Es una de las primeras obras monumentales del artista antioqueño José Horacio Betancur, quien se distinguió por exaltar la cultura indígena a través de sus esculturas. Esta obra, instalada frente al teatro Pablo Tobón Uribe, pleno centro de la ciudad, una zona de gran actividad cultural, resalta las raíces nativas del pueblo colombiano al rendir homenaje a Bachué, considerada por la mitología como la diosa y maestra del pueblo Chibcha.
Cuenta la leyenda que Bachué salió caminando entre las aguas frías de la laguna de Iguaqué, cargando un pequeño niño entre sus brazos. El niño creció y terminó casándose con ella y tuvieron muchos hijos que ayudaron a poblar lo que hoy constituye la sábana de Bogotá. Bachué le enseñó a su pueblo la agricultura y el arte de los tejidos, entre otras labores. Cuando Bachué consideró que el mundo estaba lo suficientemente poblado, regresó a la laguna de Iguaqué, para desaparecer allí.
Pocos son los registros que existen sobre la vida y obra del escultor José María Agudelo, autor de este monumento, concebido para conmemorar los cien años del Alma Mater. Se trata de un conjunto escultórico que se compone de un cerramiento en reja de hierro, unido por ocho pináculos en concreto, que rodean un obelisco en bronce, mármol y granito, rematado por una circunferencia que representa el mundo y sobre ella un águila levantando vuelo.
Esta pieza escultórica se instaló en la Plazuela San Ignacio, un espacio urbano de gran vitalidad, y en cuyo entorno se destacan antiguas edificaciones. Justo al frente de una de ellas, que lleva el nombre de la plazuela y considerado patrimonio arquitectónico de la ciudad, se fundó el centro universitario en 1803. Su carácter estatal y sus logros académicos e investigativos hacen de esta institución de educación superior la más importante del la región y una de las más destacados del país.
El general Franciso de Paula Santander, a quien la historia de Colombia le concediera un lugar especial por su accionar, fue un destacado militar, laborioso estadísta y prócer de la Independencia. Nació en Villa del Rosario, Norte de Santander, el 2 de abril de 1792 y murió en Bogotá el 6 de mayo de 1840. Sus actuaciones en el campo de batalla durante la campaña libertadora le valieron el calificativo de “Organizador de la victoria”. Tras el truinfo del Ejército Patriota y nombrado como Vicepresidente de Colombia ante la ausencia de Simón Bolívar, Santander se consagró en sentar las bases de un Estado garantista, civilista, donde las leyes, y no la espada, fueran la guia de la vida social de los colombianos.
Su culto al orden jurídico y la Constitución Política como cartas de navegación del naciente país le granjearon arduas confrontaciones políticas, incluso, contra sus antiguos compañeros de armas, convencidos de la idea de un Estado unitario, donde un jefe de carácter vitalicio rigirera el destino de la Nación. Santander pasó de ser un admirado militar y un político controvertido a un hombre acusado de traición, degradado y condenado a la muerte en 1828, pena que fue sustituida por el destierro, gracias a la mediación de la Iglesia Católica. En 1832 regresó al pais para fungir como Presidente interino, cargo que ocupó hasta 1833. Santander fue uno de los principales impulsores de la educación pública, al odenar la creación de más de 20 grandes colegios y varias centros universitarios.
El autor de esta pieza escultórica, Bernardo Vieco, se formó inicialmente en la contaduría y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor. De sus obras se dice que “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”.
Francisco Antonio Cano, autor de esta obra, desde niño se inclinó por el arte. Es, sin duda, uno de los artistas más connotados de Antioquia y el país, no sólo por sus esculturas, sino por sus pinturas y dibujos. De sus viajes a Europa le quedó el gusto por el romanticismo francés. Entre sus obras legadas a la ciudad está la de Marceliano Velez, un descatado político nacido en Envigado el 18 de junio de 1832 y muerto en Medellín el 13 de abril de 1923. Militar, político, académico. Profesor y rector de la Universidad de Antioquia, secretario de la Legislatura de Antioquia, alcalde de Medellín, Senador de la República y Gobernador de Antioquia en cinco ocasiones. De filiación conservadora, fe católica e ideas republicanas.
Como militar, Vélez participó en varias de las guerras civiles que tuvieron lugar en el siglo XIX. Como político, impulsó varias obras como la construcción de puentes y carreteras; logró que el gobierno nacional autorizara la fundación en Medellin de la Escuela de Minas. Sus restos aún reposan en el Museo Cementerio San Pedro.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, Marco Tobón Mejía, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el marmol de sus pedestales. Así está concebida esta pieza, dedicada al general Jose María Córdova, destacado militar nacido en Concepción (Antioquia) el 8 de septiembre de 1799 y muerto en Santuario (Antioquia) el 17 de octubre de 1829. Ingresó a las filas del ejército patriota cuando aún era un adolescente. Participó en las campañas del Cauca de 1816; combatió con los ejércitos libertardores en Antioquia, El Valle del Magdalena y la Costa Atlántica. Su participación fue decisiva para que los patriotas se impusieran en la batalla de Pichincha. También tuvo una destacada actuación en las batallas de Junín y Ayacucho.
En 1828, Bolívar le encomendó la misión de someter la rebelión que desde el Cauca lideraban los generales López y Obando, cumpliendo a cabalidad con su misión. Fue retirado del servicio activo sin explicación alguna, hecho que motivó su furia a tal punto que decidió regresar a su natal Antioquia para declararse en rebeldía. Desde Bogotá enviaron tropas al mando del general Florencio O’leary para someterlo. El 17 de octubre de 1829, las tropas gobernistas y el grupo rebelde liderado por Córdoba chocaron en combate en Santuario, donde este último fue vencido y muerto a sablazos por el soldado irlandés Ruperto Hand. Quedó para la historia su famoso grito de batalla: “Soldados, armas a discreción y paso de vencedores”.
Oscar Rojas, alumno y seguidor del artista Jose Horacio Betancur, recibió también formación en Italia, pero su aprendizaje más profundo lo recibió de la marginalidad colombiana y de varios literatos connotados. En 2010, cuando cumplió 80 años, Rojas declaró: “el arte no es para estar en hoteles y oficinas, donde nadie pueda verlas”, reivincando así el espacio urbano.
En esta pieza de arte, instalada en el tradicional Parque de Boston, le hace un homenaje a Carlos Castro Saavedra, poeta y escritor (Medellin, 10 de agosto de 1924- abril 3 de 1989), considerado el “escritor de la violencia”, pues sus versos reflejaron la realidad social, la muerte, la melancolía y el dolor, así como la vida problemática del hombre en su cotidianidad, pero siempre con sencillez extraordinaria y dejando fluir en sus textos un halo de esperanza hacia una mejor vida. El escritor recibió múltiples reconocimientos en vida, entre ellos, el premio Germán Saldarriaga del Valle. Su legado, así como su memoria, continúan vigentes gracias a las actividades que desarrolla la Fundación Carlos Castro Saavedra, creada en Medellin tras la muerte del poeta, con el fin de fomentar la creación literaria y la poesía.
Instalado en uno de los parques con mayor vitalidad del centro de Medellín, y que le dio su nombre (Parque del Periodista), la figura de Manuel Del Socorro Rodríguez se instaló allí por iniciativa de varios periodistas locales, en homenaje a este ciudadano cubano, nacido en Bayamo (Cuba) el 3 de abril de 1756 y muerto en Bogotá el 2 de mayo de 1819, y quien llegara al Reino de la Nueva Granada como bibliotecario.
Rodríguez fue el fundador de los primeros periódicos que circularon en el país, aspecto que le valió el apelativo del “Padre del periodismo colombiano”. Entre éstos figuran el “Papel periódico de Santafé”, que comenzó a circular el 19 de febrero de 1791; el “Redactor Americano”, que vio la luz en 1806; y la “Constitución Feliz”, que comenzó a circular en 1810. También fue un prolífico poeta, y de ello dan cuenta sus obras “Antología o colección de epigramas sobre todo género de asuntos, literarios como políticos y morales” y “La historia del convento de la enseñanza”. Colaboró, así mismo, con la causa patriota.
San Juan Bosco, fue un sacerdote italiano (Becchi, 1815 – Turín, 1888), llamado popularmente Don Bosco. Su niñez estuvo llena de carencias, razón por la cual trabajó desde muy pequeño para ayudar a su familia, luego de la muerte de su padre. La leyenda cuenta que aprendió a leer en cuatro semanas. Su carrera sacerdotal también tuvo grandes obstáculos, pues debía caminar todos los días cerca de diez kilómetros (a veces descalzo, para evitar el desgaste de sus zapatos) rumbo al liceo de Chieri, donde adelantó sus estudios.
Con el fin de pagar lo relativo a su formación, trabajó en toda clase de oficios. Ordenado en 1841, su mayor precupación, dada su historia personal, fueron los niños pobres, y especialmente sus dificultades para educarse. Un año después de su ordenación, fundó el Oratorio de San Francisco de Sales; en 1851; y sentó las bases de la Congregación de los sacerdotes de San Francisco de Sales, conocidos también como Salesianos, y también de su rama femenina, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora. Ambas instituciones se dedicaron a la enseñanza de los niños pobres (a los que se formaba en diversos oficios y en la vida cristiana). Estos se desarrollaron con rapidez en diversas regiones del mundo, entre ellas Medellín, donde se le rinde especial homenaje a través de una escultura instalada en la Plazuela de la Independencia. Se desconoce el autor de la obra.
Sobre una base hexagonal llena de tierra en lo que, supuestamente, sería el depósito de agua, dándole sentido a su uso como fuente, reposa una pila cuadrada de dos niveles; en el primero, se incrustaron cuatro recipientes en los que se ha intentado sembrar algún tipo de arbusto, sin mayores resultados; y en el segundo, una especie de copa cuadrada.
Situada en el extremo norte del separador central de la calle conocida como El Palo, y en las inmediaciones del Colegio María Auxiliadora, en la Plazuela de La Independencia, esta fuente se funde en el entorno urbano y pasa inadvertida como obra de arte para los transeúntes, sólo se repara en ella por su lamentable deterioro. Se desconoce quién fue su autor.
Tomás Cipriano de Mosquera nació en Popayán, el 26 de septiembre de 1795 y murió en Los Coconucos, Cauca, el 7 de octubre de 1878. Miembro de una de las más tradicionales, acaudaladas y poderosas familias caucanas, fue el sexto de diez hermanos, entre quienes se destacan Joaquín María, quien sucedió a Bolívar en la presidencia de la Gran Colombia; Manuel María, reconocido diplomático y Manuel José, el segundo arzobispo de Colombia. Se enroló muy joven en las filas del ejército y fue uno de los principales colaboradores de Simón Bolívar.
Mosquera tuvo destacadas actuaciones en el campo de batalla. Recordados son sus triunfos en las batallas de Volador (1822) y Barbacoas (1824). En esta última recibió un balazo en la mandíbula que le obligó a viajar a Estados Unidos para que le realizaran un implante. Su cercanía al Libertador le valió ser nombrado como ministro Plenipotenciario ante los gobiernos de Chile, Perú y Boliva. Ingresó a la política y concurrió a la Cámara de Representantes en 1834, 1835 y 1836. Fue elegido mediante voto popular para ejercer la presidencia entre 1845 y 1849. Lideró el alzamiento de los liberales de 1860, que terminó con el derrocamiento del presidente Mariano Ospina Rodríguez. Instaló la convención de Rionegro en 1863, donde se redactó la Constitución que creó los Estados Unidos de Colombia. Ocupó en cuatro ocasiones diferentes la presidencia de la República.
El artista italiano Pietro Tenerani, a quien se le atribuye esta obra, se destacó en el siglo XIX por su propuesta de esculturas conmemorativas no sólo en Colombia, también en varios países de América Latina tras consolidarse la independencia de las naciones. Se le considera el primer escultor del libertador Simón Bolívar. A Colombia llegó justo por invitación de Mosquera.
El General Francisco Antonio Zea, cientíico, político, periodista y diplomático, nació en Medellín el 12 de noviembre de 1766 y murió en Bath, cerca de Londres, el 22 de noviembre de 1822. Integró la Expedición Botánica. Al ser desterrado del país en 1794, se radicó en España, donde fungió como director del Jardín Botánico de Madrid. Mientras ejercía dicho cargo publicó las obras: “Semanario de agricultura y artes”, que se convirtió en su momento en uno de los principales órganos de difusión de la ilustración española. Allí publicaron los más relevantes científicos e ingenieros españoles y europeos, textos sobre las últimas teorias en torno a la agricultura, las artesanías y otros usos domésticos cotidianos. En 1815 salió de España y se radicó en Jamaica, donde se unió a la causa patriota. Bolívar lo nombró en imporantes cargos administrativos, entre los que se cuenta haber sido el administrador de los recursos del ejército libertador.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
Atanasio Girardot (1791-1813), conocido también como el Héroe del Bárbula, tuvo una importante relevancia para la historia de Colombia a pesar de su corta vida: en 1810 se graduó como abogado y fue reconocido como Teniente del Batallón Auxiliar de Santafé; luego de haber combatido, durante el gobierno de Antonio Nariño en la provincia de Cundinamarca, fue ascendido a Capitán. Sin embargo, más adelante, en la lucha de sometimiento a las provincias federalistas de Tunja y el Socorro, decidió cambiar súbitamente de bando y apoyar la causa de Simón Bolívar, en la que comandaría varios batallones que ocuparon Mérida, Trujillo, Barinas y Nutrias, en Venezuela. En Apure, se encargó de la retaguardia durante el avance de Bolívar hacia Caracas, alcanzándolo cerca del cerro Bárbula, sitio donde tuvo fuertes batallas en contra del ejército realista. El 30 de septiembre de 1813 murió en combate envuelto en la bandera republicana.
La obra fue legada a la ciudad por Francisco Antonio Cano, quien desde niño se inclinó por el arte hasta ser uno de los artistas más connotados de Antioquia y el país, no solo por sus esculturas, sino también por sus pinturas y dibujos. De sus viajes a Europa le quedó el gusto por el romanticismo francés.
Nada se sabe del artista que construyó la fuente que reposa en el centro de la Plazoleta de La Veracruz, uno de los sitios más antiguos del centro de Medellín. El templo que le da su nombre es una joya arquitectónica de 1682. Elaborada en piedra oscura y porosa, la misma que se utilizó para construir la iglesia y las columnas que la rodean, se integra perfectamente a la plazoleta, reforzando el aire de antigüedad que tiene en su conjunto esta zona de la ciudad.
Esta obra, instalada allí en 1968, ofrece una gran paradoja urbana: anónima en su creación, es una de las más referenciadas del sector, dado que es un punto de encuentro de cientos de ciudadanos que se convocan allí y de decenas de trabajadoras sexuales que se apropiaron del lugar desde hace varias décadas para acordar allí con sus clientes los furtivos encuentros. Una de sus particularidades es que si bien es referenciada como “fuente”, nunca ha tenido agua.
Rafael Uribe Uribe, insigne personaje, nacido en Valparaíso, Antioquia, el 12 de abril de 1859. Siempre al servicio de las ideas liberales, se destacó como uno de los grandes líderes rebeldes de Colombia. Combatió en varias guerras civiles: en la de 1876, en la defensa del gobierno radical de Aquileo Parra; en la de 1885, en contra del gobierno del conservador Rafael Nuñez; en la de 1895, bajo el mando del general Siervo Sarmiento y fue uno de los comandantes del ejército rebelde que combatió en la llamada Guerra de los Mil Días, un largo y sangriento conflicto que devastó al país entre 1899 y 1902.
Tras aceptar su derrota, Uribe Uribe se convirtió en el jefe único del Partido Liberal. Su vida como militar la combinó con su faceta como escritor, académico y diplomático. Entre sus principales obras figuran: “Ensayos sobre cuestiones teológicas y los partidos políticos en Colombia”; “Reducción de salvajes”; “Torrefacción y venta de café”. El 15 de octubre de 1914, mientras ingresaba a las instalaciones del Congreso de la República, fue brutalmente atacado por dos hombres, quienes con golpes de hacha le produjeron la muerte.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
Esta fuente, que dejó de verter agua hace ya varias décadas, es una obra situada en el atrio de la Iglesía de San José, templo católico construido en 1646, uno de las más aintiguos del centro de la ciudad. Sobre la pileta, instalada en 1902 hay varias discusiones entre especialistas en el tema. La obra original es del artista antioqueño Francisco Antonio Cano, uno de los escultores más representativos del país, pero se cree que ésta se perdió y en su reemplazo se construyó una similar, a cargo del maestro Oscar Rojas.
Sea original o no, esta fuente seca es uno de los puntos de encuentro que tienen los ciudadanos, sobre todo porque su ubicación es bastante central: la Avenida Oriental con la calle Ayacucho, vía sobre la cual rueda el tranvía. Por momentos, es tal la afluencia de gente y de vehículos que la obra se pierde en esa nube urbana.
Alumno y seguidor de Jose Horacio Betancur, el escultor antioqueño Oscar Rojas recibió también formación en Italia, pero su aprendizaje más profundo lo encontró en la marginalidad colombiana. En 2010, cuando cumplió 80 años, declaró: “el arte no es para estar en hoteles y oficinas, donde nadie pueda verlo”, reivincando así el espacio urbano. En esta obra exaltó a Jorge Eliécer Gaitán, cuyo busto reposa en uno de los puntos más transitados del centro de la ciudad, la Avenida Oriental con la Calle Colombia, y que le da nombre a la avenida (aunque la gente la reconoce más como la Avenida Oriental).
Rojas le hace un homenaje a este abogado y político, nacido en Bogotá el 26 de enero de 1903. Fue alcalde de Bogotá y titular de las carteras de Educacion Nacional y Trabajo. Reconocido por su capacidad oratoria, Gaitán promovió grandes debates en el Congreso de la República y en la plaza pública tendientes a jalonar profundas reformas que favorecieran a las clases menos favorecidas. Tras salir derrotado en las elecciones presidenciales de 1946, creó dentro del partido Liberal el Movimiento de Restauración Moral, que a la postre lo llevó a asumir la jefatura única de esta colectividad.
