es conocido como el “Escultor de Campo Valdés” y se proclama como alumno del maestro Justo Arosemena. El monumento a Los Niños De Villatina, fue erigido en memoria de los nueve jóvenes asesinados en el barrio Villatina de Medellín la noche del 15 de noviembre de 1992 por agentes de seguridad del Estado. En la obra se puede observar a una niña que baila, a otro niño que juega con un balón, a otro escuchando música en una grabadora, una bicicleta y a otro niño que lee aparte, sentado en una banca. El espacio que los contiene es un carrusel que conforma un globo.
El monumento hace parte de las acciones de reparación en favor de las víctimas que debió realizar el Estado colombiano después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo hallara responsable de este hecho. Fue instalado en el populoso Parque del Periodista, donde los visitantes se han apropiado de una manera curiosa de la obra: es usada como lugar de encuentro y conversación de cientos de jóvenes que confluyen allí durante el día y la noche.
La realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que representa a uno de los personajes más icónicos no sólo de Medellín sino de cualquier ciudad de América Latina: la vendedora de dulces y cigarrillos. Mujer madura, de contextura gruesa, con rastros faciales fuertes moldeados bajo el sol y el agua, resultado de su labor callejera. En la mano derecha lleva un bastón, junto al cuello la caja con sus productos y en su mano izquierda unos dulces que ofrece a los transeúntes. Su tamaño natural le imprime un fuerte realismo.
La particularidad de la realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que rinde homenaje a una de las labores más reconocidas en las urbes desde el siglo XIX y que pese a tanta modernidad, perdura en el tiempo: el lustrabotas. Siempre conversador, siempre amable, interesado en las vivencias de su cliente de turno. El realismo de esta obra invita al transeúnte a sentarse y esperar que este personaje saque de la caja el betún y escriba otro fragmento de su vida en los zapatos del cliente.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en el vecino municipio de Itagüí en 1944, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido por ser uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Entre ellas se encuentra Renacer, una fuente instalada en la sede el Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Es una alegoría a la familia campesina que retorna al campo, a sus tierras, para permitirse un nuevo amanecer, para sentir de nuevo la vida. Papá, mamá, hijo e hija, rodeados de montañas, bañados por un sol metálico y en constante contacto con el agua, permite entender que la obra va más allá de un simple paisaje para encarnar la historia propia de los habitantes del campo colombiano.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas: “… el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano se puede establecer que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela de arte en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica se concentró en personajes históricos y de relevancia nacional, entre ellos Guillermo Gaviria Correa, el gobernador de Antioquia secuestrado junto con su Asesor de Paz, Gilberto Echeverri Mejía, el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia.
Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad contra el secuestro. La obra fue instalada en uno de los pasillos de la sede del Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Con posterioridad, el busto fue intervenido por el artista bogotano Miller Lagos, quien le añadió brazos y piernas.
De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano se puede establecer que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela de arte en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica se concentró en personajes históricos y de relevancia nacional, entre ellos el Asesor de Paz Gilberto Echeverri Mejía, secuestrado junto con el gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria Correa, el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia.
Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad contra el secuestro. La obra fue instalada en uno de los pasillos de la sede del Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Con posterioridad, el busto fue intervenido por el artista bogotano Miller Lagos, quien le añadió brazos y piernas.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. El Desafío de la Raza es un claro ejemplo de ello. Construida en concreto y bronce, mide en total 18 metros y en ella se exalta al pueblo americano, sus luchas y sus hazañas. Fue instalada en el costado suroriental del Parque Berrío, justo frente a la entrada principal del Banco Popular. Su altura no es excusa para que visitantes y transeúntes no se fijen en ella.
Don Juan del Corral Carriazo, es un personaje histórico de la vida nacional que nació en Mompox el 23 de junio de 1778 y murió en Rionegro en 1814. Durante la Primera República jugó un papel determinante al declarar el 11 de agosto de 1813, la independencia absoluta de Antioquia, para lo cual le dieron todas las facultades necesarias al nombrarlo Presidente Dictador de la Provincia de Antioquia. Así mismo, fue quien concedió el título de ciudades a Medellín y a Marinilla, y aprobó la libertad de vientres de esclavos, promulgada por los legisladores antioqueños. El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa.
El autor de esta pieza escultórica, Bernando Vieco, se formó inicialmente en la contaduria y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor. De sus obras se dice que: “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”. La obra fue instalada en la parte baja de la Estación Prado del Metro, un populoso sector del centro de la ciudad.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás.