Con el apoyo de los liberales y de un amplio sector de las clases populares, Gaitán se propuso conquistar la Presidencia de la República en las elecciones de 1950, pero fue asesinado el 9 de abril de 1948. Su muerte provocó una gran revuelta nacional que luego se conocería como “El Bogotazo”, lo que derivó en una intensa violencia partidista que se mantuvo durante varios años y a la que le atribuyen el germen de la confrontación armada que marcara la historia reciente de Colombia.
No hay registros concretos que indiquen cómo llegó el escultor argentino Orlando Stagnaro a Medellín. Nacido en Buenos Aires en 1895 y sin gran formación académica, se destacó por aplicar la técnica del retrato, que supo llevar a la escultura. En uno de los cruces de mayor tránsito de la ciudad, Avenida Oriental con Echeverry, resposa una de sus obras, que no debe ser coincidencia, reproduce la figura de José De San Martín, aquel que con sus gestas militares ayudaría a liberar a Chile, Argentina y Perú del dominio español.
San Martín nació en la provincia de Corrientes, Argentina, el 25 de febrero de 1778, en el seno de una familia blanca y aristocrática que decidió regresar a España a finales del siglo XVIII. En el viejo continente, San Martín ingresó al ejército español, donde su arrojo y valentía le valieron múltiples ascensos y distinciones. Pero fue también en Europa donde el brillante militar conoció las ideas propagadas luego de la Revolución Francesa, al punto que pidió la baja de las tropas españolas para cruzar el Atlántico y emprender la misión de liberar los pueblos de América del Sur de la tiranía española. Así, en enero de 1817, inició la que ha sido considerada la mayor gesta militar del continente americano: el cruce de la cordillera de los Andes, cuyos resultados victoriosos contra las tropas realistas terminaron dándole la independencia a Chile y Perú. Después de alcanzar la gloria en el campo de batalla, San Martín renunció al poder político y paulatinamente fue desapareciendo de la escena pública. Murió el 17 de agosto de 1850, en Boulogne-sur-mer, Francia.
En este ícono de la ciudad, instalado en el corazón de la ciudad en la segunda década del siglo XX, participaron tres artistas: 1) Giovanni Anderlini, quien concibió la figura; Eugenio Maccagnani, quien fundió la obra; y el arquitecto belga Agustín Goovaerts, quien trabajó en el pedestal. Su obra le dio nombre al emblemático Parque de Bolívar, un homenaje al libertador, nacido en Caracas, Venezuela, el 24 de julio de 1783. Descendiente de una aristocrática familia vizcaína, que llegó a las colonias españolas de América en el último cuarto del siglo XVI, terminó por convertirse en el más grande militar de la causa americana. No en vano la historia le confirió el título de “El Libertador”, al comandar los ejércitos que lograron derrotar y expulsar a las tropas españolas de Colombia, en la batalla de Boyacá (1819), Venezuela, en la batalla de Carabobo (1822) y Ecuador, en la batalla de Pichincha (1822).
Junto al general José de San Martín liberaron a Perú, en la batalla de Junín (1824). La victoria de los patriotas en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, significó el fin del dominio administrativo español sobre sus colonias en América del Sur, y el inicio del gran sueño de Bolívar: la creación de una supranación llamada Grancolombia, integrada por los países liberados por él. Tras la campaña libertadora, Bolívar tuvo que enfrentar levantamientos, rebeliones y atentados contra su vida que terminaron por frustrar su idea de un estado panamericano. Cansado de las intrigas políticas en los nacientes estados americanos, acorralado por sus enemigos políticos y afectado por una delicada enfermedad pulmonar, la muerte lo sorprendería el 17 de diciembre de 1830, en la Quinta San Pedro Alejandrino, cerca de la ciudad de Santa Marta.
Si hay una obra que confronte la violencia urbana de manera categórica y sin ambigüedades es esta obra de Fernando Botero, instalada en el Parque San Antonio como un símbolo de la fortaleza de una ciudad que se repone constantemente de sus adversidades.
La obra es una réplica exacta a la que fue destruida el 10 de junio de 1995 por un ataque dinamitero indiscriminado que dejó 22 personas muertas y por lo menos otras cien heridas y del cual aún se desconocen los responsables. Fue entregada a la ciudad el 31 de enero de 2000 como una manera de reparar a las víctimas y de manifestarse en contra de los autores del atentado, y por solicitud expresa de Botero fue ubicada al lado de la que fue destruida, como muestra de rechazo a la violencia y en representación de un nuevo comienzo.
Durante la entrega de la obra, el artista anunció que donaría, además, 14 esculturas monumentales que serían instaladas en el sector de la Plazuela de la Veracruz y los alrededores del Museo de Antioquia, tal como a la postre sucedió.
Esta obra hace parte de las primeras donaciones del escultor Fernando Botero a la ciudad. Fue traída en 1994. Inicialmente se concibió la idea de instalarla a un lado del Torso Femenino, mejor conocida como “La Gorda de Botero”, ubicada en el costado noroccidental del Banco de la República, en pleno centro de Medellín.
No obstante, luego de conocer el renovado Parque de San Antonio, el artista decidió que ese era el lugar para situar su Torso. Fue ubicado en el costado sur, de frente hacia el norte, y tiene en su perspectiva visual otro ícono urbano: el Edificio Coltejer.
Fiel a su propuesta estética de gran volumen sobre la figura humana, la escultura representa un torso masculino tomado desde la zona media de las piernas hasta el cuello y sin brazos. Resaltan los músculos del pecho, abdominales y piernas. Junto a otras 478 obras, fue declarada Bien de Interés Cultural del ámbito nacional en abril de 2012 por el Ministerio de Cultura.
Por su gran tamaño, la Puerta de San Antonio es una de las esculturas más visibles de la Avenida Oriental, el eje vial que atraviesa el centro de la ciudad. Instalada en el costado nororiental del Parque San Antonio, y rodeada por la intensa actividad comercial y de tránsito, fue concebida como una invitación a recorrer este gran espacio urbano, por donde circulan diariamente miles de personas.
Esta obra escultórica, que combina ángulos rectos con una torsión circular, es considerada una de la más importantes construidas por el artista antioqueño Ronny Vayda. De acuerdo con el escultor, muchas de sus obras públicas: “tienen torsiones y forman figuras que pueden parecer amorfas, pero todas están dictadas por la geometría euclidiana”.
En su placa, la obra es descrita como una representación del “movimiento, la continuidad, la solidez y la trascendencia” y sobre ella, el crítico de arte Germán Rubiano Caballero escribió: “Está construida en un amplio marco y una extensa curva anudada que relaciona los dos elementos verticales. Realmente imponente, La puerta se yergue como símbolo de pujanza y desarrollo, recuerda los portones de la arquitectura tradicional de Antioquia”.
Pedro Justo Berrío fue un líder conservador antioqueño del siglo XIX, reconocido por sus dotes políticas, militares y educativas. Fue proclamado presidente del Estado Soberano de Antioquia entre 1864 y 1873. Durante su mandato, la construcción de caminos y la educación fueron muy importantes. Fue considerado el precursor del ferrocarril, al impulsar la construcción del camino carreteable entre Medellín y el Río Magdalena.
En cuanto al mejoramiento del aparato educativo, Berrío implementó diversas medidas: amplió la cobertura escolar al fortalecer la educación para los sectores pobres, realizó mejoras en los locales de escuelas que fueron utilizados como cuarteles en tiempos de guerra, incentivó la creación de escuelas gratuitas en los municipios y destinó buena parte del gasto público en el sostenimiento de las escuelas primarias y secundarias.
La obra, del escultor italiano Giovanni Anderlini, le da en cierta medida, el nombre a uno de los principales parques de la ciudad, conocido como el Parque de Berrío, y en cuyos alrededores se encuentran el Banco de la República, una de las principales estaciones del Metro y la catedral Nuestra Señora de la Candelaria. La escultura del insigne personaje siempre está rodeada de decenas de personas que no sólo transitan por el lugar, sino que lo ocupan, ofreciendo una imagen de intensa actividad, de día y de noche.
El Cacique Nutibara fue un bravo guerrero indígena que opuso fuerte resistencia a los conquistadores españoles en la Serranía de Abibe, un enclave montañoso del Urabá antioqueño que lleva al océano Atlántico. En esas luchas perdió a su hermano Quinunchú, lo que debilitó su ejército y favoreció el avance de los ibéricos, quienes buscaban el oro de aquellas tierras. Ante el temor de verse sometidos tras la muerte del Cacique Nutibara en combate, los nativos decidieron ahorcasen en medio de la selva.
Esta obra es de Pedro Nel Gómez (1899-1984), pintor, muralista, escultor, ingeniero civil, arquitecto y urbanista antioqueño. Formado en escuelas de Italia, Francia y Holanda desarrolló una obra sin igual que no sólo se ve plasmada en esculturas, sino también en murales. Sus temas recurrentes son la extracción del oro y los mitos y las leyendas; de ahí que haya pensado en destacar a este indígena rebelde, que le da nombre a una de las plazoletas más icónicas de la ciudad.
Pedro José Berrío (1865-1950) fue un político de filiación conservadora. Es descrito como militar, político y comerciante. Su participación en la guerra civil de 1895, hizo que el presidente Rafael Reyes le otorgara el grado de General. En la llamada Guerra de los Mil Días (1899-1902) se desempeñó como jefe de las fuerzas militares en Antioquia. Fue gobernador de este Departamento en tres oportunidades, entre 1912 y 1929.
Su compromiso con el Departamento lo llevó a rechazar el cargo de Ministro de Guerra que le ofrecieran desde Bogotá. Tal decisión fue elogiada por el diario El Colombiano, uno de los más importantes de la ciudad y el país, en un comentario editorial, fechado el 20 de diciembre de 1915: “El General Pedro José Berrío, digno hijo de su padre, Pedro Justo Berrío, ha demostrado serenidad y arrojo en los campos de batalla y con valor, energía y probidad ha representado a su pueblo en los Cuerpos Legislativos de la nación. Ahora, cuando por segunda vez desempeñaba el alto puesto de Gobernador de Antioquia, fue designado para colocarse al frente del Ministerio de Guerra. Sin embargo, de manera respetuosa declinó este ofrecimiento pues su anhelo y el nuestro es que siga rigiendo los destinos de nuestro departamento”. Se desconoce el autor de esta obra.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, característica que lo ha consagrado como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. Prueba de ello es esta obra monumental, de 38 metros de longitud, ubicada en la plazoleta principal del Centro Administrativo La Alpujarra, desde donde se rigen los destinos locales y regionales. La obra es definida como: “una historia de los pueblos conquistados: su pasado, su religión, su concepción con la elevación y la evolución de su trabajo. Todo ello, está coronado con la muerte”.
En la ceremonia de inauguración, el 31 de mayo de 1988, Arenas expresó: “Nos toca inaugurar este monumento a Antioquia en momentos aciagos de inmenso, intenso y extenso dolor; momentos en que la patria se va desmembrando, se va mutilando inexorablemente, sumergida en la destrucción y el canibalismo”, haciendo alusión tácita a la guerra que el narcotráfico había desatado contra la ciudad y el país en aquellas épocas. El escultor dedicó su obra a la memoria del maestro Pedro Nel Gómez y a la vida del poeta Carlos Castro Saavedra. En su base yacen parte de las cenizas del maestro antioqueño.
Francisco Javier Cisneros, insigne ingeniero civil cubano que, participó en la construcción de los ferrocarriles de Cuba y en las guerras de independencia en el siglo XIX. A finales de 1873 lo llamó el gobierno de Antioquia para participar en la construcción del ferrocarril del departamento; aunque no se desvinculó de la vida política en Cuba, en 1874, luego de aprobada su propuesta, comenzaron las obras. A pesar de los avances, la obra se vio interrumpida por la guerra civil de 1884-1885, que dejara el proyecto sin recursos económicos. Cisneros decidió abandonar su obra más preciada y en noviembre de 1885, con un total de 48 kilómetros ejecutados, dio por terminado su trabajo. Su huella quedaría igualmente plasmada en los ferrocarriles del Cauca, Girardot, La Dorada y Bolívar; así como en el muelle de Puerto Colombia y en el tranvía de Barranquilla.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, instalada en la antigua estación central del Ferrocarril de Antioquia, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
El Barrio Corazón de Jesús, mejor conocido como ‘Barrio Triste’, es una populosa zona de la ciudad, donde se desarrolló de manera paulatina el centro de venta de repuestos y servicios para automotores más grande de Medellín. En total, lo componen 33 manzanas, localizadas entre la Avenida del Ferrocarril, la Avenida del Rio, la Calle San Juan y la Calle Colombia. Justo allí, y como un homenaje a quienes laboran en el sector, el artista panameño Justo Arosemena concibió esta obra, que le da continuidad a sus reflexiones estéticas sobre los oficios básicos de la gente.
Cada detalle de la escultura es una fiel representación de las labores que rodean el servicio automotriz, razón por la cual se convirtió de inmediato, en un referente para todos aquellos que se dedican a la mecánica. La apropiación de los vecinos los llevó a ponerle apodos al personaje esculpido y a asociarlo con históricos mecánicos del sector.
León Arango Paucar (1936-1990) fue un político antioqueño que transitó por el Concejo de la ciudad y el Congreso de la República en representación del Partido Liberal. Como concejal, fue uno de los impulsores en 1977, de la creación de una empresa pública, constituida por el Departamento de Antioquia y el Municipio de Medellín, para planear, diseñar, construir y operar el tren metropolitano en el Valle de Aburrá, de donde surgiría el Metro de Medellín, uno de los íconos de la ciudad.
Esta pieza escultórica, instalada en los alrededores del Centro Administrativo La Alpujarra, se complementa con una inscripción que reproduce la carta de despedida enviada a su jefe político y amigo personal, William Jaramillo Gómez, el 14 de agosto de 1990. En ella se lee: “Al despedirme de manera definitiva, lo hago con la tristeza inmensa de que Colombia y Antioquia aun no hayan podido alcanzar la madurez suficiente para desentrañar cuáles hombres realmente la quieren y cuáles la usufructúan para su provecho particular o enriquecimiento personal. Es como si el futuro de Colombia estuviera fincado en Higuita jugando contra Camerún. No se persigue un fin altruista sino el enriquecimiento sin causa en medio de la lenidad, nacimos, Dr. Jaramillo, en una época totalmente distinta a nuestra concepción fundamental de los valores del hombre.
Muero con la angustia de que eso, por ahora no se pueda cambiar. Pero me tranquiliza saber que nunca los superficiales, los banales y quienes buscan su enriquecimiento o su fama, han podido en la historia de la humanidad prevalecer por encima del interés general. Me llevo el inmenso orgullo de haber trabajado con un hombre como usted de quien, además, conté con el privilegio de su amistad personal”.
La obra es del escultor caldense Jorge Vélez Correa, formado en Filosofía y Letras, quien recibió gran parte de sus influencia de la obra del artista francés Auguste Rodin, mirada que puso en práctica, inicialmente, en el taller del maestro Rodrigo Arenas Betancourt y luego, en el que abriera a nombre propio.
Esta obra, de un profundo carácter urbano, representa uno de los oficios tradicionales que se desarrollan en los alrederores y dentro de la Plaza Minorista; sí, el del carretillero, un informal transportador que cuenta con un pequeño vehículo de dos ruedas para cargar cuanta cosa pueda, siempre y cuando sus fuerzas se lo permitan, pues es un elemento de tracción humana.
La obra escultórica, realizada por la artista bogotana Janeth Reyes Rivera, se destaca por sus detalles realistas. La pieza está construida en tamaño natural. El centro es un carretillero, de apariencia campesina, como lo sugieren sus accesorios: sombrero, carriel y alpargatas, que está sentado en la carretilla, su herramienta de trabajo, a la espera de un nuevo servicio. Su instalación no pudo ser más significativa: cerca a la Minorista, un centro de comercio al por mayor y al menudeo que convoca a miles de personas diariamente y, por supuesto, a decenas de carretilleros, prestos a transportar lo que el cliente quiera.
El artista Edgar Gamboa Velásquez proviene de los barrios que alguna vez fueron periféricos, pero que actualmente se integraron al desarrollo de la ciudad. Es conocido como el “Escultor de Campo Valdés” y se proclama como alumno del maestro Justo Arosemena. El monumento a Los Niños De Villatina, fue erigido en memoria de los nueve jóvenes asesinados en el barrio Villatina de Medellín la noche del 15 de noviembre de 1992 por agentes de seguridad del Estado. En la obra se puede observar a una niña que baila, a otro niño que juega con un balón, a otro escuchando música en una grabadora, una bicicleta y a otro niño que lee aparte, sentado en una banca. El espacio que los contiene es un carrusel que conforma un globo.
El monumento hace parte de las acciones de reparación en favor de las víctimas que debió realizar el Estado colombiano después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo hallara responsable de este hecho. Fue instalado en el populoso Parque del Periodista, donde los visitantes se han apropiado de una manera curiosa de la obra: es usada como lugar de encuentro y conversación de cientos de jóvenes que confluyen allí durante el día y la noche.
La realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que representa a uno de los personajes más icónicos no sólo de Medellín sino de cualquier ciudad de América Latina: la vendedora de dulces y cigarrillos. Mujer madura, de contextura gruesa, con rastros faciales fuertes moldeados bajo el sol y el agua, resultado de su labor callejera. En la mano derecha lleva un bastón, junto al cuello la caja con sus productos y en su mano izquierda unos dulces que ofrece a los transeúntes. Su tamaño natural le imprime un fuerte realismo.