Esta obra está ubicada en uno de los lugares más centrales de la ciudad de Medellín, el extremo sur del Parque Berrio; en una de las esquinas del Banco de la República. La llegada a la ciudad y su instalación, en septiembre de 1986, abrió la puerta para conocer más de cerca al autor y su manera de ver el cuerpo humano, siempre voluptuoso. La escultura monumental, de grandes caderas y protuberantes senos, encantó de inmediato a los transeúntes y se convirtió muy pronto en un punto de encuentro de los ciudadanos, quienes coloquialmente suelen decir: “nos vemos en la Gorda de Botero”. Su presencia no pasa inadvertida y es desde hace más de 30 años un ícono del turismo, el arte y la cultura urbana.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta obra, al igual que la Mujer reclinada y Mujer con fruta son, tal vez por la posición de sus cuerpos, tres esculturas que además de la magnificencia le dan paso a la sensualidad y el erotismo al resaltar los atributos que logran atraer, seducir y encantar a cada transeúnte que pasa por su lado.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en el vecino municipio de Itagüí en 1944, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido por ser uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Se destaca entre sus obras monumentales este homenaje a dos personajes de la vida regional y nacional, instalado en el costado frontal de la plazoleta principal del Centro Administrativo La Alpujarra. La escultura representa a Guillermo Gaviria Correa, Gobernador de Antioquia entre el 1 de enero de 2001 y el 14 de abril de 2002, y su Asesor de Paz, Gilberto Echeverri Mejía, convertidos en árboles que dieron vida. Ambos fueron secuestrados el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia. Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad. Esta obra fue concebida como una invitación a la reconciliación, la unión y, sobre todo, a la esperanza.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas “el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
Situada en uno de los costados del puente de la Avenida 33, sobre el río Medellín, fue instalada esta gran obra, en homenaje al arriero. Se trataba de un pedestal del que emergían la cabeza, un recio brazo de un arriero y la cabeza de su mula ilustrando un forcejeo entre el hombre y el animal, en su faena diaria. La escultura causó polémica, porque los puristas no aceptaron esta representación de uno de los oficios insignes que exalta tradicionalmente los valores asociados al trabajo y la errancia de los antioqueños.
Poco a poco la obra fue desbaratándose y de ella no queda el rastro, sólo su pedestal. En una ocasión, hablando con el diario El Colombiano, el maestro Oscar Rojas, su autor, dijo, entre risas: “Que me devuelvan la piedra, para tallarla”.
El reto propuesto por un oficial de la Policía Nacional al escultor Leobaldo Pérez Jiménez no era fácil: convertir en piezas artísticas el metal que contenían por lo menos 35 mil cuchillos, navajas y puñales almacenados en una bodega de la sede de la Policia Metropolitana. El artista recuerda que cuando le llevaron el material, su taller se llenó de una extraña energía: “Las armas estaban sucias. Cuando las lavaba, algunas soltaban sangre. Tuve que neutralizar todo eso y me propuse convertirlo en algo estético”. Para el Árbol de la Vida se usaron 27.398 armas blancas entregadas por jóvenes de Medellín durante diferentes jornadas de desarme.
Este Árbol, ubicado en uno de los nuevos espacios públicos de la ciudad, el Parque Bicentenario, mide unos 6.5 metros, tiene 4.5 metros de ancho y pesa alrededor de dos toneladas. Se trata de una obra que busca sensibilizar al transeunte sobre la necesidad de mantener vigente nuestro pasado para encontrar allí la fuerza transformadora de un presente sin ningún asomo de violencia. En la base de la obra se inscribió una frase del escritor checo Milán Kundera: “la vida es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir”.
Esta locomotora es el símbolo de pujanza, de una época gloriosa para el departamento. El problema de los antioqueños del siglo XIX era que su rica economía minera, cafetera e industrial, no tenían salida hacia los puertos de la costa norte colombiana. Por ello era necesario construir una vía férrea desde Medellín hasta Puerto Berrío.
Esta réplica, que yace silenciosa en las inmediaciones del Centro Administrativo La Alpujarra, centro del poder local y regional, es evocativa del Ferrocarril de Antioquia, uno de los proyectos de transporte más ambiciosos de los antioqueños del siglo XIX. Iniciado formalmente en 1874, bajo la conducción del ingeniero civil cubano Francisco Javier Cisneros, tuvo bastantes dificultades en su desarrollo, generadas, entre otras razones por las guerras civiles de finales del siglo XIX y comienzos del XX, lo que dejó el proyecto sin recursos económicos y sin el ingeniero Cisneros, quien renunció en 1899.
Pero gracias a los recursos provenientes de la indemnización pagada por Estados Unidos por la cesión de Panamá, se reactivó el proyecto ferroviario, que se enfrentó a una barrera natural: el paso de La Quiebra, que fue superado gracias a la creatividad del ingeniero antioqueño Alejandro López Restrepo, quien diseñó un túnel como solución, construido por una firma canadiense. Superado este obstáculo, la primera locomotora pasó por allí el 7 de agosto de 1929. Después de ese logro, vinieron años de abundancia con cada pito, que anunciaba la llegada o la partida del tren cargado de productos agrícolas, pecuarios e industriales desde o hacia los mercados nacionales e internacionales. Su declive comenzó en 1960 y dejó de funcionar en 2004. Muchos esperan que el tren sea reactivado y sus sonidos típicos se escuchen nuevamente en los paisajes verdes y montañosos de Antioquia.
“Es una de las obras que el artista antioqueño Carlos Mario Vélez quiso hacer tipo monumental, pero se quedó en el pequeño formato. Esta vez exaltó la figura del militar y presidente Gustavo Rojas Pinilla, quien nació en Tunja el 12 de marzo de 1900 y murió en Bogotá el 17 de enero de 1975. Ingeniero, militar y comandante de las Fuerzas Armadas, el 13 de junio de 1953 organizó un golpe de Estado mediante el cual asumió la presidencia, gracias al apoyo de diversos sectores políticos e incluso, de la población civil.