La particularidad de la realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que rinde homenaje a una de las labores más reconocidas en las urbes desde el siglo XIX y que pese a tanta modernidad, perdura en el tiempo: el lustrabotas. Siempre conversador, siempre amable, interesado en las vivencias de su cliente de turno. El realismo de esta obra invita al transeúnte a sentarse y esperar que este personaje saque de la caja el betún y escriba otro fragmento de su vida en los zapatos del cliente.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en el vecino municipio de Itagüí en 1944, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido por ser uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Entre ellas se encuentra Renacer, una fuente instalada en la sede el Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Es una alegoría a la familia campesina que retorna al campo, a sus tierras, para permitirse un nuevo amanecer, para sentir de nuevo la vida. Papá, mamá, hijo e hija, rodeados de montañas, bañados por un sol metálico y en constante contacto con el agua, permite entender que la obra va más allá de un simple paisaje para encarnar la historia propia de los habitantes del campo colombiano.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas: “… el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano se puede establecer que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela de arte en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica se concentró en personajes históricos y de relevancia nacional, entre ellos Guillermo Gaviria Correa, el gobernador de Antioquia secuestrado junto con su Asesor de Paz, Gilberto Echeverri Mejía, el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia.
Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad contra el secuestro. La obra fue instalada en uno de los pasillos de la sede del Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Con posterioridad, el busto fue intervenido por el artista bogotano Miller Lagos, quien le añadió brazos y piernas.
De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano se puede establecer que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela de arte en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica se concentró en personajes históricos y de relevancia nacional, entre ellos el Asesor de Paz Gilberto Echeverri Mejía, secuestrado junto con el gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria Correa, el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia.
Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad contra el secuestro. La obra fue instalada en uno de los pasillos de la sede del Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Con posterioridad, el busto fue intervenido por el artista bogotano Miller Lagos, quien le añadió brazos y piernas.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. El Desafío de la Raza es un claro ejemplo de ello. Construida en concreto y bronce, mide en total 18 metros y en ella se exalta al pueblo americano, sus luchas y sus hazañas. Fue instalada en el costado suroriental del Parque Berrío, justo frente a la entrada principal del Banco Popular. Su altura no es excusa para que visitantes y transeúntes no se fijen en ella.
Don Juan del Corral Carriazo, es un personaje histórico de la vida nacional que nació en Mompox el 23 de junio de 1778 y murió en Rionegro en 1814. Durante la Primera República jugó un papel determinante al declarar el 11 de agosto de 1813, la independencia absoluta de Antioquia, para lo cual le dieron todas las facultades necesarias al nombrarlo Presidente Dictador de la Provincia de Antioquia. Así mismo, fue quien concedió el título de ciudades a Medellín y a Marinilla, y aprobó la libertad de vientres de esclavos, promulgada por los legisladores antioqueños. El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa.
El autor de esta pieza escultórica, Bernando Vieco, se formó inicialmente en la contaduria y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor. De sus obras se dice que: “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”. La obra fue instalada en la parte baja de la Estación Prado del Metro, un populoso sector del centro de la ciudad.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás.
Esta obra está ubicada en uno de los lugares más centrales de la ciudad de Medellín, el extremo sur del Parque Berrio; en una de las esquinas del Banco de la República. La llegada a la ciudad y su instalación, en septiembre de 1986, abrió la puerta para conocer más de cerca al autor y su manera de ver el cuerpo humano, siempre voluptuoso. La escultura monumental, de grandes caderas y protuberantes senos, encantó de inmediato a los transeúntes y se convirtió muy pronto en un punto de encuentro de los ciudadanos, quienes coloquialmente suelen decir: “nos vemos en la Gorda de Botero”. Su presencia no pasa inadvertida y es desde hace más de 30 años un ícono del turismo, el arte y la cultura urbana.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta obra, al igual que la Mujer reclinada y Mujer con fruta son, tal vez por la posición de sus cuerpos, tres esculturas que además de la magnificencia le dan paso a la sensualidad y el erotismo al resaltar los atributos que logran atraer, seducir y encantar a cada transeúnte que pasa por su lado.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en el vecino municipio de Itagüí en 1944, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido por ser uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Se destaca entre sus obras monumentales este homenaje a dos personajes de la vida regional y nacional, instalado en el costado frontal de la plazoleta principal del Centro Administrativo La Alpujarra. La escultura representa a Guillermo Gaviria Correa, Gobernador de Antioquia entre el 1 de enero de 2001 y el 14 de abril de 2002, y su Asesor de Paz, Gilberto Echeverri Mejía, convertidos en árboles que dieron vida. Ambos fueron secuestrados el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia. Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad. Esta obra fue concebida como una invitación a la reconciliación, la unión y, sobre todo, a la esperanza.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas “el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
Situada en uno de los costados del puente de la Avenida 33, sobre el río Medellín, fue instalada esta gran obra, en homenaje al arriero. Se trataba de un pedestal del que emergían la cabeza, un recio brazo de un arriero y la cabeza de su mula ilustrando un forcejeo entre el hombre y el animal, en su faena diaria. La escultura causó polémica, porque los puristas no aceptaron esta representación de uno de los oficios insignes que exalta tradicionalmente los valores asociados al trabajo y la errancia de los antioqueños.
Poco a poco la obra fue desbaratándose y de ella no queda el rastro, sólo su pedestal. En una ocasión, hablando con el diario El Colombiano, el maestro Oscar Rojas, su autor, dijo, entre risas: “Que me devuelvan la piedra, para tallarla”.
El reto propuesto por un oficial de la Policía Nacional al escultor Leobaldo Pérez Jiménez no era fácil: convertir en piezas artísticas el metal que contenían por lo menos 35 mil cuchillos, navajas y puñales almacenados en una bodega de la sede de la Policia Metropolitana. El artista recuerda que cuando le llevaron el material, su taller se llenó de una extraña energía: “Las armas estaban sucias. Cuando las lavaba, algunas soltaban sangre. Tuve que neutralizar todo eso y me propuse convertirlo en algo estético”. Para el Árbol de la Vida se usaron 27.398 armas blancas entregadas por jóvenes de Medellín durante diferentes jornadas de desarme.
Este Árbol, ubicado en uno de los nuevos espacios públicos de la ciudad, el Parque Bicentenario, mide unos 6.5 metros, tiene 4.5 metros de ancho y pesa alrededor de dos toneladas. Se trata de una obra que busca sensibilizar al transeunte sobre la necesidad de mantener vigente nuestro pasado para encontrar allí la fuerza transformadora de un presente sin ningún asomo de violencia. En la base de la obra se inscribió una frase del escritor checo Milán Kundera: “la vida es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir”.
Esta locomotora es el símbolo de pujanza, de una época gloriosa para el departamento. El problema de los antioqueños del siglo XIX era que su rica economía minera, cafetera e industrial, no tenían salida hacia los puertos de la costa norte colombiana. Por ello era necesario construir una vía férrea desde Medellín hasta Puerto Berrío.
Esta réplica, que yace silenciosa en las inmediaciones del Centro Administrativo La Alpujarra, centro del poder local y regional, es evocativa del Ferrocarril de Antioquia, uno de los proyectos de transporte más ambiciosos de los antioqueños del siglo XIX. Iniciado formalmente en 1874, bajo la conducción del ingeniero civil cubano Francisco Javier Cisneros, tuvo bastantes dificultades en su desarrollo, generadas, entre otras razones por las guerras civiles de finales del siglo XIX y comienzos del XX, lo que dejó el proyecto sin recursos económicos y sin el ingeniero Cisneros, quien renunció en 1899.
Pero gracias a los recursos provenientes de la indemnización pagada por Estados Unidos por la cesión de Panamá, se reactivó el proyecto ferroviario, que se enfrentó a una barrera natural: el paso de La Quiebra, que fue superado gracias a la creatividad del ingeniero antioqueño Alejandro López Restrepo, quien diseñó un túnel como solución, construido por una firma canadiense. Superado este obstáculo, la primera locomotora pasó por allí el 7 de agosto de 1929. Después de ese logro, vinieron años de abundancia con cada pito, que anunciaba la llegada o la partida del tren cargado de productos agrícolas, pecuarios e industriales desde o hacia los mercados nacionales e internacionales. Su declive comenzó en 1960 y dejó de funcionar en 2004. Muchos esperan que el tren sea reactivado y sus sonidos típicos se escuchen nuevamente en los paisajes verdes y montañosos de Antioquia.
“Es una de las obras que el artista antioqueño Carlos Mario Vélez quiso hacer tipo monumental, pero se quedó en el pequeño formato. Esta vez exaltó la figura del militar y presidente Gustavo Rojas Pinilla, quien nació en Tunja el 12 de marzo de 1900 y murió en Bogotá el 17 de enero de 1975. Ingeniero, militar y comandante de las Fuerzas Armadas, el 13 de junio de 1953 organizó un golpe de Estado mediante el cual asumió la presidencia, gracias al apoyo de diversos sectores políticos e incluso, de la población civil.
Bajo su dictadura, Rojas Pinilla realizó importantes obras de infraestructura como el Hospital Militar, creó el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), la construcción de cientos de acueductos, vías y aeropuertos. Mediante acto legislativo del 25 de agosto de 1954, concedió el voto a las mujeres y les reconoció sus derechos políticos. Al mismo tiempo que alcanzó la paz con los grupos alzados en armas, declaró ilegal las actividades del Partido Comunista Colombiano. Dejó la presidencia en manos de una Junta Militar en 1957, pero se presentó a elecciones presidenciales en 1970, en nombre del movimiento Alianza Nacional Popular (Anapo), que él mismo fundó. Al final, perdería los comicios por estrecho margen con el candidato conservador Misael Pastrana.”
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3 - Manrique [2]
Jorge Eliécer Gaitán, abogado y político, nacido en Bogotá el 26 de enero de 1903. Fue alcalde de Bogotá y titular de las carteras de Educación Nacional y Trabajo. Reconocido por su capacidad oratoria, promovió grandes debates en el Congreso de la República y en la plaza pública tendientes a jalonar profundas reformas que favorecieran a las clases de menos recursos.
Tras salir derrotado en las elecciones presidenciales de 1946, Gaitán creó dentro del partido Liberal el Movimiento de Restauración Moral que lo llevó a asumir la jefatura única de esta colectividad. Con el apoyo de los liberales y de un amplio sector de las clases populares, se propuso conquistar la Presidencia de la República en las elecciones de 1950, pero fue asesinado el 9 de abril de 1948. Su muerte provocó una gran revuelta nacional que luego se conocería como “El Bogotazo”, lo que derivó en una intensa violencia partidista que se mantuvo durante varios años y a la que le atribuyen el germen de la confrontación armada en Colombia.
La pieza escultórica, de tamaño natural, autoría de Rodolfo Montoya, muestra a Gaitán en actitud de discurso callejero. Fue instalada en un pequeño parque que lleva su nombre, en el barrio Manrique, nororiente de la ciudad, una zona que se gestó justamente con el esfuerzo de la clase obrera que tanto defendió el político bogotano.
La historia de la escultura creada en homenaje a Carlos Gardel (1890-1935) es muy particular; se dice que esta es la tercera versión. Cuando el argentino Leonardo Nieto Jardón llegó a Medellín, se sorprendió al ver que no hubiera un monumento dedicado al máximo ícono del tango en una ciudad asociada irremisiblemente a la vida de este músico. Al llegar, Nieto fundó El Salón Versalles y cuando su economía mejoró, dedicó sus esfuerzos a promover el Festival Internacional de Tango; y asociado a todo esto, la construcción de una escultura ligada al Rey del Tango en el barrio Manrique.
Para ello, tocó diversas puertas; la Federación de Cafeteros aportó la mayor cantidad del dinero y el gobierno militar argentino se encargó de contactar a un escultor que en su opinión, era idóneo para fabricar la escultura que luego fue trasladada hasta Medellín sin costo alguno. El escultor italo-argentino, Santiago Chierico, construiría, entonces, una gran estatua en granito, instalada el 12 de octubre de 1968 en medio del primer Festival Internacional de Tango de Medellín.
En 1971, la pieza escultórica fue destruida de manera accidental por dos borrachos que se subieron al pedestal y tras abrazarse con ella cayeron al piso junto a la obra. Para reponerla, Nieto convocó a cinco escultores reconocidos de la ciudad, quienes coincidieron en que Alfonso Goez era el indicado por tratarse de un muy buen escultor y un gardeliano de primer orden. El artista logró entregar la nueva versión para el Festival de ese año. Pero ocurrió un imprevisto, algunos conocedores del tema e, incluso, la prensa local, criticaron fuertemente el resultado porque según ellos, la obra no tenía ningún parecido con Carlos Gardel. Goez se mostró muy afectado y solo dos años después decidió hacer una segunda pieza, que incluía unas pequeñas diferencias en el rostro y la vestimenta. Esta escultura es la que hoy se conserva en el barrio Manrique.
4 - Aranjuez [5]
Antonio Nariño (1765-1823): precursor, libertador, periodista, pensador, economista y humanista. Tuvo una agitada vida revolucionaria, razón por la cual estuvo varias veces preso. En 1793 tradujo la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada por la Asamblea Nacional de Francia en los inicios de la Revolución francesa. Tanto su vida como sus luchas independistas, forjadas filosófica y políticamente en Francia y Gran Bretaña, son un reflejo de lo que ha sido Colombia, país al que ayudó a crear, y cuyas enseñanzas aún siguen vigentes. La Revista Semana (2003) reseña que “la expresión de Manuel del Socorro Rodríguez que señala al gobierno de Nariño como ‘digno por cierto, de desearse eterno’ no era gratuita, ni un simple elogio”.
El ideal romántico y neoclásico que le imprimió el artista antioqueño Alfonso Goez, autor de esta obra, se expresó de manera especial en su preferencia por los temas patrióticos e históricos.
Luz María Piedrahita es una de las mujeres antioqueñas más representativas de la escultura en bronce del país. De sus manos surgió esta obra alegórica a través de la cual rinde un homenaje a las artes – teatro, pintura, escultura y música –. En ella, la imagen de una mujer y de un hombre se muestran exultantes entre jirones de tela, una máscara teatral y dos pájaros colibríes, que representan no sólo la belleza de la naturaleza, sino la armonía que requiere cualquier expresión artística. La obra, instalada en el parque de Aranjuez, uno de los barrios más antiguos de la ciudad, es una invitación a pensar el arte como uno de los componentes fundamentales de la vida.
La obra La Equidad, concebida por Olga Inés Arango, de extensa trayectoria en el ámbito escultórico y artístico, con una particular concepción de la realidad, en la cual el erotismo, la sensualidad, el sentimiento y las vivencias hacen parte fundamental en sus creacionesa. En esta pieza, se rinde homenaje al voto femenimo, una conquista de las mujeres que, para el momento de la obra, conmemoraba 50 años. Por primera vez en la vida democrática del país, las mujeres pudieron depositar su voto en el plebiscito convocado para el 1 de diciembre de 1957, a través del cual se buscaba refrendar la instauración del Frente Nacional como una salida de excepción a la violencia política que padecía el país en aquellas épocas.
Esta obra hace parte del monumento Esquina de las Mujeres, emplazado el 22 de noviembre de 2007 por la Alcaldía de Medellín, como un reconocimiento a la labor de varias mujeres antioqueñas que contribuyeron al desarrollo y la configuración de la identidad de la ciudad. El memorial se encuentra ubicado en las inmediaciones del Jardín Botánico.
Poco se ha escrito del escultor antioqueño Josué Giraldo, nacido en El Peñol, un municipio del Oriente antioqueño; Sin embargo, se conoce que es el creador de esta obra monumental ubicada en la iglesia de San Cayetano, en Aranjuez, un populoso barrio de origen obrero, que guarda especial respeto por las tradiciones asociadas a la Iglesia Católica.
Este Cristo, de 4,8 metros de altura y 3,8 metros de ancho, tiene una característica especial: fue instalado en la parte exterior de un templo, algo poco común. Ubicado justo en la parte superior de la entrada y empotrado de tal forma que ofrece al observador la imagen de quien carga sobre sí la iglesia, es una manera artística de interpretar las Sagradas Escrituras a través de su personaje más representativo. Quienes frecuentan este templo también lo perciben como una invitación a ingresar en este lugar en medio del recogimiento espiritual… Como una forma de estar bajo la protección de esta figura.
Signo Homenaje es una de las esculturas del artista bogotano Manuel Hernández, quien se destacó en el mundo del arte más por sus punturas abstractas que por este tipo de obras ubicadas en sitios públicos. La pieza de gran tamaño, instalada en los alrededores del Jardín Botánico, asemeja a un gigante sin cabeza ni brazos, su torso está cruzado por una banda, similar a las que usan los presidentes o las reinas de belleza. No obstante este tipo de percepciones, muy propias de transeúntes desprevenidos, es abordada por el crítico de arte Germán Rubiano, quien al referise a ella asegura que: “las formas-signos (de Hernández) carecen de referencias y solo por inveterados prejuicios alguien puede asociarlos a figuras conocidas”.
Durante una entrevista a la revista Cromos, publicada el 5 de julio de 2008, habló de la pieza que un año después sería instalada en la ciudad. En medio de la conversación con el periodista señaló una pequeña escultura sobre una mesa de su casa y comentó que la había escogido para instalarla próximamente, en formato grande, en un espacio público de Medellín. En esa charla se refirió al salto que dio de la pintura a la escultura, que no fue planeado: “No lo había presentido -confiesa-, lo hago ahora porque necesito seguir activo y los métodos nuevos me lo permiten”.
5 - Castilla [2]
Como un símbolo de paz, esta obra se instaló en uno de los parques más emblemáticos del Norte de la ciudad, conocido como el Parque de las Naciones Unidas, situado frente a la Terminal de Transporte del Norte. Esta obra, reconocida también como el Monumento Nacional a la Paz, es el resultado simbólico del proceso de reinserción y dejación de armas de la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL), desmovilizada en 1991, bajo acuerdos con el gobierno nacional. Esta pieza fue construida con las 850 armas que entregaron los insurgentes. En su placa se lee: “el árbol podrá sobrevivir cuando las palabras que salgan de la boca de los seres humanos propongan a los dioses el diálogo natural de la tierra. Un diálogo que olvide la soberbia y se una a la honestidad”.