Bajo su dictadura, Rojas Pinilla realizó importantes obras de infraestructura como el Hospital Militar, creó el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), la construcción de cientos de acueductos, vías y aeropuertos. Mediante acto legislativo del 25 de agosto de 1954, concedió el voto a las mujeres y les reconoció sus derechos políticos. Al mismo tiempo que alcanzó la paz con los grupos alzados en armas, declaró ilegal las actividades del Partido Comunista Colombiano. Dejó la presidencia en manos de una Junta Militar en 1957, pero se presentó a elecciones presidenciales en 1970, en nombre del movimiento Alianza Nacional Popular (Anapo), que él mismo fundó. Al final, perdería los comicios por estrecho margen con el candidato conservador Misael Pastrana.”
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3 - Manrique [2]
Jorge Eliécer Gaitán, abogado y político, nacido en Bogotá el 26 de enero de 1903. Fue alcalde de Bogotá y titular de las carteras de Educación Nacional y Trabajo. Reconocido por su capacidad oratoria, promovió grandes debates en el Congreso de la República y en la plaza pública tendientes a jalonar profundas reformas que favorecieran a las clases de menos recursos.
Tras salir derrotado en las elecciones presidenciales de 1946, Gaitán creó dentro del partido Liberal el Movimiento de Restauración Moral que lo llevó a asumir la jefatura única de esta colectividad. Con el apoyo de los liberales y de un amplio sector de las clases populares, se propuso conquistar la Presidencia de la República en las elecciones de 1950, pero fue asesinado el 9 de abril de 1948. Su muerte provocó una gran revuelta nacional que luego se conocería como “El Bogotazo”, lo que derivó en una intensa violencia partidista que se mantuvo durante varios años y a la que le atribuyen el germen de la confrontación armada en Colombia.
La pieza escultórica, de tamaño natural, autoría de Rodolfo Montoya, muestra a Gaitán en actitud de discurso callejero. Fue instalada en un pequeño parque que lleva su nombre, en el barrio Manrique, nororiente de la ciudad, una zona que se gestó justamente con el esfuerzo de la clase obrera que tanto defendió el político bogotano.
La historia de la escultura creada en homenaje a Carlos Gardel (1890-1935) es muy particular; se dice que esta es la tercera versión. Cuando el argentino Leonardo Nieto Jardón llegó a Medellín, se sorprendió al ver que no hubiera un monumento dedicado al máximo ícono del tango en una ciudad asociada irremisiblemente a la vida de este músico. Al llegar, Nieto fundó El Salón Versalles y cuando su economía mejoró, dedicó sus esfuerzos a promover el Festival Internacional de Tango; y asociado a todo esto, la construcción de una escultura ligada al Rey del Tango en el barrio Manrique.
Para ello, tocó diversas puertas; la Federación de Cafeteros aportó la mayor cantidad del dinero y el gobierno militar argentino se encargó de contactar a un escultor que en su opinión, era idóneo para fabricar la escultura que luego fue trasladada hasta Medellín sin costo alguno. El escultor italo-argentino, Santiago Chierico, construiría, entonces, una gran estatua en granito, instalada el 12 de octubre de 1968 en medio del primer Festival Internacional de Tango de Medellín.
En 1971, la pieza escultórica fue destruida de manera accidental por dos borrachos que se subieron al pedestal y tras abrazarse con ella cayeron al piso junto a la obra. Para reponerla, Nieto convocó a cinco escultores reconocidos de la ciudad, quienes coincidieron en que Alfonso Goez era el indicado por tratarse de un muy buen escultor y un gardeliano de primer orden. El artista logró entregar la nueva versión para el Festival de ese año. Pero ocurrió un imprevisto, algunos conocedores del tema e, incluso, la prensa local, criticaron fuertemente el resultado porque según ellos, la obra no tenía ningún parecido con Carlos Gardel. Goez se mostró muy afectado y solo dos años después decidió hacer una segunda pieza, que incluía unas pequeñas diferencias en el rostro y la vestimenta. Esta escultura es la que hoy se conserva en el barrio Manrique.
4 - Aranjuez [5]
Antonio Nariño (1765-1823): precursor, libertador, periodista, pensador, economista y humanista. Tuvo una agitada vida revolucionaria, razón por la cual estuvo varias veces preso. En 1793 tradujo la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada por la Asamblea Nacional de Francia en los inicios de la Revolución francesa. Tanto su vida como sus luchas independistas, forjadas filosófica y políticamente en Francia y Gran Bretaña, son un reflejo de lo que ha sido Colombia, país al que ayudó a crear, y cuyas enseñanzas aún siguen vigentes. La Revista Semana (2003) reseña que “la expresión de Manuel del Socorro Rodríguez que señala al gobierno de Nariño como ‘digno por cierto, de desearse eterno’ no era gratuita, ni un simple elogio”.
El ideal romántico y neoclásico que le imprimió el artista antioqueño Alfonso Goez, autor de esta obra, se expresó de manera especial en su preferencia por los temas patrióticos e históricos.
Luz María Piedrahita es una de las mujeres antioqueñas más representativas de la escultura en bronce del país. De sus manos surgió esta obra alegórica a través de la cual rinde un homenaje a las artes – teatro, pintura, escultura y música –. En ella, la imagen de una mujer y de un hombre se muestran exultantes entre jirones de tela, una máscara teatral y dos pájaros colibríes, que representan no sólo la belleza de la naturaleza, sino la armonía que requiere cualquier expresión artística. La obra, instalada en el parque de Aranjuez, uno de los barrios más antiguos de la ciudad, es una invitación a pensar el arte como uno de los componentes fundamentales de la vida.
La obra La Equidad, concebida por Olga Inés Arango, de extensa trayectoria en el ámbito escultórico y artístico, con una particular concepción de la realidad, en la cual el erotismo, la sensualidad, el sentimiento y las vivencias hacen parte fundamental en sus creacionesa. En esta pieza, se rinde homenaje al voto femenimo, una conquista de las mujeres que, para el momento de la obra, conmemoraba 50 años. Por primera vez en la vida democrática del país, las mujeres pudieron depositar su voto en el plebiscito convocado para el 1 de diciembre de 1957, a través del cual se buscaba refrendar la instauración del Frente Nacional como una salida de excepción a la violencia política que padecía el país en aquellas épocas.
Esta obra hace parte del monumento Esquina de las Mujeres, emplazado el 22 de noviembre de 2007 por la Alcaldía de Medellín, como un reconocimiento a la labor de varias mujeres antioqueñas que contribuyeron al desarrollo y la configuración de la identidad de la ciudad. El memorial se encuentra ubicado en las inmediaciones del Jardín Botánico.
Poco se ha escrito del escultor antioqueño Josué Giraldo, nacido en El Peñol, un municipio del Oriente antioqueño; Sin embargo, se conoce que es el creador de esta obra monumental ubicada en la iglesia de San Cayetano, en Aranjuez, un populoso barrio de origen obrero, que guarda especial respeto por las tradiciones asociadas a la Iglesia Católica.
Este Cristo, de 4,8 metros de altura y 3,8 metros de ancho, tiene una característica especial: fue instalado en la parte exterior de un templo, algo poco común. Ubicado justo en la parte superior de la entrada y empotrado de tal forma que ofrece al observador la imagen de quien carga sobre sí la iglesia, es una manera artística de interpretar las Sagradas Escrituras a través de su personaje más representativo. Quienes frecuentan este templo también lo perciben como una invitación a ingresar en este lugar en medio del recogimiento espiritual… Como una forma de estar bajo la protección de esta figura.
Signo Homenaje es una de las esculturas del artista bogotano Manuel Hernández, quien se destacó en el mundo del arte más por sus punturas abstractas que por este tipo de obras ubicadas en sitios públicos. La pieza de gran tamaño, instalada en los alrededores del Jardín Botánico, asemeja a un gigante sin cabeza ni brazos, su torso está cruzado por una banda, similar a las que usan los presidentes o las reinas de belleza. No obstante este tipo de percepciones, muy propias de transeúntes desprevenidos, es abordada por el crítico de arte Germán Rubiano, quien al referise a ella asegura que: “las formas-signos (de Hernández) carecen de referencias y solo por inveterados prejuicios alguien puede asociarlos a figuras conocidas”.
Durante una entrevista a la revista Cromos, publicada el 5 de julio de 2008, habló de la pieza que un año después sería instalada en la ciudad. En medio de la conversación con el periodista señaló una pequeña escultura sobre una mesa de su casa y comentó que la había escogido para instalarla próximamente, en formato grande, en un espacio público de Medellín. En esa charla se refirió al salto que dio de la pintura a la escultura, que no fue planeado: “No lo había presentido -confiesa-, lo hago ahora porque necesito seguir activo y los métodos nuevos me lo permiten”.
5 - Castilla [2]
Como un símbolo de paz, esta obra se instaló en uno de los parques más emblemáticos del Norte de la ciudad, conocido como el Parque de las Naciones Unidas, situado frente a la Terminal de Transporte del Norte. Esta obra, reconocida también como el Monumento Nacional a la Paz, es el resultado simbólico del proceso de reinserción y dejación de armas de la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL), desmovilizada en 1991, bajo acuerdos con el gobierno nacional. Esta pieza fue construida con las 850 armas que entregaron los insurgentes. En su placa se lee: “el árbol podrá sobrevivir cuando las palabras que salgan de la boca de los seres humanos propongan a los dioses el diálogo natural de la tierra. Un diálogo que olvide la soberbia y se una a la honestidad”.
Alba Sanfeliu, investigadora de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, conceptúa: “estas obras artísticas son testimonio de lo ocurrido, y al ubicarse en espacios públicos se convierten en símbolos de reparación. Símbolos que, a su vez, se traducen en hechos y acciones relacionadas con los mensajes que se quieren transmitir a través de ellas”.
Esta escultura tiene una historia bien particular y emotiva. En octubre de 1993, una violenta época para la ciudad, la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Medellín invitó a niños, niñas y jóvenes para que se deshicieran de sus pistolas de juguete, convocatoria que alcanzó una gran acogida. En marzo de 1994, la invitación se extendió a 490 instituciones educativas, que congregaban a 220.000 estudiantes, con el fin de participar, además, en un concurso de pintura que serviría de inspiración parala creación del Monumento a la Paz.