Alba Sanfeliu, investigadora de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, conceptúa: “estas obras artísticas son testimonio de lo ocurrido, y al ubicarse en espacios públicos se convierten en símbolos de reparación. Símbolos que, a su vez, se traducen en hechos y acciones relacionadas con los mensajes que se quieren transmitir a través de ellas”.
Esta escultura tiene una historia bien particular y emotiva. En octubre de 1993, una violenta época para la ciudad, la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Medellín invitó a niños, niñas y jóvenes para que se deshicieran de sus pistolas de juguete, convocatoria que alcanzó una gran acogida. En marzo de 1994, la invitación se extendió a 490 instituciones educativas, que congregaban a 220.000 estudiantes, con el fin de participar, además, en un concurso de pintura que serviría de inspiración parala creación del Monumento a la Paz.
Varios integrantes de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia se encargaron de revisar los dibujos y preseleccionaron 5.599 piezas, de las cuales se eligió finalmente la que inspiraría la obra, autoría de Ángela María Gómez Olaya, de 12 años, y Juan David Londoño Isaza, de 11. Para ellos, la paz debe ser un escenario permanente donde los niños jueguen a la rayuela, sin ningún temor.
Varios presos de la cárcel Bellavista maquetaron en arcilla la propuesta y los escultores Pablo Echavarría y Clara López sacaron la escultura del barrio y la tallaron en cemento, sobre una base que en sus costados lleva la palabra Paz. La obra fue instalada el 12 de diciembre de 1994 en una zona verde ubicada entre la carrera 65 y la Autopista Norte, frente a la Terminal de Transportes del Norte, en el barrio Caribe; una zona donde convergen las dos comunas que históricamente han sido más golpeadas por la violencia en nuestra ciudad: la Nororiental y la Noroccidental.
6 - Doce de Octubre [1]
Guillermo Villegas Mejías, artista tolimense, llegó a Medellín en la década de los ochenta y desde entonces se radicó en el barrio El Picacho, en las laderas del occidente de la ciudad, donde creó Tallerarte, un gran proyecto artístico que creció bajo la sombra de la Institución Educativa Progresar. Este taller ha sobrevivido por más de tres décadas con pocos recursos y ante los avatares de la violencia urbana y la escasez. Su obra Perennidad hizo parte de las obras expuestas de forma permanente en la ciudad durante el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín 1997.
Villegas, en el marco de la inauguración de su pieza escultórica, le explicó al público en qué consistía su obra: “en la parte alta del pedestal está el padre, color tierra, junto a la madre, color naturaleza, en un abrazo permanente e indestructible. De ellos nace un hijo color sol. En los costados del pedestal está simbolizada la desintegración familiar mediante un juego de triángulos que terminan fracturados por los vicios, la cárcel, la muerte… una realidad muy cercana a todos estos barrios donde la vida de los jóvenes pende de un hilo”.
7 - Robledo [2]
Jorge Robledo, conquistador y militar español, de quien se sabe muy poco antes de su llegada al Nuevo Mundo, pues tanto la fecha como el lugar de nacimiento siguen siendo inciertas, aunque algunos historiadores sitúan sus orígenes en Úbeda. La historia registra fuertes enfrentamientos con Sebastián de Belalcázar por la gobernación de la provincia del Río San Juan y también con Pedro de Heredia, quien lo acusó igualmente de usurpar sus dominios, lo encarceló y posteriormente lo envió a España, donde no solo fue absuelto de los cargos de invasión del territorio de Heredia sino que también fue distinguido con el título de Mariscal. Regresó en 1546, nombrado como Gobernador provisional de Antioquia, lo que incrementó las rivalidades existentes. La disputa terminó con su condena a muerte impuesta por Sebastián de Belalcázar en 1546 por traición al Rey, pena que se ejecutó en la Loma de Pozo, en Pácora, a garrote vil (amarrado a un palo, con un collar de hierro en el cuello atravesado por un tornillo que al girarlo causaba la muerte por ahogo o rotura de cuello).
El escultor y fundidor de la obra, el antioqueño Octavio Montoya, fue otro alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidianas y a grandes personajes de la historia, como la de este conquistador y militar español, de gran influencia en Antioquia.
Este escultor colombiano, nacido en la ciudad de Cali, ha tenido un ciclo formativo que se articula entre Colombia, Estados Unidos y Europa. En 1950 viajó a Italia donde encontró la inspiración para desarrollar su obra y avanzar en su carrera universitaria. Sus obras son una síntesis entre dos tipos de humanidad: la latinoamericana, que considera apasionada; y la europea, que caracteriza como más madura y desencantada.
Prueba de ello es su obra El árbol de la vida, instalada en el barrio Robledo, en el intercambio vial de la Avenida 80. La pieza hizo parte de las obras expuestas de forma permanente en la ciudad durante el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín 1997. Esta escultura representa la unión entre una mujer y un hombre,en una constante exploración para llevarnos hasta las raíces y la creación de la vida.
8 - Villa Hermosa [3]
La escultura de Carlos Vásquez Latorre (1870-1964), instalada en el parque principal de Villa Hermosa en la zona nororiental de la ciudad, es un homenaje a la persona que contribuyó a la creación de uno de los barrios más antiguos de Medellín. Vásquez Latorre fue comerciante, terrateniente y político conservador. Mientras era director del Partido Conservador, fundó la imprenta El Colombiano; en compañía de Juan Arbeláez Quijano dirigió el periódico La Defensa; fue socio de la tipografía La Patria y de la Compañía Ganadera del Magdalena.
Aunque le ofrecieron varios cargos públicos, entre ellos la Gobernación de Antioquia y el Ministerio de Hacienda, decidió no ejercer ninguno de ellos. Vendió y donó muchas tierras en la ciudad, entre ellas la finca Villa Hermosa, que fue entregada a la Iglesia Católica, el terreno donde se construyó la iglesia, la casa cural y el parque central, referentes del barrio que lleva este nombre.
El ideal romántico y neoclásico que le imprimió a su trabajo el artista antioqueño Alfonso Goez, autor de esta obra, se expresó de manera especial en su preferencia por los temas patrióticos e históricos.
Este Monumento al Obrero, elaborado por encargo de la Asamblea de Antioquia, fue instalado en el Parque de Boston, uno de los barrios más tradicionales del centro de la ciudad; es una réplica del obrero antioqueño, quien, con su torso desnudo y un martillo y un cincel en sus manos, refleja la fuerza y serenidad que bien describe Julio Cesar Restrepo Barrientos (2009): “Uno se pregunta si la paz del parque donde se encuentra esta escultura, tiene que ver con la sombra que ofrecen los árboles o con la serenidad del rostro metálico de este obrero, que contrasta con la fuerza contenida en sus manos y su cuerpo”. El entorno de la obra se ha convertido en un sitio de camaradería donde los vecinos del sector se reúnen para conversar de sus asuntos más cotidianos.
El autor de esta pieza escultórica, Bernando Vieco, se formó inicialmente en la contaduria y luego, seducido por el arte, este escultor antioqueño se convirtió en un reconocido fundidor en Colombia. De sus obras se dice que: “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”.
Poco se sabe del escultor español Cesar Villa Villa. Lo que sí se conoce es que elaboró una de las esculturas más emblemáticas del centro de Medellín, en homenaje a la familia. Fernando Fajardo, habitante del sector durante toda su vida, recuerda: “Acá trajeron la piedra grande y el hombre se demoró varios meses tallándola a punta de martillo y cincel y uno sólo lo veía de lejos”.
Ubicada en el Parque Obrero, del tradicional barrio Villa Hermosa, se ha convertido en el símbolo por excelencia de la familia. Construida en piedra bogotana amarilla y concreto, fue concebida inicialmente como una fuente, aunque solo funcionó como tal durante unos pocos años, pues se le empezó a dar un uso diferente al ornamental y la maquinaria fue extraída por habitantes de la calle que con frecuencia usaban la escultura y sus alrededores como baño público.
Actualmente no corre agua, pero algunos pobladores del barrio y otros visitantes han entendido que esta obra es un patrimonio de la ciudad y, por lo tanto, la tienen como un punto de referencia cuando se trata de sugerir sitios emblemáticos de Medellín.
9 - Buenos Aires [2]
En 1899, el Papa León XIII hizo pública la encíclica Annum Sacrum, mediante la cual consagró a todos los hombres al Corazón de Jesús; un mensaje de fin de siglo para rendir homenaje a Cristo Redentor, una de las advocaciones más reconocidas de la religión católica. De acuerdo con el historiador y periodista Reinaldo Spitaletta, el obispo de la ciudad, Joaquín Pardo Vergara, dispuso el 1 de enero de 1901, levantar en uno de sus cerros, un monumento a “Jesucristo Señor Nuestro y Salvador del Mundo”.
La decisión fue respaldada por el Concejo de Medellín y mediante el Acuerdo 30 del 13 de febrero de ese año, se destinó para ello un auxilio de mil pesos para la elaboración de la obra.
No se sabe por qué la escultura solo aparecería quince años después. Pues solo en 1916, se retomó la iniciativa con el fin de celebrar las bodas de plata de Monseñor Manuel José Caycedo. Se hizo entonces, un llamado a la comunidad para colaborar en el proyecto. Ante dicha convocatoria, el señor Antonio J. Gutiérrez donó un terreno en el cerro tutelar de La Asomadera, en el barrio El Salvador, y en diciembre de 1916 se inició su adecuación; luego se construyó un pedestal con planos de Arturo Longas, modificados por Horacio Marino Rodríguez, que fueron terminados el 29 de mayo de 1917; y dos años después, en 1919, llegó la escultura, fabricada en Italia, en los talleres de Simone Buraglia y Cía.
Sus brazos abiertos son interpretables como un gesto de protección a los pobladores de Medellín, y es uno de los monumentos más destacados de la ciudad.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en 1944 en el vecino municipio de Itagüí, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido como+D82 uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Participó en el Festival Internacional de Arte de Medellín, 1997; y como resultado de ello es la exposición permanente de esta pieza, ubicada en el concurrido parque del barrio La Milagrosa. Quienes se detienen a observarla consideran que es una alegoría a los altibajos de la vida, a ese subir y bajar que cada ser experimenta en el transcurso de su existencia, y que parece que sólo tiene fin cuando todo muere.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas “el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
10 - La Candelaria [109]
Marco Fidel Suárez (Bello, 1855-Bogotá, 1927), además de haber sido un escritor y político antioqueño de origen humilde, quiso igualmente ser sacerdote, pero su origen y su condición de hijo natural no fueron bien vistos.
De Suárez se puede resaltar que, pese a las dificultades económicas, nada le impidió salir adelante y consagrarse a estudiar, razón por la cual adquirió una sólida formación gramatical y una gran fortaleza en todo lo relacionado con el lenguaje y el derecho internacional. El reconocimiento que obtuvo en el mundo de las letras lo llevó a conseguir logros importantes en la arena política, desempeñándose como diputado, senador, ministro y presidente de Colombia entre 1918 y 1921. A este cargo renunciaría el 11 de noviembre de 1921, debido a las fuertes críticas y la presión de la Cámara de Representantes, especialmente de parte de Laureano Gómez. Sus últimos años fueron los más prolíferos en su vida literaria, entre la que sobresale Los sueños de Luciano Pulgar, su obra más reconocida. Su defensa contra las acusaciones de la prensa, el Congreso y otros enemigos llegó a ocupar casi doce volúmenes.
Falleció a los 72 años en Bogotá. Octavio Montoya, el autor de la obra, además de escultor y fundidor, fue un alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidianas de nuestro entorno, así como a grandes personajes de la historia.
Es una de las primeras obras monumentales del artista antioqueño José Horacio Betancur, quien se distinguió por exaltar la cultura indígena a través de sus esculturas. Esta obra, instalada frente al teatro Pablo Tobón Uribe, pleno centro de la ciudad, una zona de gran actividad cultural, resalta las raíces nativas del pueblo colombiano al rendir homenaje a Bachué, considerada por la mitología como la diosa y maestra del pueblo Chibcha.
Cuenta la leyenda que Bachué salió caminando entre las aguas frías de la laguna de Iguaqué, cargando un pequeño niño entre sus brazos. El niño creció y terminó casándose con ella y tuvieron muchos hijos que ayudaron a poblar lo que hoy constituye la sábana de Bogotá. Bachué le enseñó a su pueblo la agricultura y el arte de los tejidos, entre otras labores. Cuando Bachué consideró que el mundo estaba lo suficientemente poblado, regresó a la laguna de Iguaqué, para desaparecer allí.
El Obispo de Medellín, Bernardo Herrera Restrepo (1844-1928), fue uno de los grandes impulsores de la iglesia católica en la ciudad; reconocido especialmente por su actuación durante la época de la Regeneración, movimiento político que abarcó las últimas décadas del siglo XIX, caracterizado por el establecimiento de un gobierno fuerte y centralista, liderado por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro.
Esa época estuvo marcada por una serie de reformas económicas, sociales y políticas; muchas de las cuales aún se mantienen. De ella nos quedaron los cambios en la organización político administrativa, el nacimiento de la carta constitucional de 1886 que estuvo en vigencia hasta 1991, la creación de un Banco Nacional, la instauración de una moneda oficial, la hegemonía de un sistema ideológico moderado y conservador, con una marcada incidencia de la Iglesia Católica en la vida pública.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. El ideal romántico y neoclásico que le imprimió el artista antioqueño Alfonso Goez a su trabajo, se expresó de manera especial en su preferencia por los temas patrióticos e históricos, en los que se ha inspirado para realizar lo mejor de su obra escultórica, a la cual pertenece la estatua de este importante prelado.
James Tyler Moore, ingeniero inglés, llegó a territorio colombiano en 1829 para dirigir la explotación de minas de Marmato (Caldas). Su presencia y actividad en la minería abarcó varios territorios: Santa Rosa de Osos, Anorí y Titiribí (Antioquia), así como Moniquirá (Boyacá). En Medellín promovió en las últimas décadas del siglo XIX el proceso de urbanización del sector de Villanueva, al donar los terrenos donde se construyeron el Parque de Bolívar, la Basílica Metropolitana y las calles adyacentes. De esta forma, el sector nororiente de la ciudad comenzó a poblarse hacia 1850 en el espacio que luego tendría al Parque de Bolívar como punto de referencia. También participó en la canalización y arborización de la quebrada Santa Elena y realizó la donación del primer reloj de la catedral de Nuestra Señora de la Candelaria.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Sobre Gustavo López, el escultor de esta obra, poco se ha escrito. Se sabe que tuvo una fuerte inclinación por los personajes históricos y que recibió formación en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y la Real Academia de San Fernando, en Madrid.
Médico, geógrafo, científico, viajero, senador y gobernador de Antioquia, Manuel Uribe Ángel fue uno de los más influyentes y polifacéticos intelectuales antioqueños del siglo XIX. Su formación como médico cirujano y especialista la realizó entre 1844 y 1853, tanto en Bogotá como en Europa y Estados Unidos. Uribe Ángel es considerado por muchos biógrafos como “el padre de la medicina académica en Antioquia”, fue un prolífico escritor sobre diversas áreas: literatura, ciencias, historia, filosofía y geografía. Dedicó buena parte de su vida a la geografía y la botánica, y fue especialmente reconocido por los estudios sobre la etnología, la fauna y la flora de Antioquia, incluidas en su obra más importante “Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia”, publicado en París, en 1885.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano, autor de la obra, se establece que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos de Antioquia, a los que buscó destacar con su obra.
Pedro Justo Berrío, líder conservador antioqueño del siglo XIX, reconocido por sus dotes políticas, militares y educativas. Fue proclamado presidente del Estado Soberano de Antioquia entre 1864 y 1873. Durante su mandato, la construcción de caminos y la educación fueron esenciales. Es considerado el precursor del ferrocarril, al impulsar la construcción del camino carreteable entre Medellín y el río Magdalena.
En cuanto al mejoramiento del aparato educativo implementó diversas medidas: amplió la cobertura escolar al fortalecer la educación para los sectores pobres, realizó mejoras en los locales de las escuelas, utilizados como cuarteles en tiempos de guerra; incentivó la creación de escuelas gratuitas en los municipios y destinó buena parte del gasto público al sostenimiento de las escuelas primarias y secundarias.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Del autor de esta pieza, Octavio Montoya, se conoce que fue escultor y fundidor, y un alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidianas y grandes personajes de la historia.
José María Martínez Pardo, compositor y maestro; es reconocido por haber iniciado en 1932, uno de los mayores movimientos corales del país gracias a la fundación del Orfeón Antioqueño, regido bajo la conocida frase: “Todo el que habla canta”. Emprendió la formación de grupos corales que trascendieron el ámbito local. Realizó numerosas composiciones musicales, entre las que se cuenta la melodía del himno de la Universidad de Antioquia y la letra de la primera estrofa del mismo, que posteriormente fue terminado por el poeta Edgar Poe Restrepo. Su obra musical incluyó títulos como “La Sinfonía de los Andes”, “Recibo Orfeónico”, “La barcarola”, “Canción de cuna para mi madre muerta”; además de varios villancicos y canciones religiosas.
Su vida transcurrió durante la primera mitad del siglo XX en medio de un ambiente cultural y bohemio donde proliferaron los clubes, los teatros, los establecimientos de enseñanza de música, las sociedades filarmónicas, las publicaciones y revistas culturales y las tertulias como la del Negro Cano, frecuentada por personajes de la talla de Barba Jacob, León de Greiff, Efe Gómez, Ricardo Olano, Francisco Antonio Cano, entre otros intelectuales. En este sentido, tuvo una activa participación en la vida intelectual y cultural antioqueña, que le permitió combinar su pasión y dedicación por la música con la enseñanza, la formación, la composición, sus creencias religiosas, su filiación política y la difusión artística e intelectual.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Sobre el escultor de esta obra, Gustavo López, poco se ha escrito. Se sabe que recibió formación en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y la Real Academia de San Fernando, en Madrid; y que así mismo, tuvo una fuerte inclinación por los personajes históricos.