Varios integrantes de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia se encargaron de revisar los dibujos y preseleccionaron 5.599 piezas, de las cuales se eligió finalmente la que inspiraría la obra, autoría de Ángela María Gómez Olaya, de 12 años, y Juan David Londoño Isaza, de 11. Para ellos, la paz debe ser un escenario permanente donde los niños jueguen a la rayuela, sin ningún temor.
Varios presos de la cárcel Bellavista maquetaron en arcilla la propuesta y los escultores Pablo Echavarría y Clara López sacaron la escultura del barrio y la tallaron en cemento, sobre una base que en sus costados lleva la palabra Paz. La obra fue instalada el 12 de diciembre de 1994 en una zona verde ubicada entre la carrera 65 y la Autopista Norte, frente a la Terminal de Transportes del Norte, en el barrio Caribe; una zona donde convergen las dos comunas que históricamente han sido más golpeadas por la violencia en nuestra ciudad: la Nororiental y la Noroccidental.
6 - Doce de Octubre [1]
Guillermo Villegas Mejías, artista tolimense, llegó a Medellín en la década de los ochenta y desde entonces se radicó en el barrio El Picacho, en las laderas del occidente de la ciudad, donde creó Tallerarte, un gran proyecto artístico que creció bajo la sombra de la Institución Educativa Progresar. Este taller ha sobrevivido por más de tres décadas con pocos recursos y ante los avatares de la violencia urbana y la escasez. Su obra Perennidad hizo parte de las obras expuestas de forma permanente en la ciudad durante el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín 1997.
Villegas, en el marco de la inauguración de su pieza escultórica, le explicó al público en qué consistía su obra: “en la parte alta del pedestal está el padre, color tierra, junto a la madre, color naturaleza, en un abrazo permanente e indestructible. De ellos nace un hijo color sol. En los costados del pedestal está simbolizada la desintegración familiar mediante un juego de triángulos que terminan fracturados por los vicios, la cárcel, la muerte… una realidad muy cercana a todos estos barrios donde la vida de los jóvenes pende de un hilo”.
7 - Robledo [2]
Jorge Robledo, conquistador y militar español, de quien se sabe muy poco antes de su llegada al Nuevo Mundo, pues tanto la fecha como el lugar de nacimiento siguen siendo inciertas, aunque algunos historiadores sitúan sus orígenes en Úbeda. La historia registra fuertes enfrentamientos con Sebastián de Belalcázar por la gobernación de la provincia del Río San Juan y también con Pedro de Heredia, quien lo acusó igualmente de usurpar sus dominios, lo encarceló y posteriormente lo envió a España, donde no solo fue absuelto de los cargos de invasión del territorio de Heredia sino que también fue distinguido con el título de Mariscal. Regresó en 1546, nombrado como Gobernador provisional de Antioquia, lo que incrementó las rivalidades existentes. La disputa terminó con su condena a muerte impuesta por Sebastián de Belalcázar en 1546 por traición al Rey, pena que se ejecutó en la Loma de Pozo, en Pácora, a garrote vil (amarrado a un palo, con un collar de hierro en el cuello atravesado por un tornillo que al girarlo causaba la muerte por ahogo o rotura de cuello).
El escultor y fundidor de la obra, el antioqueño Octavio Montoya, fue otro alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidianas y a grandes personajes de la historia, como la de este conquistador y militar español, de gran influencia en Antioquia.
Este escultor colombiano, nacido en la ciudad de Cali, ha tenido un ciclo formativo que se articula entre Colombia, Estados Unidos y Europa. En 1950 viajó a Italia donde encontró la inspiración para desarrollar su obra y avanzar en su carrera universitaria. Sus obras son una síntesis entre dos tipos de humanidad: la latinoamericana, que considera apasionada; y la europea, que caracteriza como más madura y desencantada.
Prueba de ello es su obra El árbol de la vida, instalada en el barrio Robledo, en el intercambio vial de la Avenida 80. La pieza hizo parte de las obras expuestas de forma permanente en la ciudad durante el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín 1997. Esta escultura representa la unión entre una mujer y un hombre,en una constante exploración para llevarnos hasta las raíces y la creación de la vida.
8 - Villa Hermosa [3]
La escultura de Carlos Vásquez Latorre (1870-1964), instalada en el parque principal de Villa Hermosa en la zona nororiental de la ciudad, es un homenaje a la persona que contribuyó a la creación de uno de los barrios más antiguos de Medellín. Vásquez Latorre fue comerciante, terrateniente y político conservador. Mientras era director del Partido Conservador, fundó la imprenta El Colombiano; en compañía de Juan Arbeláez Quijano dirigió el periódico La Defensa; fue socio de la tipografía La Patria y de la Compañía Ganadera del Magdalena.
Aunque le ofrecieron varios cargos públicos, entre ellos la Gobernación de Antioquia y el Ministerio de Hacienda, decidió no ejercer ninguno de ellos. Vendió y donó muchas tierras en la ciudad, entre ellas la finca Villa Hermosa, que fue entregada a la Iglesia Católica, el terreno donde se construyó la iglesia, la casa cural y el parque central, referentes del barrio que lleva este nombre.
El ideal romántico y neoclásico que le imprimió a su trabajo el artista antioqueño Alfonso Goez, autor de esta obra, se expresó de manera especial en su preferencia por los temas patrióticos e históricos.
Este Monumento al Obrero, elaborado por encargo de la Asamblea de Antioquia, fue instalado en el Parque de Boston, uno de los barrios más tradicionales del centro de la ciudad; es una réplica del obrero antioqueño, quien, con su torso desnudo y un martillo y un cincel en sus manos, refleja la fuerza y serenidad que bien describe Julio Cesar Restrepo Barrientos (2009): “Uno se pregunta si la paz del parque donde se encuentra esta escultura, tiene que ver con la sombra que ofrecen los árboles o con la serenidad del rostro metálico de este obrero, que contrasta con la fuerza contenida en sus manos y su cuerpo”. El entorno de la obra se ha convertido en un sitio de camaradería donde los vecinos del sector se reúnen para conversar de sus asuntos más cotidianos.
El autor de esta pieza escultórica, Bernando Vieco, se formó inicialmente en la contaduria y luego, seducido por el arte, este escultor antioqueño se convirtió en un reconocido fundidor en Colombia. De sus obras se dice que: “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”.
Poco se sabe del escultor español Cesar Villa Villa. Lo que sí se conoce es que elaboró una de las esculturas más emblemáticas del centro de Medellín, en homenaje a la familia. Fernando Fajardo, habitante del sector durante toda su vida, recuerda: “Acá trajeron la piedra grande y el hombre se demoró varios meses tallándola a punta de martillo y cincel y uno sólo lo veía de lejos”.
Ubicada en el Parque Obrero, del tradicional barrio Villa Hermosa, se ha convertido en el símbolo por excelencia de la familia. Construida en piedra bogotana amarilla y concreto, fue concebida inicialmente como una fuente, aunque solo funcionó como tal durante unos pocos años, pues se le empezó a dar un uso diferente al ornamental y la maquinaria fue extraída por habitantes de la calle que con frecuencia usaban la escultura y sus alrededores como baño público.
Actualmente no corre agua, pero algunos pobladores del barrio y otros visitantes han entendido que esta obra es un patrimonio de la ciudad y, por lo tanto, la tienen como un punto de referencia cuando se trata de sugerir sitios emblemáticos de Medellín.
9 - Buenos Aires [2]
En 1899, el Papa León XIII hizo pública la encíclica Annum Sacrum, mediante la cual consagró a todos los hombres al Corazón de Jesús; un mensaje de fin de siglo para rendir homenaje a Cristo Redentor, una de las advocaciones más reconocidas de la religión católica. De acuerdo con el historiador y periodista Reinaldo Spitaletta, el obispo de la ciudad, Joaquín Pardo Vergara, dispuso el 1 de enero de 1901, levantar en uno de sus cerros, un monumento a “Jesucristo Señor Nuestro y Salvador del Mundo”.
La decisión fue respaldada por el Concejo de Medellín y mediante el Acuerdo 30 del 13 de febrero de ese año, se destinó para ello un auxilio de mil pesos para la elaboración de la obra.
No se sabe por qué la escultura solo aparecería quince años después. Pues solo en 1916, se retomó la iniciativa con el fin de celebrar las bodas de plata de Monseñor Manuel José Caycedo. Se hizo entonces, un llamado a la comunidad para colaborar en el proyecto. Ante dicha convocatoria, el señor Antonio J. Gutiérrez donó un terreno en el cerro tutelar de La Asomadera, en el barrio El Salvador, y en diciembre de 1916 se inició su adecuación; luego se construyó un pedestal con planos de Arturo Longas, modificados por Horacio Marino Rodríguez, que fueron terminados el 29 de mayo de 1917; y dos años después, en 1919, llegó la escultura, fabricada en Italia, en los talleres de Simone Buraglia y Cía.
Sus brazos abiertos son interpretables como un gesto de protección a los pobladores de Medellín, y es uno de los monumentos más destacados de la ciudad.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en 1944 en el vecino municipio de Itagüí, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido como+D82 uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Participó en el Festival Internacional de Arte de Medellín, 1997; y como resultado de ello es la exposición permanente de esta pieza, ubicada en el concurrido parque del barrio La Milagrosa. Quienes se detienen a observarla consideran que es una alegoría a los altibajos de la vida, a ese subir y bajar que cada ser experimenta en el transcurso de su existencia, y que parece que sólo tiene fin cuando todo muere.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas “el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
10 - La Candelaria [109]
Marco Fidel Suárez (Bello, 1855-Bogotá, 1927), además de haber sido un escritor y político antioqueño de origen humilde, quiso igualmente ser sacerdote, pero su origen y su condición de hijo natural no fueron bien vistos.
De Suárez se puede resaltar que, pese a las dificultades económicas, nada le impidió salir adelante y consagrarse a estudiar, razón por la cual adquirió una sólida formación gramatical y una gran fortaleza en todo lo relacionado con el lenguaje y el derecho internacional. El reconocimiento que obtuvo en el mundo de las letras lo llevó a conseguir logros importantes en la arena política, desempeñándose como diputado, senador, ministro y presidente de Colombia entre 1918 y 1921. A este cargo renunciaría el 11 de noviembre de 1921, debido a las fuertes críticas y la presión de la Cámara de Representantes, especialmente de parte de Laureano Gómez. Sus últimos años fueron los más prolíferos en su vida literaria, entre la que sobresale Los sueños de Luciano Pulgar, su obra más reconocida. Su defensa contra las acusaciones de la prensa, el Congreso y otros enemigos llegó a ocupar casi doce volúmenes.