Mariano Ospina Rodríguez, reconocido líder político, que junto con José Eusebio Caro, fundarían el Partido Conservador en 1849. Fue presidente de la Confederación Granadina entre 1857 y 1861. Su formación académica la recibió inicialmente del reputado jurista José Félix de Restrepo y la culminó como abogado en el Colegio de San Bartolomé.
Entre 1857 y 1862, Ospina Rodríguez asumió la Presidencia de la República, buscó el establecimiento de un gobierno central fuerte frente a los Estados soberanos de la Confederación Granadina y llevó a cabo una serie de reformas aprobadas en el Congreso de 1859, como la creación de Intendentes de Hacienda Nacional (encargados de vigilar las aduanas), favoreció el regreso de los jesuitas, organizó y aumentó la fuerza pública y defendió la promulgación de una ley electoral que concedía al presidente poderes para intervenir y calificar las elecciones en cada uno de los Estados; medidas que provocaron una fuerte oposición liberal, desatando una nueva guerra civil en 1860, liderada por Tomás Cipriano de Mosquera, revolución que terminó en 1862 con el triunfo liberal.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano, se establece que fue uno de los discipulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos.
José Félix De Restrepo, jurista, educador e ilustrado criollo. Nació en Envigado en 1760 y falleció en Bogotá en 1832. En 1812 elaboró con el entonces gobernador de Antioquia Juan del Corral, la ley de libertad de vientres de los esclavos de Antioquia. Esta ley declaró libres a los nuevos hijos de las esclavas e impuso a los amos la necesidad de mantener a los libertos hasta la edad de 16 años, quienes debían servir durante este tiempo como contraprestación por los gastos ocasionados en su crianza y manutención, y prohibió el comercio de esclavos.
El proyecto tuvo su aprobación el 20 de abril de 1814 y se mantuvo hasta el fracaso de la Primera República en 1816. Una vez conseguida la independencia absoluta, De Restrepo presentó nuevamente el proyecto ante El Congreso de Cúcuta en 1821, del que se desprendió una ley de liberación que abarcó el territorio de la Gran Colombia.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. Del autor de esta pieza, Octavio Montoya, se conoce que fue escultor y fundidor, y un alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidiandas y grandes personajes de la historia.
José Manuel Restrepo (1781-1863), intelectual antioqueño, autor de uno de los textos fundacionales de la historiográfica colombiana, su obra más representativa: Historia de la República de Colombia. El texto es una descripción minuciosa de la guerra de Independencia y del establecimiento de la República, basado en documentos oficiales tomados de los archivos públicos y privados y en los recuerdos que el autor mismo conservara de los hechos a los que asistió y de muchos personajes que conoció.
Restrepo llevó un diario militar desde 1816, donde apuntaba detalladamente los acontecimientos más relevantes. Además, como Secretario del Interior durante la Gran Colombia tuvo acceso directo a los documentos más importantes del Estado.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano, se establece que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos.
Don Juan del Corral Carriazo es un personaje histórico de la vida nacional, nacido en Mompox el 23 de junio de 1778 y muerto en Rionegro, en 1814. Durante la Primera República jugó un papel determinante al declarar, el 11 de agosto de 1813, la independencia absoluta de Antioquia, para lo cual le dieron todas las facultades necesarias al ser nombrado Presidente Dictador de la Provincia de Antioquia. Así imismo, fue quien concedió el título de ciudad a Medellín y a Marinilla, y quien aprobó la libertad de vientres de esclavos, promulgada por los legisladores antioqueños. El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa.
El autor de esta pieza escultórica, Bernardo Vieco, se formó inicialmente en la contaduría y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor en Colombia. De sus obras se dice que: “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”.
Juan Antonio Mon Y Velarde (1747-1791) fue Oidor de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá, administró como Visitador la provincia de Antioquia entre 1785 y 1789. Es considerado uno de los principales reformadores de la estructura agraria y minera en Antioquia. Las Visitas eran un mecanismo de control e información ejercida por la corona española, para indagar y vigilar el estado general de las provincias, las rentas de la Hacienda Real, el funcionamiento de los cabildos, el recuento de la población, las dificultades de la tierra y la situación en la que se encontraban los diferentes grupos sociales.
Durante su visita evaluó la situación general de la provincia; realizó una reorganización que abarcó un incremento de la población, la activación de la economía con las rentas de aguardiente, tabaco y degüello, el fomento de la minería, la introducción de la plata como patrón monetario, la composición de caminos, la organización del gremio de los artesanos, la recuperación de antiguos resguardos indígenas y la colonización de nuevas tierras con el propósito de impulsar la agricultura.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. El escultor y fundidor de la obra, el antioqueño Octavio Montoya, fue otro alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidianas y grandes personajes de la historia, como la Mon y Velarde, de gran influencia en Antioquia.
Gaspar De Rodas, conquistador extremeño, reconocido por ser uno de los primeros gobernadores de Antioquia; nació en Trujillo (Extremadura) en 1518, y murió en la ciudad de Antioquia en 1607. Fue uno de los primeros conquistadores, a quien le asignaron tierras en el Valle de Aburrá, en 1574, con el propósito de fundar hatos y estancias de comida. A partir de este momento, el Valle de Aburrá inició su proceso de consolidación. Lo anterior coincidió con el auge minero en las ciudades de Cáceres, Zaragoza y Guamocó, que requerían un mayor abastecimiento de alimentos.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del escultor de esta obra, Jairo Cano, se establece que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos como la figura de este conquistador español.
Jorge Robledo, conquistador y militar español, de quien se sabe poco antes de su llegada al Nuevo Mundo; tanto la fecha como el lugar de su nacimiento continúan siendo inciertas, aunque algunos historiadores sitúan su nacimiento en Úbeda. La historia registra fuertes enfrentamientos con Sebastián de Belalcázar por la gobernación del río San Juan y con Pedro de Heredia, quien lo acusó de usurpar sus dominios, lo encarceló y posteriormente lo envió a España, donde no solo fue absuelto de los cargos de invasión del territorio sino que además fue distinguido con el título de Mariscal. Regresó en 1546, nombrado como Gobernador provisional de Antioquia, lo cual acentuó las rivalidades existentes. La disputa terminó con su condena a muerte, impuesta por Sebastián de Belalcázar en 1546 por traición al Rey, pena que se ejecutó en la Loma de Pozo, en Pácora. Murió a garrote (amarrado a un palo, con un collar de hierro en el cuello atravesado por un tornillo que al girarlo causaba la muerte por ahogo o rotura de cuello).
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De padre imaginero y hermanos escultores, el artista antioqueño Constantino Carvajal, autor de esta pieza escultórica, tuvo un vasto recorrido por diversos países, en donde se nutrió de conocimientos para aplicarlos en su trabajo escultórico, en el que privilegió la exaltación a los próceres de la Patria.
Pocos son los registros que existen sobre la vida y obra del escultor José María Agudelo, autor de este monumento, concebido para conmemorar los cien años del Alma Mater. Se trata de un conjunto escultórico que se compone de un cerramiento en reja de hierro, unido por ocho pináculos en concreto, que rodean un obelisco en bronce, mármol y granito, rematado por una circunferencia que representa el mundo y sobre ella un águila levantando vuelo.
Esta pieza escultórica se instaló en la Plazuela San Ignacio, un espacio urbano de gran vitalidad, y en cuyo entorno se destacan antiguas edificaciones. Justo al frente de una de ellas, que lleva el nombre de la plazuela y considerado patrimonio arquitectónico de la ciudad, se fundó el centro universitario en 1803. Su carácter estatal y sus logros académicos e investigativos hacen de esta institución de educación superior la más importante del la región y una de las más destacados del país.
El general Franciso de Paula Santander, a quien la historia de Colombia le concediera un lugar especial por su accionar, fue un destacado militar, laborioso estadísta y prócer de la Independencia. Nació en Villa del Rosario, Norte de Santander, el 2 de abril de 1792 y murió en Bogotá el 6 de mayo de 1840. Sus actuaciones en el campo de batalla durante la campaña libertadora le valieron el calificativo de “Organizador de la victoria”. Tras el truinfo del Ejército Patriota y nombrado como Vicepresidente de Colombia ante la ausencia de Simón Bolívar, Santander se consagró en sentar las bases de un Estado garantista, civilista, donde las leyes, y no la espada, fueran la guia de la vida social de los colombianos.
Su culto al orden jurídico y la Constitución Política como cartas de navegación del naciente país le granjearon arduas confrontaciones políticas, incluso, contra sus antiguos compañeros de armas, convencidos de la idea de un Estado unitario, donde un jefe de carácter vitalicio rigirera el destino de la Nación. Santander pasó de ser un admirado militar y un político controvertido a un hombre acusado de traición, degradado y condenado a la muerte en 1828, pena que fue sustituida por el destierro, gracias a la mediación de la Iglesia Católica. En 1832 regresó al pais para fungir como Presidente interino, cargo que ocupó hasta 1833. Santander fue uno de los principales impulsores de la educación pública, al odenar la creación de más de 20 grandes colegios y varias centros universitarios.
El autor de esta pieza escultórica, Bernardo Vieco, se formó inicialmente en la contaduría y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor. De sus obras se dice que “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”.
Francisco Antonio Cano, autor de esta obra, desde niño se inclinó por el arte. Es, sin duda, uno de los artistas más connotados de Antioquia y el país, no sólo por sus esculturas, sino por sus pinturas y dibujos. De sus viajes a Europa le quedó el gusto por el romanticismo francés. Entre sus obras legadas a la ciudad está la de Marceliano Velez, un descatado político nacido en Envigado el 18 de junio de 1832 y muerto en Medellín el 13 de abril de 1923. Militar, político, académico. Profesor y rector de la Universidad de Antioquia, secretario de la Legislatura de Antioquia, alcalde de Medellín, Senador de la República y Gobernador de Antioquia en cinco ocasiones. De filiación conservadora, fe católica e ideas republicanas.
Como militar, Vélez participó en varias de las guerras civiles que tuvieron lugar en el siglo XIX. Como político, impulsó varias obras como la construcción de puentes y carreteras; logró que el gobierno nacional autorizara la fundación en Medellin de la Escuela de Minas. Sus restos aún reposan en el Museo Cementerio San Pedro.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, Marco Tobón Mejía, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el marmol de sus pedestales. Así está concebida esta pieza, dedicada al general Jose María Córdova, destacado militar nacido en Concepción (Antioquia) el 8 de septiembre de 1799 y muerto en Santuario (Antioquia) el 17 de octubre de 1829. Ingresó a las filas del ejército patriota cuando aún era un adolescente. Participó en las campañas del Cauca de 1816; combatió con los ejércitos libertardores en Antioquia, El Valle del Magdalena y la Costa Atlántica. Su participación fue decisiva para que los patriotas se impusieran en la batalla de Pichincha. También tuvo una destacada actuación en las batallas de Junín y Ayacucho.
En 1828, Bolívar le encomendó la misión de someter la rebelión que desde el Cauca lideraban los generales López y Obando, cumpliendo a cabalidad con su misión. Fue retirado del servicio activo sin explicación alguna, hecho que motivó su furia a tal punto que decidió regresar a su natal Antioquia para declararse en rebeldía. Desde Bogotá enviaron tropas al mando del general Florencio O’leary para someterlo. El 17 de octubre de 1829, las tropas gobernistas y el grupo rebelde liderado por Córdoba chocaron en combate en Santuario, donde este último fue vencido y muerto a sablazos por el soldado irlandés Ruperto Hand. Quedó para la historia su famoso grito de batalla: “Soldados, armas a discreción y paso de vencedores”.
Oscar Rojas, alumno y seguidor del artista Jose Horacio Betancur, recibió también formación en Italia, pero su aprendizaje más profundo lo recibió de la marginalidad colombiana y de varios literatos connotados. En 2010, cuando cumplió 80 años, Rojas declaró: “el arte no es para estar en hoteles y oficinas, donde nadie pueda verlas”, reivincando así el espacio urbano.
En esta pieza de arte, instalada en el tradicional Parque de Boston, le hace un homenaje a Carlos Castro Saavedra, poeta y escritor (Medellin, 10 de agosto de 1924- abril 3 de 1989), considerado el “escritor de la violencia”, pues sus versos reflejaron la realidad social, la muerte, la melancolía y el dolor, así como la vida problemática del hombre en su cotidianidad, pero siempre con sencillez extraordinaria y dejando fluir en sus textos un halo de esperanza hacia una mejor vida. El escritor recibió múltiples reconocimientos en vida, entre ellos, el premio Germán Saldarriaga del Valle. Su legado, así como su memoria, continúan vigentes gracias a las actividades que desarrolla la Fundación Carlos Castro Saavedra, creada en Medellin tras la muerte del poeta, con el fin de fomentar la creación literaria y la poesía.
Instalado en uno de los parques con mayor vitalidad del centro de Medellín, y que le dio su nombre (Parque del Periodista), la figura de Manuel Del Socorro Rodríguez se instaló allí por iniciativa de varios periodistas locales, en homenaje a este ciudadano cubano, nacido en Bayamo (Cuba) el 3 de abril de 1756 y muerto en Bogotá el 2 de mayo de 1819, y quien llegara al Reino de la Nueva Granada como bibliotecario.
Rodríguez fue el fundador de los primeros periódicos que circularon en el país, aspecto que le valió el apelativo del “Padre del periodismo colombiano”. Entre éstos figuran el “Papel periódico de Santafé”, que comenzó a circular el 19 de febrero de 1791; el “Redactor Americano”, que vio la luz en 1806; y la “Constitución Feliz”, que comenzó a circular en 1810. También fue un prolífico poeta, y de ello dan cuenta sus obras “Antología o colección de epigramas sobre todo género de asuntos, literarios como políticos y morales” y “La historia del convento de la enseñanza”. Colaboró, así mismo, con la causa patriota.
San Juan Bosco, fue un sacerdote italiano (Becchi, 1815 – Turín, 1888), llamado popularmente Don Bosco. Su niñez estuvo llena de carencias, razón por la cual trabajó desde muy pequeño para ayudar a su familia, luego de la muerte de su padre. La leyenda cuenta que aprendió a leer en cuatro semanas. Su carrera sacerdotal también tuvo grandes obstáculos, pues debía caminar todos los días cerca de diez kilómetros (a veces descalzo, para evitar el desgaste de sus zapatos) rumbo al liceo de Chieri, donde adelantó sus estudios.
Con el fin de pagar lo relativo a su formación, trabajó en toda clase de oficios. Ordenado en 1841, su mayor precupación, dada su historia personal, fueron los niños pobres, y especialmente sus dificultades para educarse. Un año después de su ordenación, fundó el Oratorio de San Francisco de Sales; en 1851; y sentó las bases de la Congregación de los sacerdotes de San Francisco de Sales, conocidos también como Salesianos, y también de su rama femenina, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora. Ambas instituciones se dedicaron a la enseñanza de los niños pobres (a los que se formaba en diversos oficios y en la vida cristiana). Estos se desarrollaron con rapidez en diversas regiones del mundo, entre ellas Medellín, donde se le rinde especial homenaje a través de una escultura instalada en la Plazuela de la Independencia. Se desconoce el autor de la obra.
Sobre una base hexagonal llena de tierra en lo que, supuestamente, sería el depósito de agua, dándole sentido a su uso como fuente, reposa una pila cuadrada de dos niveles; en el primero, se incrustaron cuatro recipientes en los que se ha intentado sembrar algún tipo de arbusto, sin mayores resultados; y en el segundo, una especie de copa cuadrada.
Situada en el extremo norte del separador central de la calle conocida como El Palo, y en las inmediaciones del Colegio María Auxiliadora, en la Plazuela de La Independencia, esta fuente se funde en el entorno urbano y pasa inadvertida como obra de arte para los transeúntes, sólo se repara en ella por su lamentable deterioro. Se desconoce quién fue su autor.
Juan Antonio Mon Y Velarde (1747-1791) fue Oidor de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá, administró como Visitador la provincia de Antioquia entre 1785 y 1789. Es considerado como uno de los principales reformadores de la estructura agraria y minera en Antioquia. Las Visitas eran un mecanismo de control e información ejercida por la corona española para indagar y vigilar el estado general de las provincias, las rentas de la Hacienda Real, el funcionamiento de los cabildos, el recuento de la población, las dificultades de la tierra y la situación en la que se encontraban los diferentes grupos sociales.
Durante su visita evaluó la situación general de la provincia. Realizó así mismo, una reorganización que abarcó un incremento de la población, la activación de la economía con las rentas de aguardiente, tabaco y degüello, el fomento de la minería, la introducción de la plata como patrón monetario, la composición de caminos, la organización del gremio de los artesanos, la recuperación de antiguos resguardos indígenas y la colonización de nuevas tierras con el propósito de impulsar la agricultura.
El escultor y fundidor de la obra, el antioqueño Octavio Montoya, fue otro alumno destacado del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su reflexión artística lo llevó a exaltar labores cotidiandas y grandes personajes de la historia, como la de este notable personaje, de gran influencia en Antioquia.
Tomás Cipriano de Mosquera nació en Popayán, el 26 de septiembre de 1795 y murió en Los Coconucos, Cauca, el 7 de octubre de 1878. Miembro de una de las más tradicionales, acaudaladas y poderosas familias caucanas, fue el sexto de diez hermanos, entre quienes se destacan Joaquín María, quien sucedió a Bolívar en la presidencia de la Gran Colombia; Manuel María, reconocido diplomático y Manuel José, el segundo arzobispo de Colombia. Se enroló muy joven en las filas del ejército y fue uno de los principales colaboradores de Simón Bolívar.
Mosquera tuvo destacadas actuaciones en el campo de batalla. Recordados son sus triunfos en las batallas de Volador (1822) y Barbacoas (1824). En esta última recibió un balazo en la mandíbula que le obligó a viajar a Estados Unidos para que le realizaran un implante. Su cercanía al Libertador le valió ser nombrado como ministro Plenipotenciario ante los gobiernos de Chile, Perú y Boliva. Ingresó a la política y concurrió a la Cámara de Representantes en 1834, 1835 y 1836. Fue elegido mediante voto popular para ejercer la presidencia entre 1845 y 1849. Lideró el alzamiento de los liberales de 1860, que terminó con el derrocamiento del presidente Mariano Ospina Rodríguez. Instaló la convención de Rionegro en 1863, donde se redactó la Constitución que creó los Estados Unidos de Colombia. Ocupó en cuatro ocasiones diferentes la presidencia de la República.
El artista italiano Pietro Tenerani, a quien se le atribuye esta obra, se destacó en el siglo XIX por su propuesta de esculturas conmemorativas no sólo en Colombia, también en varios países de América Latina tras consolidarse la independencia de las naciones. Se le considera el primer escultor del libertador Simón Bolívar. A Colombia llegó justo por invitación de Mosquera.
Instalada frente a lo que fueron dos de sus obras más significativas -el edificio donde funcionó el Seminario Mayor de la Arquidiócesis de Medellín (convertido desde el 27 de noviembre de 1982), y la Catedral Basílica Metropolitana-, la escultura del Arzobispo de Medellín, Manuel José de Cayzedo, se yergue sobre una base de mármol, imponente, en uno de los cruces viales más transitados de este sector de la ciudad. Este alto prelado de la iglesia católica, nacido en 1851, y fallecido en Medellín en 1937, se ordenó sacerdote en 1883 en Roma. Luego de pasar por las Diócesis de Pasto y Popayán, fue designado arzobispo de Medellín en 1906, cargo que ejerció hasta 1934. Se destacó por imponer una férrea doctrina cristiana y no vaciló en excomulgar a quienes iban en contravía de la fe católica y en censurar publicaciones contrarias a sus creencias, como lo hizo con los periódicos Scorpion y Acción Cultural y con el libro titulado: Una tesis, del filósofo Fernando González.
El artista italiano Pietro Tenerani, a quien se le atribuye esta obra, se destacó en el siglo XIX por sus propuestas de esculturas conmemorativas no sólo en Colombia, también en varios países de América Latina tras consolidarse la independencia de las naciones. Se le considera el primer escultor del libertador Simón Bolívar.
El escultor Francisco Antonio Cano, desde niño se inclinó por el arte. Y fue uno de los artistas más connotados de Antioquia y el país, no sólo por sus esculturas, sino por sus pinturas y dibujos. De sus viajes a Europa le quedó el gusto por el romanticismo francés. Entre sus obras escultóricas legadas a la ciudad está la de Fidel Cano, uno de los referentes urbanos de la ciudad. Cano fue periodista, político, escritor y poeta, nacido en San Pedro de los Milagros el 17 de abril de 1854, y fallecido en Medellín el 15 de enero de 1919.
Cano es considerado uno de los decanos de la prensa colombiana, fundó varios periódicos, pero el más representativo e importante para el país fue El Espectador, que vio la luz el 22 de marzo de 1887 en la capital antioqueña y que se trasladó a Bogotá el 10 de febrero de 1915. La vocación inicial de don Fidel fue la de educador, que ejerciera en diferentes colegios de la ciudad y en la Universidad de Antioquia, donde fue profesor, vicerrector y rector. La agitada vida política del país lo llevó a comprometerse con la defensa de los ideales liberales a través de diversos cargos y, sobre todo, como periodista.
Tyrrel Moore, ingeniero inglés, llegó a territorio colombiano en 1829 para dirigir la explotación de minas de Marmato (Caldas). Su presencia y actividad en la minería abarcó varios territorios: Santa Rosa de Osos, Anorí y Titiribí (Antioquia), así como Moniquirá (Boyacá). En Medellín promovió en las últimas décadas del siglo XIX el proceso de urbanización del sector de Villanueva, al donar los terrenos donde se construyeron el Parque de Bolívar, la Basílica Metropolitana y las calles adyacentes. De esta forma, el sector nororiente de la ciudad comenzó a poblarse hacia 1850 en el espacio que luego tendría al Parque de Bolívar como eje. También participó en la canalización y arborización de la quebrada Santa Elena y realizó la donación del primer reloj de la catedral de Nuestra Señora de la Candelaria. Una de las calles céntricas de la ciudad, la 61, que atraviesa el barrio Prado, lleva su nombre.
En una nota publicada en 1951 en el diario El Colombiano se detalló que el arte escultórico de Jorge Marín Vieco, autor de esta obra es: “… clásico, de línea precisa, alejado de la tendencia tan compleja que se ha adueñado de tantos artistas jóvenes de hoy. Quizá porque en Marín Vieco se reúnen la sensibilidad de quien interpreta música de grandes maestros con la afición por el modelado real, verídico”. Esas virtudes fueron aplicadas a la creación de una placa en bronce, rectangular, en cuyo lado izquierdo fue labrado el rostro de perfil de Moore y al lado derecho una leyenda de agradecimiento: “La ciudad de Medellín hace arder aquí la llama de su gratitud para el distinguido ciudadano inglés Mr. Tyrrel Moore quien le hizo cesión gratuita del terreno en donde está ubicado este que él quiso que se llamase Parque de Bolívar”.
El General Francisco Antonio Zea, cientíico, político, periodista y diplomático, nació en Medellín el 12 de noviembre de 1766 y murió en Bath, cerca de Londres, el 22 de noviembre de 1822. Integró la Expedición Botánica. Al ser desterrado del país en 1794, se radicó en España, donde fungió como director del Jardín Botánico de Madrid. Mientras ejercía dicho cargo publicó las obras: “Semanario de agricultura y artes”, que se convirtió en su momento en uno de los principales órganos de difusión de la ilustración española. Allí publicaron los más relevantes científicos e ingenieros españoles y europeos, textos sobre las últimas teorias en torno a la agricultura, las artesanías y otros usos domésticos cotidianos. En 1815 salió de España y se radicó en Jamaica, donde se unió a la causa patriota. Bolívar lo nombró en imporantes cargos administrativos, entre los que se cuenta haber sido el administrador de los recursos del ejército libertador.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
Atanasio Girardot (1791-1813), conocido también como el Héroe del Bárbula, tuvo una importante relevancia para la historia de Colombia a pesar de su corta vida: en 1810 se graduó como abogado y fue reconocido como Teniente del Batallón Auxiliar de Santafé; luego de haber combatido, durante el gobierno de Antonio Nariño en la provincia de Cundinamarca, fue ascendido a Capitán. Sin embargo, más adelante, en la lucha de sometimiento a las provincias federalistas de Tunja y el Socorro, decidió cambiar súbitamente de bando y apoyar la causa de Simón Bolívar, en la que comandaría varios batallones que ocuparon Mérida, Trujillo, Barinas y Nutrias, en Venezuela. En Apure, se encargó de la retaguardia durante el avance de Bolívar hacia Caracas, alcanzándolo cerca del cerro Bárbula, sitio donde tuvo fuertes batallas en contra del ejército realista. El 30 de septiembre de 1813 murió en combate envuelto en la bandera republicana.
La obra fue legada a la ciudad por Francisco Antonio Cano, quien desde niño se inclinó por el arte hasta ser uno de los artistas más connotados de Antioquia y el país, no solo por sus esculturas, sino también por sus pinturas y dibujos. De sus viajes a Europa le quedó el gusto por el romanticismo francés.
Nada se sabe del artista que construyó la fuente que reposa en el centro de la Plazoleta de La Veracruz, uno de los sitios más antiguos del centro de Medellín. El templo que le da su nombre es una joya arquitectónica de 1682. Elaborada en piedra oscura y porosa, la misma que se utilizó para construir la iglesia y las columnas que la rodean, se integra perfectamente a la plazoleta, reforzando el aire de antigüedad que tiene en su conjunto esta zona de la ciudad.
Esta obra, instalada allí en 1968, ofrece una gran paradoja urbana: anónima en su creación, es una de las más referenciadas del sector, dado que es un punto de encuentro de cientos de ciudadanos que se convocan allí y de decenas de trabajadoras sexuales que se apropiaron del lugar desde hace varias décadas para acordar allí con sus clientes los furtivos encuentros. Una de sus particularidades es que si bien es referenciada como “fuente”, nunca ha tenido agua.
Rafael Uribe Uribe, insigne personaje, nacido en Valparaíso, Antioquia, el 12 de abril de 1859. Siempre al servicio de las ideas liberales, se destacó como uno de los grandes líderes rebeldes de Colombia. Combatió en varias guerras civiles: en la de 1876, en la defensa del gobierno radical de Aquileo Parra; en la de 1885, en contra del gobierno del conservador Rafael Nuñez; en la de 1895, bajo el mando del general Siervo Sarmiento y fue uno de los comandantes del ejército rebelde que combatió en la llamada Guerra de los Mil Días, un largo y sangriento conflicto que devastó al país entre 1899 y 1902.
Tras aceptar su derrota, Uribe Uribe se convirtió en el jefe único del Partido Liberal. Su vida como militar la combinó con su faceta como escritor, académico y diplomático. Entre sus principales obras figuran: “Ensayos sobre cuestiones teológicas y los partidos políticos en Colombia”; “Reducción de salvajes”; “Torrefacción y venta de café”. El 15 de octubre de 1914, mientras ingresaba a las instalaciones del Congreso de la República, fue brutalmente atacado por dos hombres, quienes con golpes de hacha le produjeron la muerte.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
Esta fuente, que dejó de verter agua hace ya varias décadas, es una obra situada en el atrio de la Iglesía de San José, templo católico construido en 1646, uno de las más aintiguos del centro de la ciudad. Sobre la pileta, instalada en 1902 hay varias discusiones entre especialistas en el tema. La obra original es del artista antioqueño Francisco Antonio Cano, uno de los escultores más representativos del país, pero se cree que ésta se perdió y en su reemplazo se construyó una similar, a cargo del maestro Oscar Rojas.
Sea original o no, esta fuente seca es uno de los puntos de encuentro que tienen los ciudadanos, sobre todo porque su ubicación es bastante central: la Avenida Oriental con la calle Ayacucho, vía sobre la cual rueda el tranvía. Por momentos, es tal la afluencia de gente y de vehículos que la obra se pierde en esa nube urbana.
Alumno y seguidor de Jose Horacio Betancur, el escultor antioqueño Oscar Rojas recibió también formación en Italia, pero su aprendizaje más profundo lo encontró en la marginalidad colombiana. En 2010, cuando cumplió 80 años, declaró: “el arte no es para estar en hoteles y oficinas, donde nadie pueda verlo”, reivincando así el espacio urbano. En esta obra exaltó a Jorge Eliécer Gaitán, cuyo busto reposa en uno de los puntos más transitados del centro de la ciudad, la Avenida Oriental con la Calle Colombia, y que le da nombre a la avenida (aunque la gente la reconoce más como la Avenida Oriental).
Rojas le hace un homenaje a este abogado y político, nacido en Bogotá el 26 de enero de 1903. Fue alcalde de Bogotá y titular de las carteras de Educacion Nacional y Trabajo. Reconocido por su capacidad oratoria, Gaitán promovió grandes debates en el Congreso de la República y en la plaza pública tendientes a jalonar profundas reformas que favorecieran a las clases menos favorecidas. Tras salir derrotado en las elecciones presidenciales de 1946, creó dentro del partido Liberal el Movimiento de Restauración Moral, que a la postre lo llevó a asumir la jefatura única de esta colectividad.
Con el apoyo de los liberales y de un amplio sector de las clases populares, Gaitán se propuso conquistar la Presidencia de la República en las elecciones de 1950, pero fue asesinado el 9 de abril de 1948. Su muerte provocó una gran revuelta nacional que luego se conocería como “El Bogotazo”, lo que derivó en una intensa violencia partidista que se mantuvo durante varios años y a la que le atribuyen el germen de la confrontación armada que marcara la historia reciente de Colombia.
No hay registros concretos que indiquen cómo llegó el escultor argentino Orlando Stagnaro a Medellín. Nacido en Buenos Aires en 1895 y sin gran formación académica, se destacó por aplicar la técnica del retrato, que supo llevar a la escultura. En uno de los cruces de mayor tránsito de la ciudad, Avenida Oriental con Echeverry, resposa una de sus obras, que no debe ser coincidencia, reproduce la figura de José De San Martín, aquel que con sus gestas militares ayudaría a liberar a Chile, Argentina y Perú del dominio español.
San Martín nació en la provincia de Corrientes, Argentina, el 25 de febrero de 1778, en el seno de una familia blanca y aristocrática que decidió regresar a España a finales del siglo XVIII. En el viejo continente, San Martín ingresó al ejército español, donde su arrojo y valentía le valieron múltiples ascensos y distinciones. Pero fue también en Europa donde el brillante militar conoció las ideas propagadas luego de la Revolución Francesa, al punto que pidió la baja de las tropas españolas para cruzar el Atlántico y emprender la misión de liberar los pueblos de América del Sur de la tiranía española. Así, en enero de 1817, inició la que ha sido considerada la mayor gesta militar del continente americano: el cruce de la cordillera de los Andes, cuyos resultados victoriosos contra las tropas realistas terminaron dándole la independencia a Chile y Perú. Después de alcanzar la gloria en el campo de batalla, San Martín renunció al poder político y paulatinamente fue desapareciendo de la escena pública. Murió el 17 de agosto de 1850, en Boulogne-sur-mer, Francia.
En este ícono de la ciudad, instalado en el corazón de la ciudad en la segunda década del siglo XX, participaron tres artistas: 1) Giovanni Anderlini, quien concibió la figura; Eugenio Maccagnani, quien fundió la obra; y el arquitecto belga Agustín Goovaerts, quien trabajó en el pedestal. Su obra le dio nombre al emblemático Parque de Bolívar, un homenaje al libertador, nacido en Caracas, Venezuela, el 24 de julio de 1783. Descendiente de una aristocrática familia vizcaína, que llegó a las colonias españolas de América en el último cuarto del siglo XVI, terminó por convertirse en el más grande militar de la causa americana. No en vano la historia le confirió el título de “El Libertador”, al comandar los ejércitos que lograron derrotar y expulsar a las tropas españolas de Colombia, en la batalla de Boyacá (1819), Venezuela, en la batalla de Carabobo (1822) y Ecuador, en la batalla de Pichincha (1822).
Junto al general José de San Martín liberaron a Perú, en la batalla de Junín (1824). La victoria de los patriotas en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, significó el fin del dominio administrativo español sobre sus colonias en América del Sur, y el inicio del gran sueño de Bolívar: la creación de una supranación llamada Grancolombia, integrada por los países liberados por él. Tras la campaña libertadora, Bolívar tuvo que enfrentar levantamientos, rebeliones y atentados contra su vida que terminaron por frustrar su idea de un estado panamericano. Cansado de las intrigas políticas en los nacientes estados americanos, acorralado por sus enemigos políticos y afectado por una delicada enfermedad pulmonar, la muerte lo sorprendería el 17 de diciembre de 1830, en la Quinta San Pedro Alejandrino, cerca de la ciudad de Santa Marta.
A varios metros del costado izquierdo del Torso Masculino y al frente del Pájaro Herido y El Pájaro de la Paz, reposa esta voluptuosa mujer en una explícita pose de seducción. Es una de las aristas del triangulo que se conformó en el Parque San Antonio, uno de los espacios más transitados del centro de la ciudad.
Donada en 1994 por el maestro Fernando Botero, Venus Dormida, hace parte de un conjunto de esculturas femeninas creadas por Fernando Botero siguiendo la línea de su estética voluminosa sobre el cuerpo humano y que, en este caso, incorpora el erotismo, aspecto que cautiva a los transeúntes. La pose lograda es una provocación cargada de energía que invita a tocarla, dándole la razón al artista colombiano Alberto Camacho Serrano quien dijo: “La escultura es un arte para tocar y disfrutar tocando”.
Esta obra fue ubicada en el costado centro-occidental del Parque por solicitud del maestro Botero, luego de la negativa ciudadana de trasladar la “Gorda de Botero” del Banco de la República para hacerle compañía al Torso Masculino. Junto a otras 478 obras, fue declarada Bien de Interés Cultural del ámbito nacional en abril de 2012 por el Ministerio de Cultura.
Si hay una obra que confronte la violencia urbana de manera categórica y sin ambigüedades es esta obra de Fernando Botero, instalada en el Parque San Antonio como un símbolo de la fortaleza de una ciudad que se repone constantemente de sus adversidades.
La obra es una réplica exacta a la que fue destruida el 10 de junio de 1995 por un ataque dinamitero indiscriminado que dejó 22 personas muertas y por lo menos otras cien heridas y del cual aún se desconocen los responsables. Fue entregada a la ciudad el 31 de enero de 2000 como una manera de reparar a las víctimas y de manifestarse en contra de los autores del atentado, y por solicitud expresa de Botero fue ubicada al lado de la que fue destruida, como muestra de rechazo a la violencia y en representación de un nuevo comienzo.
Durante la entrega de la obra, el artista anunció que donaría, además, 14 esculturas monumentales que serían instaladas en el sector de la Plazuela de la Veracruz y los alrededores del Museo de Antioquia, tal como a la postre sucedió.
Inicialmente se llamó El Pájaro; hace parte de las creaciones del artista Fernando Botero. La obra fue comprada por 800 mil dólares por el Municipio de Medellín y la empresa privada con el fin de instalarla en uno de los parques más representativos del centro de la ciudad, el Parque San Antonio, donde convergen miles de transeúntes diariamente.
Eran tiempos difíciles para la ciudad en asuntos de seguridad urbana. Células urbanas de la guerrilla, comandos paramilitares y narcotraficantes azotaban la ciudad. Por esa confluencia de actores armados, aún hoy se desconoce qué organización perpetró el atentado dinamitero ocurrido el 10 de junio de 1995, usando como soporte la base de la escultura para instalar el artefacto explosivo. La detonación, ocurrida a las 9:20 de la noche, justo cuando se desarrollaba el evento “Yo soy Cartagena”, ocasionó la muerte de 22 personas y dejó heridas a por lo menos cien más.
Por decisión del escultor, la obra hecha trizas no fue retirada del lugar, para que quedase como referente de la historia reciente de la ciudad y en homenaje a las víctimas del atentado y, tal como lo dijo Botero, “como una evidencia de la estupidez humana”.