Falleció a los 72 años en Bogotá. Octavio Montoya, el autor de la obra, además de escultor y fundidor, fue un alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidianas de nuestro entorno, así como a grandes personajes de la historia.
Es una de las primeras obras monumentales del artista antioqueño José Horacio Betancur, quien se distinguió por exaltar la cultura indígena a través de sus esculturas. Esta obra, instalada frente al teatro Pablo Tobón Uribe, pleno centro de la ciudad, una zona de gran actividad cultural, resalta las raíces nativas del pueblo colombiano al rendir homenaje a Bachué, considerada por la mitología como la diosa y maestra del pueblo Chibcha.
Cuenta la leyenda que Bachué salió caminando entre las aguas frías de la laguna de Iguaqué, cargando un pequeño niño entre sus brazos. El niño creció y terminó casándose con ella y tuvieron muchos hijos que ayudaron a poblar lo que hoy constituye la sábana de Bogotá. Bachué le enseñó a su pueblo la agricultura y el arte de los tejidos, entre otras labores. Cuando Bachué consideró que el mundo estaba lo suficientemente poblado, regresó a la laguna de Iguaqué, para desaparecer allí.
El Obispo de Medellín, Bernardo Herrera Restrepo (1844-1928), fue uno de los grandes impulsores de la iglesia católica en la ciudad; reconocido especialmente por su actuación durante la época de la Regeneración, movimiento político que abarcó las últimas décadas del siglo XIX, caracterizado por el establecimiento de un gobierno fuerte y centralista, liderado por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro.
Esa época estuvo marcada por una serie de reformas económicas, sociales y políticas; muchas de las cuales aún se mantienen. De ella nos quedaron los cambios en la organización político administrativa, el nacimiento de la carta constitucional de 1886 que estuvo en vigencia hasta 1991, la creación de un Banco Nacional, la instauración de una moneda oficial, la hegemonía de un sistema ideológico moderado y conservador, con una marcada incidencia de la Iglesia Católica en la vida pública.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. El ideal romántico y neoclásico que le imprimió el artista antioqueño Alfonso Goez a su trabajo, se expresó de manera especial en su preferencia por los temas patrióticos e históricos, en los que se ha inspirado para realizar lo mejor de su obra escultórica, a la cual pertenece la estatua de este importante prelado.
James Tyler Moore, ingeniero inglés, llegó a territorio colombiano en 1829 para dirigir la explotación de minas de Marmato (Caldas). Su presencia y actividad en la minería abarcó varios territorios: Santa Rosa de Osos, Anorí y Titiribí (Antioquia), así como Moniquirá (Boyacá). En Medellín promovió en las últimas décadas del siglo XIX el proceso de urbanización del sector de Villanueva, al donar los terrenos donde se construyeron el Parque de Bolívar, la Basílica Metropolitana y las calles adyacentes. De esta forma, el sector nororiente de la ciudad comenzó a poblarse hacia 1850 en el espacio que luego tendría al Parque de Bolívar como punto de referencia. También participó en la canalización y arborización de la quebrada Santa Elena y realizó la donación del primer reloj de la catedral de Nuestra Señora de la Candelaria.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Sobre Gustavo López, el escultor de esta obra, poco se ha escrito. Se sabe que tuvo una fuerte inclinación por los personajes históricos y que recibió formación en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y la Real Academia de San Fernando, en Madrid.
Médico, geógrafo, científico, viajero, senador y gobernador de Antioquia, Manuel Uribe Ángel fue uno de los más influyentes y polifacéticos intelectuales antioqueños del siglo XIX. Su formación como médico cirujano y especialista la realizó entre 1844 y 1853, tanto en Bogotá como en Europa y Estados Unidos. Uribe Ángel es considerado por muchos biógrafos como “el padre de la medicina académica en Antioquia”, fue un prolífico escritor sobre diversas áreas: literatura, ciencias, historia, filosofía y geografía. Dedicó buena parte de su vida a la geografía y la botánica, y fue especialmente reconocido por los estudios sobre la etnología, la fauna y la flora de Antioquia, incluidas en su obra más importante “Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia”, publicado en París, en 1885.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano, autor de la obra, se establece que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos de Antioquia, a los que buscó destacar con su obra.
Pedro Justo Berrío, líder conservador antioqueño del siglo XIX, reconocido por sus dotes políticas, militares y educativas. Fue proclamado presidente del Estado Soberano de Antioquia entre 1864 y 1873. Durante su mandato, la construcción de caminos y la educación fueron esenciales. Es considerado el precursor del ferrocarril, al impulsar la construcción del camino carreteable entre Medellín y el río Magdalena.
En cuanto al mejoramiento del aparato educativo implementó diversas medidas: amplió la cobertura escolar al fortalecer la educación para los sectores pobres, realizó mejoras en los locales de las escuelas, utilizados como cuarteles en tiempos de guerra; incentivó la creación de escuelas gratuitas en los municipios y destinó buena parte del gasto público al sostenimiento de las escuelas primarias y secundarias.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Del autor de esta pieza, Octavio Montoya, se conoce que fue escultor y fundidor, y un alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidianas y grandes personajes de la historia.