Esta obra hace parte de las primeras donaciones del escultor Fernando Botero a la ciudad. Fue traída en 1994. Inicialmente se concibió la idea de instalarla a un lado del Torso Femenino, mejor conocida como “La Gorda de Botero”, ubicada en el costado noroccidental del Banco de la República, en pleno centro de Medellín.
No obstante, luego de conocer el renovado Parque de San Antonio, el artista decidió que ese era el lugar para situar su Torso. Fue ubicado en el costado sur, de frente hacia el norte, y tiene en su perspectiva visual otro ícono urbano: el Edificio Coltejer.
Fiel a su propuesta estética de gran volumen sobre la figura humana, la escultura representa un torso masculino tomado desde la zona media de las piernas hasta el cuello y sin brazos. Resaltan los músculos del pecho, abdominales y piernas. Junto a otras 478 obras, fue declarada Bien de Interés Cultural del ámbito nacional en abril de 2012 por el Ministerio de Cultura.
Por su gran tamaño, la Puerta de San Antonio es una de las esculturas más visibles de la Avenida Oriental, el eje vial que atraviesa el centro de la ciudad. Instalada en el costado nororiental del Parque San Antonio, y rodeada por la intensa actividad comercial y de tránsito, fue concebida como una invitación a recorrer este gran espacio urbano, por donde circulan diariamente miles de personas.
Esta obra escultórica, que combina ángulos rectos con una torsión circular, es considerada una de la más importantes construidas por el artista antioqueño Ronny Vayda. De acuerdo con el escultor, muchas de sus obras públicas: “tienen torsiones y forman figuras que pueden parecer amorfas, pero todas están dictadas por la geometría euclidiana”.
En su placa, la obra es descrita como una representación del “movimiento, la continuidad, la solidez y la trascendencia” y sobre ella, el crítico de arte Germán Rubiano Caballero escribió: “Está construida en un amplio marco y una extensa curva anudada que relaciona los dos elementos verticales. Realmente imponente, La puerta se yergue como símbolo de pujanza y desarrollo, recuerda los portones de la arquitectura tradicional de Antioquia”.
Pedro Justo Berrío fue un líder conservador antioqueño del siglo XIX, reconocido por sus dotes políticas, militares y educativas. Fue proclamado presidente del Estado Soberano de Antioquia entre 1864 y 1873. Durante su mandato, la construcción de caminos y la educación fueron muy importantes. Fue considerado el precursor del ferrocarril, al impulsar la construcción del camino carreteable entre Medellín y el Río Magdalena.
En cuanto al mejoramiento del aparato educativo, Berrío implementó diversas medidas: amplió la cobertura escolar al fortalecer la educación para los sectores pobres, realizó mejoras en los locales de escuelas que fueron utilizados como cuarteles en tiempos de guerra, incentivó la creación de escuelas gratuitas en los municipios y destinó buena parte del gasto público en el sostenimiento de las escuelas primarias y secundarias.
La obra, del escultor italiano Giovanni Anderlini, le da en cierta medida, el nombre a uno de los principales parques de la ciudad, conocido como el Parque de Berrío, y en cuyos alrededores se encuentran el Banco de la República, una de las principales estaciones del Metro y la catedral Nuestra Señora de la Candelaria. La escultura del insigne personaje siempre está rodeada de decenas de personas que no sólo transitan por el lugar, sino que lo ocupan, ofreciendo una imagen de intensa actividad, de día y de noche.
Luz María Piedrahita es una de las mujeres antioqueñas más representativas en el país en cuanto a la escultura en bronce. Concentró su creatividad en la elaboración de este busto, un homenaje a Fernando Gómez Martínez, reconocido periodista y político conservador antioqueño, nacido en Santa Fe de Antioquia en 1897 y muerto en Medellín en 1985.
El pensamiento político y su labor periodística se vieron especialmente reflejados en 1930, cuando en compañía de su amigo y socio Julio C. Hernández, compraron el periódico El Colombiano. Bajo la dirección de Gómez Martínez, entre 1930 y 1962, este diario local alcanzó una notable solidez económica y el reconocimiento nacional, gracias a una nueva organización de su publicidad, la difusión de los avisos clasificados, la impresión de tiras cómicas, el cubrimiento con corresponsales en la guerra colombo-peruana de 1934, y en general, en una mayor difusión al cobijar todo el departamento de Antioquia. Hoy es uno de los diarios más importantes del país.
El Cacique Nutibara fue un bravo guerrero indígena que opuso fuerte resistencia a los conquistadores españoles en la Serranía de Abibe, un enclave montañoso del Urabá antioqueño que lleva al océano Atlántico. En esas luchas perdió a su hermano Quinunchú, lo que debilitó su ejército y favoreció el avance de los ibéricos, quienes buscaban el oro de aquellas tierras. Ante el temor de verse sometidos tras la muerte del Cacique Nutibara en combate, los nativos decidieron ahorcasen en medio de la selva.
Esta obra es de Pedro Nel Gómez (1899-1984), pintor, muralista, escultor, ingeniero civil, arquitecto y urbanista antioqueño. Formado en escuelas de Italia, Francia y Holanda desarrolló una obra sin igual que no sólo se ve plasmada en esculturas, sino también en murales. Sus temas recurrentes son la extracción del oro y los mitos y las leyendas; de ahí que haya pensado en destacar a este indígena rebelde, que le da nombre a una de las plazoletas más icónicas de la ciudad.
Pedro José Berrío (1865-1950) fue un político de filiación conservadora. Es descrito como militar, político y comerciante. Su participación en la guerra civil de 1895, hizo que el presidente Rafael Reyes le otorgara el grado de General. En la llamada Guerra de los Mil Días (1899-1902) se desempeñó como jefe de las fuerzas militares en Antioquia. Fue gobernador de este Departamento en tres oportunidades, entre 1912 y 1929.
Su compromiso con el Departamento lo llevó a rechazar el cargo de Ministro de Guerra que le ofrecieran desde Bogotá. Tal decisión fue elogiada por el diario El Colombiano, uno de los más importantes de la ciudad y el país, en un comentario editorial, fechado el 20 de diciembre de 1915: “El General Pedro José Berrío, digno hijo de su padre, Pedro Justo Berrío, ha demostrado serenidad y arrojo en los campos de batalla y con valor, energía y probidad ha representado a su pueblo en los Cuerpos Legislativos de la nación. Ahora, cuando por segunda vez desempeñaba el alto puesto de Gobernador de Antioquia, fue designado para colocarse al frente del Ministerio de Guerra. Sin embargo, de manera respetuosa declinó este ofrecimiento pues su anhelo y el nuestro es que siga rigiendo los destinos de nuestro departamento”. Se desconoce el autor de esta obra.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, característica que lo ha consagrado como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. Prueba de ello es esta obra monumental, de 38 metros de longitud, ubicada en la plazoleta principal del Centro Administrativo La Alpujarra, desde donde se rigen los destinos locales y regionales. La obra es definida como: “una historia de los pueblos conquistados: su pasado, su religión, su concepción con la elevación y la evolución de su trabajo. Todo ello, está coronado con la muerte”.
En la ceremonia de inauguración, el 31 de mayo de 1988, Arenas expresó: “Nos toca inaugurar este monumento a Antioquia en momentos aciagos de inmenso, intenso y extenso dolor; momentos en que la patria se va desmembrando, se va mutilando inexorablemente, sumergida en la destrucción y el canibalismo”, haciendo alusión tácita a la guerra que el narcotráfico había desatado contra la ciudad y el país en aquellas épocas. El escultor dedicó su obra a la memoria del maestro Pedro Nel Gómez y a la vida del poeta Carlos Castro Saavedra. En su base yacen parte de las cenizas del maestro antioqueño.
Francisco Javier Cisneros, insigne ingeniero civil cubano que, participó en la construcción de los ferrocarriles de Cuba y en las guerras de independencia en el siglo XIX. A finales de 1873 lo llamó el gobierno de Antioquia para participar en la construcción del ferrocarril del departamento; aunque no se desvinculó de la vida política en Cuba, en 1874, luego de aprobada su propuesta, comenzaron las obras. A pesar de los avances, la obra se vio interrumpida por la guerra civil de 1884-1885, que dejara el proyecto sin recursos económicos. Cisneros decidió abandonar su obra más preciada y en noviembre de 1885, con un total de 48 kilómetros ejecutados, dio por terminado su trabajo. Su huella quedaría igualmente plasmada en los ferrocarriles del Cauca, Girardot, La Dorada y Bolívar; así como en el muelle de Puerto Colombia y en el tranvía de Barranquilla.
Alumno del artista Francisco Antonio Cano e inspirado en corrientes europeas, el escultor y tallador antioqueño Marco Tobón Mejía, autor de esta obra, instalada en la antigua estación central del Ferrocarril de Antioquia, se destacó por imprimir finos detalles de relieve en sus esculturas monumentales, en las que combinó el bronce de sus personajes con el mármol de sus pedestales.
El Barrio Corazón de Jesús, mejor conocido como ‘Barrio Triste’, es una populosa zona de la ciudad, donde se desarrolló de manera paulatina el centro de venta de repuestos y servicios para automotores más grande de Medellín. En total, lo componen 33 manzanas, localizadas entre la Avenida del Ferrocarril, la Avenida del Rio, la Calle San Juan y la Calle Colombia. Justo allí, y como un homenaje a quienes laboran en el sector, el artista panameño Justo Arosemena concibió esta obra, que le da continuidad a sus reflexiones estéticas sobre los oficios básicos de la gente.
Cada detalle de la escultura es una fiel representación de las labores que rodean el servicio automotriz, razón por la cual se convirtió de inmediato, en un referente para todos aquellos que se dedican a la mecánica. La apropiación de los vecinos los llevó a ponerle apodos al personaje esculpido y a asociarlo con históricos mecánicos del sector.
León Arango Paucar (1936-1990) fue un político antioqueño que transitó por el Concejo de la ciudad y el Congreso de la República en representación del Partido Liberal. Como concejal, fue uno de los impulsores en 1977, de la creación de una empresa pública, constituida por el Departamento de Antioquia y el Municipio de Medellín, para planear, diseñar, construir y operar el tren metropolitano en el Valle de Aburrá, de donde surgiría el Metro de Medellín, uno de los íconos de la ciudad.
Esta pieza escultórica, instalada en los alrededores del Centro Administrativo La Alpujarra, se complementa con una inscripción que reproduce la carta de despedida enviada a su jefe político y amigo personal, William Jaramillo Gómez, el 14 de agosto de 1990. En ella se lee: “Al despedirme de manera definitiva, lo hago con la tristeza inmensa de que Colombia y Antioquia aun no hayan podido alcanzar la madurez suficiente para desentrañar cuáles hombres realmente la quieren y cuáles la usufructúan para su provecho particular o enriquecimiento personal. Es como si el futuro de Colombia estuviera fincado en Higuita jugando contra Camerún. No se persigue un fin altruista sino el enriquecimiento sin causa en medio de la lenidad, nacimos, Dr. Jaramillo, en una época totalmente distinta a nuestra concepción fundamental de los valores del hombre.
Muero con la angustia de que eso, por ahora no se pueda cambiar. Pero me tranquiliza saber que nunca los superficiales, los banales y quienes buscan su enriquecimiento o su fama, han podido en la historia de la humanidad prevalecer por encima del interés general. Me llevo el inmenso orgullo de haber trabajado con un hombre como usted de quien, además, conté con el privilegio de su amistad personal”.
La obra es del escultor caldense Jorge Vélez Correa, formado en Filosofía y Letras, quien recibió gran parte de sus influencia de la obra del artista francés Auguste Rodin, mirada que puso en práctica, inicialmente, en el taller del maestro Rodrigo Arenas Betancourt y luego, en el que abriera a nombre propio.
María Cano nació en Medellín, en 1887, comenzó su vida pública como periodista, oficio que le permitió convertirse en compañera de tertulias de literatos e intelectuales como Efe Gómez, León de Greiff; Tomás Carrasquilla, entre otros. Comenzó su activismo político defendiendo los intereses de los mineros de oro de Segovia y Remedios, en 1925. Desde entonces, recorrería todo el país, siempre enarbolando las banderas de la defensa de los obreros y las mujeres. En 1926, fue nombrada Vicepresidente del III Congreso Obrero, donde se fundaría el Partido Socialista Revolucionario. En 1929 fue enviada a prisión por orden del gobierno de la época, que la señaló de instigar la huelga protagonizada por los trabajadores bananeros de la United Fruit Company, en Ciénaga, Magdalena, en diciembre de 1928. Recordada por cautivar a las masas con su oratoria y por sus pronunciamientos en favor de la ampliación de los derechos de la mujer, cuando las libertades femeninas eran fuertemente restringidas. Murió en Medellín el 26 de abril de 1967.
Esta obra, de Jorge Vélez Correa, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Aunque nació en Alemania, Benedikta Zur Nieden De Echavarría es considerada una de las hijas adoptivas de Antioquia más ilustres y recordadas por su altruismo. Contrajo nupcias con el empresario antioqueño Diego Echavarría Misas y, junto a él, adelantó diversas campañas en favor de la educación. Fue fundadora de varios colegios como El Triángulo, Waldford e Isolda Echavarría; fundó y dotó las bibliotecas públicas de Itagüí y Barbosa; donó los terrenos para la construcción del colegio Alemán en Medellín. La tierra donde hoy se erige el Parque Ditaires fueron de su propiedad, la misma que donó al municipio de Itagüí para la construcción de este espacio recreativo. Asimismo, organizó y donó la que fuera su residencia durante muchos años para que fuera convertido en un museo para la ciudad que, hoy se conoce como Museo El Castillo, ubicado en el barrio El Poblado de Medellín.
Esta obra, de Luz María Piedrahita, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Sobre la Cacica Dabeiba, cuenta la leyenda que entre los indios catíos que habitaron el occidente Antioquia muchos años antes de la llegada de los españoles, existió una mujer de belleza y sabiduría sin igual. Dabeiba, considerada una diosa entre los nativos, le enseñó a los hombres a cultivar la tierra, a construir habitaciones, a tejer y muchas otras cosas más. Benefactora, protectora de los hombres y pacificadora de los pueblos catíos, se dice que la diosa subió hasta la cima del Cerro León y de allí al cielo, donde protegió a su pueblo de los rayos, las tormentas y las tempestades, comunes en la región. La historia aún no arroja un veredicto final sobre las proezas sobrenaturales de la Cacica Dabeiba, pero lo que no se discute es su existencia en un momento y un lugar definidos y que, en vida, tuvo un gran don de mando y ejerció un profundo liderazgo en su tribu.
Esta obra, de Paola Andrea Úsuga Jiménez, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
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La Cacica Agrazaba encarna la fiereza y la dignidad de la indígena catía en tiempos de la opresión española. Su vida y obra no ha estado exenta de fábulas y leyendas; sin embargo, los relatos históricos no dan lugar a dudas sobre su temple e inteligencia. Líderó el fiero movimiento de mujeres indígenas que penetró campamentos españoles para liberar caciques nativos apresados y torturados por los ibéricos. Con la complicidad de la noche, las nativas ingresaron hasta el sitio donde acampaban los españoles y a punta de garrotes y flechas envenenadas obtuvieron una victoria que tuvo gran resonancia. La Cacica Agrazaba, junto con las mujeres de su tribu, organizó una red de espionaje que delataba a los Catíos, cuáles serían los movimientos de los expedicionarios del Viejo Continente; y así, estos indígenas pudieron resistir la avanzada española hasta donde sus fuerzas se los permitieron.h
Esta obra, de Martha Isabel Arroyave Ruiz, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
No existen registros confiables de la fecha de nacimiento de María Centeno. La historia la ubica en un periodo que va entre 1548 y 1645. En lo que sí coinciden en afirmar todos los relatos es en que María Centeno debe ser considerada la pionera de la industria minera en Antioquia, actividad económica en la que despuntó durante los primeros años del siglo XVII gracias a su audacia, inteligencia, actitud visionaria, osadía y valentía. La historia le reconoce su ímpetu para vencer las adversidades geográficas que le imponía la búsqueda del preciado metal en las tierras más agrestes, así como su preocupación por las obras que le brindaran desarrollo y progreso a los territorios mineros. Se le atribuye ser la mujer que ordenó la construcción del primer acueducto de Buriticá, municipio donde poseía minas. También fue propietaria de las primeras minas de oro de Remedios. Su historia también contiene aspectos de fábula: se llegó a decir que atravesaba el río Cauca, cabalgando los aires montada en el demonio, encarnado en la figura de una mula negra”.
Esta obra, de Gloria Londoño Arango, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Considerada la heroína antioqueña de la independencia, Simona Duque nació en Marinilla el 30 de marzo de 1773. Contrajo matrimonio a los 14 años con José Antonio Alzate Cardona, con quien engendró ocho hijos; siete de ellos, varones. Envuidó en 1801, y quedó como responsable de la crianza de sus hijos. Cuenta la historia que cuando justo se agitaba el sentimiento de independencia en las colonias españolas, Simona decidió entregarle a las fuerzas patriotas su más preciado tesoro: sus primogénitos. Así, en 1813, sus hijos Andrés, Francisco y Salvador se enlistaron en las tropas comandadas por el coronel José María Gutiérrez de Caviédes.
Luego, en 1819, cuando el entonces coronel José María Códova alistaba su campaña libertadora en Antioquia, Simona entregó sus otros cuatro hijos varones a la causa patriota: Antonio María, José María, Manuel y Juan Nepomuceno. Y fue el propio coronel Córdova, quien le comunicó al entonces vicepresidente Francisco de Paula Santander el acto desprendido y patriótico de la mujer antioqueña y éste, en su retribución, decretó entregarle un auxilio económico vitalicio. Pero ella se negó a recibirlo, tras considerar que dicho dinero podría hacerle falta a la República para consolidar su libertad. Su única hija, María Antonia, sería tiempo después la madre de Gilberto Alzate Avendaño. Simona Duque murió en Marinilla el 17 de enero de 1858, a los 85 años.