José María Martínez Pardo, compositor y maestro; es reconocido por haber iniciado en 1932, uno de los mayores movimientos corales del país gracias a la fundación del Orfeón Antioqueño, regido bajo la conocida frase: “Todo el que habla canta”. Emprendió la formación de grupos corales que trascendieron el ámbito local. Realizó numerosas composiciones musicales, entre las que se cuenta la melodía del himno de la Universidad de Antioquia y la letra de la primera estrofa del mismo, que posteriormente fue terminado por el poeta Edgar Poe Restrepo. Su obra musical incluyó títulos como “La Sinfonía de los Andes”, “Recibo Orfeónico”, “La barcarola”, “Canción de cuna para mi madre muerta”; además de varios villancicos y canciones religiosas.
Su vida transcurrió durante la primera mitad del siglo XX en medio de un ambiente cultural y bohemio donde proliferaron los clubes, los teatros, los establecimientos de enseñanza de música, las sociedades filarmónicas, las publicaciones y revistas culturales y las tertulias como la del Negro Cano, frecuentada por personajes de la talla de Barba Jacob, León de Greiff, Efe Gómez, Ricardo Olano, Francisco Antonio Cano, entre otros intelectuales. En este sentido, tuvo una activa participación en la vida intelectual y cultural antioqueña, que le permitió combinar su pasión y dedicación por la música con la enseñanza, la formación, la composición, sus creencias religiosas, su filiación política y la difusión artística e intelectual.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Sobre el escultor de esta obra, Gustavo López, poco se ha escrito. Se sabe que recibió formación en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y la Real Academia de San Fernando, en Madrid; y que así mismo, tuvo una fuerte inclinación por los personajes históricos.
Mariano Ospina Rodríguez, reconocido líder político, que junto con José Eusebio Caro, fundarían el Partido Conservador en 1849. Fue presidente de la Confederación Granadina entre 1857 y 1861. Su formación académica la recibió inicialmente del reputado jurista José Félix de Restrepo y la culminó como abogado en el Colegio de San Bartolomé.
Entre 1857 y 1862, Ospina Rodríguez asumió la Presidencia de la República, buscó el establecimiento de un gobierno central fuerte frente a los Estados soberanos de la Confederación Granadina y llevó a cabo una serie de reformas aprobadas en el Congreso de 1859, como la creación de Intendentes de Hacienda Nacional (encargados de vigilar las aduanas), favoreció el regreso de los jesuitas, organizó y aumentó la fuerza pública y defendió la promulgación de una ley electoral que concedía al presidente poderes para intervenir y calificar las elecciones en cada uno de los Estados; medidas que provocaron una fuerte oposición liberal, desatando una nueva guerra civil en 1860, liderada por Tomás Cipriano de Mosquera, revolución que terminó en 1862 con el triunfo liberal.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano, se establece que fue uno de los discipulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos.
José Félix De Restrepo, jurista, educador e ilustrado criollo. Nació en Envigado en 1760 y falleció en Bogotá en 1832. En 1812 elaboró con el entonces gobernador de Antioquia Juan del Corral, la ley de libertad de vientres de los esclavos de Antioquia. Esta ley declaró libres a los nuevos hijos de las esclavas e impuso a los amos la necesidad de mantener a los libertos hasta la edad de 16 años, quienes debían servir durante este tiempo como contraprestación por los gastos ocasionados en su crianza y manutención, y prohibió el comercio de esclavos.
El proyecto tuvo su aprobación el 20 de abril de 1814 y se mantuvo hasta el fracaso de la Primera República en 1816. Una vez conseguida la independencia absoluta, De Restrepo presentó nuevamente el proyecto ante El Congreso de Cúcuta en 1821, del que se desprendió una ley de liberación que abarcó el territorio de la Gran Colombia.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Del autor de esta pieza, Octavio Montoya, se conoce que fue escultor y fundidor, y un alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidiandas y grandes personajes de la historia.
José Manuel Restrepo (1781-1863), intelectual antioqueño, autor de uno de los textos fundacionales de la historiográfica colombiana, su obra más representativa: Historia de la República de Colombia. El texto es una descripción minuciosa de la guerra de Independencia y del establecimiento de la República, basado en documentos oficiales tomados de los archivos públicos y privados y en los recuerdos que el autor mismo conservara de los hechos a los que asistió y de muchos personajes que conoció.
Restrepo llevó un diario militar desde 1816, donde apuntaba detalladamente los acontecimientos más relevantes. Además, como Secretario del Interior durante la Gran Colombia tuvo acceso directo a los documentos más importantes del Estado.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano, se establece que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos.
Don Juan del Corral Carriazo es un personaje histórico de la vida nacional, nacido en Mompox el 23 de junio de 1778 y muerto en Rionegro, en 1814. Durante la Primera República jugó un papel determinante al declarar, el 11 de agosto de 1813, la independencia absoluta de Antioquia, para lo cual le dieron todas las facultades necesarias al ser nombrado Presidente Dictador de la Provincia de Antioquia. Así imismo, fue quien concedió el título de ciudad a Medellín y a Marinilla, y quien aprobó la libertad de vientres de esclavos, promulgada por los legisladores antioqueños. El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa.
El autor de esta pieza escultórica, Bernardo Vieco, se formó inicialmente en la contaduría y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor en Colombia. De sus obras se dice que: “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”.