Esta obra, de María Raquel Sierra Varela, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
De las manos del joven escultor antioqueño Carlos Mario Vélez, alumno del maestro Ramón Vásquez, brotó la imagen de la Madre Laura Montoya, fundadora de la Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, conocidas como las Misioneras Lauritas; ella, santificada en mayo de 2013, nació en Jericó (Antioquia) el 26 de Mayo de 1874. Dedicó gran parte de su vida a la educación y la evangelización de indígenas, especialmente de la etnia Emberá Chamí, en el municipio de Dabeiba, occidente antioqueño. Falleció en Medellín, el 21 de octubre de 1949, tras una larga y penosa agonía. 14 años después de su muerte fue declarada Sierva de Dios. En 1991 el papa Juan Pablo II la nombró venerable; en 2004 fue beatificada; y desde abril de 2005 en el Vaticano estudiaron el milagro declarado por el médico Carlos Eduardo Restrepo, paso previo y definitivo para su canonización, aprobado en diciembre de 2012.
Esta obra, de Carlos Mario Vélez, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Jesusita Vallejo De Mora Vásquez (1904-2003) es una destacada pintora antioqueña. Estudió en el Instituto de Bellas Artes de Medellín. Fue una de las primeras mujeres en exponer en la sala Rendón del Museo de Antioquia. Discipula de importantes artistas de la época como Pedro Nel Gómez y el pintor alemán Kurt Las. Su obra se exhibió en importantes museos de Bogotá y París, Francia, despertando toda clase de elogios y comentarios. Fue galardonada con el Primer Premio a pintura en acuarela durante la exhibición nacional que organizó la empresa Tejicondor en 1949. También fue galardonada con el Primer Premio a pintura en acuarela en el concurso organizado por la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, en 1950.
Esta obra, de Gloria Londoño Arango, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
María Martínez De Nisser nació en Sonsón, Antioquia, el 11 de diciembre de 1812. Desde muy niña se incubó en su interior el sentimiento libertario y emancipador que la llevó, en su juventud, a integrar los ejércitos patriotas como una de las primeras mujeres en luchar codo a codo con los hombres en el campo de batalla. Sin embargo, para ingresar a la milicia tuvo que superar dificultades y críticas de la época. Allí se destacó por su capacidad oratoria y por la forma de arengar a las tropas, acto que estaba reservado solo a los hombres. Dejó para la historia el libro titulado “Diario de los sucesos de la revolución de la provincia de Antioquia en los años 1840 y 1841”. Murió en Medellín el 18 de septiembre de 1872.
Esta obra, de María Raquel Sierra Varela, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Blanca Isaza Jaramillo Meza, poetisa y escritora, nació en Abejorral, Antioquia, el 6 de enero de 1898 y murió en Manizales, en 1967. Poseedora de una variada obra literaria que incluyó poesía, cuentos, crónicas, ensayos, cuadros de costumbres y conferencias. Entre sus libros se destacan “Selva florida” (poesía, 1917); “Los cuentos de la montaña” (1926); “La antigua canción” (prosa y verso, 1935); “Preludio de invierno” (poesía, 1954); “Itinerarios breves” (siete volúmenes de crónicas diversas). Fue colaboradora activa y permanente de diversos diarios y revistas del país y en 1940 fundó junto a su esposo, el poeta y escritor Juan Bautista Jaramillo Meza, la revista “Manizales”, órgano literario al servicio de la cultura colombiana. Fue merecedora de múltiples reconocimientos a nivel nacional e internacional y su nombre llegó a situarse al mismo nivel de grandes poetisas del continente americano como Gabriela Mistral, Delmira Agustini y Juana Ibarbourou.
Esta obra, de Janeth Reyes Rivera, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
“Para mí, Débora Arango era una paloma que voló sola y nadie le pudo cortar las alas”, declaró a la prensa la escultora bogotana Janeth Reyes cuando supo que había sido seleccionada para elaborar un busto de la artista antioqueña, a quien calificó de “muy maestra”. Debora Arango, nacida en Envigado en 1907 y fallecida en 2005, fue una polémica pintora que revolucionó la conservadora sociedad antioqueña con su propuesta artística en torno a la figura femenina en facetas no admitidas para la época, razón por la cual fue rechazada por el establecimiento colombiano, que veía en sus obras ciertos aires subversivos. Su prolífica obra también es reconocida por plasmar los problemas sociales y políticos del país, asuntos que tampoco eran del gusto de aquellos que detentaban el poder. Pero quienes valoraron su aporte al arte decidieron rendirle un homenaje al poner su figura en los nuevos billetes de 2 mil pesos, en los que se observa: “un retrato plácido que, sin embargo, esconde un terremoto. La señorita que hoy aparece allí tan inofensiva ha removido, una y otra vez, el orden de la oficialidad colombiana, con sus herejías”.
Esta obra, de Janeth Reyes Rivera, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Luz Castro De Gutiérrez nació en Medellín el 18 de enero de 1908. Su nombre es recordado por ser una de las mujeres que más trabajara por las clases menos favorecidas y por su incansable dedicación a la asistencia social en Colombia. En este sentido, su obra es bastante extensa: fundadora del Banco de Sangre del Hospital San Vicente de Paúl (1949); fundadora del Hogar Infantil Rotario (1950); cofundadora del Voluntariado Hospitalario, primero en su género en el país (1956); fundadora del Comité Privado de Asistencia a la Niñez -PAN- (1970), fundadora e integrante del comité ejecutivo de la Clínica Luz Castro de Gutiérrez. Fue elegida como concejala de Medellín para los periodos 1964-1966; y 1974-1976. Como edil de la ciudad líderó proyectos de acuerdos que luego se trajuderon en importantes obras para la ciudad como la creación de los centros de salud con guarderías anexas y el Centro de Protección para el Menor. También creó la medalla al mérito femenino. Murió en Medellín en 1991.
Esta obra, de Luz María Piedrahita, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Luzmila Acosta De Ochoa, médica psiquiatra, nacida en Caldas, Antioquia, el 22 de diciembre de 1928. Cursó estudios de medicina en la Universidad de Antioquia y de psiquiatría en la Universidad de Merylan, Estados Unidos. Asumió -y ejerció- su actividad profesional como un verdadero apostolado, convencida de que los enfermos psiquiátricos de todas las edades y condiciones sociales merecían atención especializada y oportuna. Sus contribuciones al campo de la psiquiatría son ampliamente reconocidos en la comunidad académica y científica. Su liderazgo en este campo de la medicina terminó por abrirle las puertas a más mujeres. Integró la Sociedad Antioqueña de Psiquiatría.
Esta obra, de Martha Inés Pérez Arango, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Una reseña sobre Rosita Turizo de Trujillo (1929) dice que “representa la lucha de las mujeres por la reivindicación y consolidación de sus derechos civiles. La creación de conciencia ciudadana de las mujeres por ellas mismas y por la sociedad es estudiado en el último capítulo bajo su imagen, al tratar las diferentes batallas civiles que libraron un grupo de prestantes damas de la sociedad colombiana para lograr un reconocimiento y sus logros”. Es egresada de la Universidad de Antioquia, la novena abogada mujer en recibir el título; fue cofundadora de las universidades de Medellín, en 1950, y Autónoma Latinoamericana, en 1966. Durante veinte años fue Fiscal del Tribunal Superior de Medellín.
Esta obra, de Olga Inés Arango, ha sido emplazada desde 2020 en la avenida La Playa, una vitrina escultórica configurada ahora por 34 esculturas en formato busto, que pretende estimular nuevas narrativas para reivindicar los aportes de la mujer al desarrollo y la configuración de la identidad en nuestra ciudad. Se trata de catorce bustos de mujeres que se han sumado a las esculturas de hombres que tradicionalmente estaban allí; catorce mujeres que fueron protagonistas en distintos ámbitos de nuestro acontecer y que, sin duda alguna, han marcado el devenir de la región desde la conquista hasta nuestros días.
Esta obra, de un profundo carácter urbano, representa uno de los oficios tradicionales que se desarrollan en los alrederores y dentro de la Plaza Minorista; sí, el del carretillero, un informal transportador que cuenta con un pequeño vehículo de dos ruedas para cargar cuanta cosa pueda, siempre y cuando sus fuerzas se lo permitan, pues es un elemento de tracción humana.
La obra escultórica, realizada por la artista bogotana Janeth Reyes Rivera, se destaca por sus detalles realistas. La pieza está construida en tamaño natural. El centro es un carretillero, de apariencia campesina, como lo sugieren sus accesorios: sombrero, carriel y alpargatas, que está sentado en la carretilla, su herramienta de trabajo, a la espera de un nuevo servicio. Su instalación no pudo ser más significativa: cerca a la Minorista, un centro de comercio al por mayor y al menudeo que convoca a miles de personas diariamente y, por supuesto, a decenas de carretilleros, prestos a transportar lo que el cliente quiera.
El periodista antioqueño Guillermo Cano Isaza (1925-1986) es un ícono de la defensa de la verdad y la libertad de prensa en Colombia. Por su rigurosa labor periodística y editorial terminó como víctima del Cartel de Medellín, liderado por el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, quien ordenó su asesinato, perpetrado el 17 de diciembre de 1986 en Bogotá, cuando se desempeñaba como director de El Espectador, desde donde siempre criticó las acciones del narcotráfico.
El busto, que fue dinamitado dos veces en 1987 en el Parque Bolívar, fue reinstalado en 2007 para finalmente reubicarse sobre la Avenida La Playa en el 2019. Se trata de una obra inédita que dejó moldeada antes de su muerte el maestro Rodrigo Arenas Betancourt, creador de los dos monumentos anteriores. De acuerdo con notas de prensa de la Revista Semana, él la había dejado guardada para que no estuviera al alcance del terrorismo perpetrado por el narcotráfico.
El artista Edgar Gamboa Velásquez proviene de los barrios que alguna vez fueron periféricos, pero que actualmente se integraron al desarrollo de la ciudad. Es conocido como el “Escultor de Campo Valdés” y se proclama como alumno del maestro Justo Arosemena. El monumento a Los Niños De Villatina, fue erigido en memoria de los nueve jóvenes asesinados en el barrio Villatina de Medellín la noche del 15 de noviembre de 1992 por agentes de seguridad del Estado. En la obra se puede observar a una niña que baila, a otro niño que juega con un balón, a otro escuchando música en una grabadora, una bicicleta y a otro niño que lee aparte, sentado en una banca. El espacio que los contiene es un carrusel que conforma un globo.
El monumento hace parte de las acciones de reparación en favor de las víctimas que debió realizar el Estado colombiano después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo hallara responsable de este hecho. Fue instalado en el populoso Parque del Periodista, donde los visitantes se han apropiado de una manera curiosa de la obra: es usada como lugar de encuentro y conversación de cientos de jóvenes que confluyen allí durante el día y la noche.
La realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que representa a uno de los personajes más icónicos no sólo de Medellín sino de cualquier ciudad de América Latina: la vendedora de dulces y cigarrillos. Mujer madura, de contextura gruesa, con rastros faciales fuertes moldeados bajo el sol y el agua, resultado de su labor callejera. En la mano derecha lleva un bastón, junto al cuello la caja con sus productos y en su mano izquierda unos dulces que ofrece a los transeúntes. Su tamaño natural le imprime un fuerte realismo.
La particularidad de la realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que representa una de las actividades cotidianas más emblemáticas de Medellín: el vendedor de lotería, un personaje que con su labor alimenta la esperanza de muchos de “salir de pobres” mientras su vida transcurre entre el cansancio y el anhelo de otra vida. En una de las partes de la escultura, justo debajo de los billetes de lotería, la artista describe este oficio: “Regalando la suerte entre intensas fatigas, cargado de sueños e ilusiones ya idas. Recorre las calles anhelando otra vida”.
La particularidad de la realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que rinde homenaje a una de las labores más reconocidas en las urbes desde el siglo XIX y que pese a tanta modernidad, perdura en el tiempo: el lustrabotas. Siempre conversador, siempre amable, interesado en las vivencias de su cliente de turno. El realismo de esta obra invita al transeúnte a sentarse y esperar que este personaje saque de la caja el betún y escriba otro fragmento de su vida en los zapatos del cliente.
La realidad que refleja la artista colombiana Olga Inés Arango Posada en sus obras se convierte en punto de partida para reflexionar sobre quiénes habitan la ciudad, al mostrar con gran expresividad la manera cómo sus vivencias cotidianas se pueden trasladar al arte. Como parte de su serie Oficios Callejeros, se instaló en la plazoleta del Centro Administrativo La Alpujarra esta pieza escultórica, que evoca un viejo oficio ejercido especialmente por niños desde el siglo XIX y hasta los años ochenta del XX: el voceador de prensa. Portador de las más importantes noticias del día, su voz infantil llamaba la atención con gran creatividad sobre los hechos descritos en la prensa. Despertaban tanto interés, que la gente se aglutinaba a su alrededor para comprar el diario. Por muchas décadas, fueron importantes en las ciudades. Ya poco queda de ellos, pero el realismo de esta obra evoca el pasado de una labor que también le dio lustre a la prensa.
Instalada en la plazoleta central, a un costado de la entrada al Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA), se observa la obra Tornamesa; de gran envergadura. Es una propuesta del artista antioqueño Ronny Vayda, quien se caracteriza, en este tipo de intervenciones públicas, por conjugar trazos geométricos muy definidos. En ella se observa el desdoblamiento de un semicírculo que propone un juego de luces y sombras que permite establecer, para aquel observador curioso, el paso del tiempo, que se marca en el piso de ladrillo, integrando así el metal, el barro, la luz y la sombra. Y constituyendo, como bien lo describió Eduardo Serrano: “un juego de contrarios (traslucidez y hermetismo, fragilidad y dureza, lleno y vacío, interioridad y exterioridad, opacidad y reflejos) que también incita a paralelos con diversos aspectos del mundo y la existencia, y que hace perentoria e inevitable una comprobación táctil”.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en el vecino municipio de Itagüí en 1944, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido por ser uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Entre ellas se encuentra Renacer, una fuente instalada en la sede el Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Es una alegoría a la familia campesina que retorna al campo, a sus tierras, para permitirse un nuevo amanecer, para sentir de nuevo la vida. Papá, mamá, hijo e hija, rodeados de montañas, bañados por un sol metálico y en constante contacto con el agua, permite entender que la obra va más allá de un simple paisaje para encarnar la historia propia de los habitantes del campo colombiano.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas: “… el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano se puede establecer que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela de arte en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica se concentró en personajes históricos y de relevancia nacional, entre ellos Guillermo Gaviria Correa, el gobernador de Antioquia secuestrado junto con su Asesor de Paz, Gilberto Echeverri Mejía, el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia.
Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad contra el secuestro. La obra fue instalada en uno de los pasillos de la sede del Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Con posterioridad, el busto fue intervenido por el artista bogotano Miller Lagos, quien le añadió brazos y piernas.
De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano se puede establecer que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela de arte en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica se concentró en personajes históricos y de relevancia nacional, entre ellos el Asesor de Paz Gilberto Echeverri Mejía, secuestrado junto con el gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria Correa, el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia.
Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad contra el secuestro. La obra fue instalada en uno de los pasillos de la sede del Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA). Con posterioridad, el busto fue intervenido por el artista bogotano Miller Lagos, quien le añadió brazos y piernas.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. El Desafío de la Raza es un claro ejemplo de ello. Construida en concreto y bronce, mide en total 18 metros y en ella se exalta al pueblo americano, sus luchas y sus hazañas. Fue instalada en el costado suroriental del Parque Berrío, justo frente a la entrada principal del Banco Popular. Su altura no es excusa para que visitantes y transeúntes no se fijen en ella.
En el sector de San Diego, sin mucha visibilidad para el transeúnte, en medio de un alto flujo vehicular, de autor anónimo y sin fecha precisa de instalación, se encuentra este busto, en homenaje al destacado político mexicano Benito Juárez (1806-1872), el primer líder no militar y primero y único indígena (de la etnia Zapoteca) que ocupara la Presidencia en varias ocasiones, entre el 18 de diciembre de 1857 y el 18 de julio de 1872. Es reconocido como un reformador progresista que fortaleció la democracia en México, al brindar igualdad de derechos para los indígenas y quitarle poder a la Iglesia Católica. La reforma, que representó el triunfo de los liberales, tuvo consecuencias nacionales, pues expropió las tierras a la Iglesia, colocó al ejército bajo control civil y separó la Iglesia del Estado en los asuntos públicos. En varios países latinoamericanos ha tenido significativos reconocimientos; en Colombia, por ejemplo, se le llamó ‘Benemérito de las Américas’ en reconocimiento a su labor. Es recordado por la frase, que está impresa en la placa de esta obra: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Don Juan del Corral Carriazo, es un personaje histórico de la vida nacional que nació en Mompox el 23 de junio de 1778 y murió en Rionegro en 1814. Durante la Primera República jugó un papel determinante al declarar el 11 de agosto de 1813, la independencia absoluta de Antioquia, para lo cual le dieron todas las facultades necesarias al nombrarlo Presidente Dictador de la Provincia de Antioquia. Así mismo, fue quien concedió el título de ciudades a Medellín y a Marinilla, y aprobó la libertad de vientres de esclavos, promulgada por los legisladores antioqueños. El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa.
El autor de esta pieza escultórica, Bernando Vieco, se formó inicialmente en la contaduria y luego, seducido por el arte, se convirtió en un reconocido fundidor. De sus obras se dice que: “fueron cuidadosamente estudiadas, de dibujo impecable, excelente retratista, expresivo y clásico en el manejo del modelado”. La obra fue instalada en la parte baja de la Estación Prado del Metro, un populoso sector del centro de la ciudad.
El pintor y escultor Eduardo Ramírez Villamizar, nacido en Pamplona, Norte de Santander, se caracterizó por ser uno de los primeros artistas constructivos en el país y de los más importantes en América Latina. Federico Morais, en el ensayo Utopía y forma en Ramírez Villamizar describe la razón de ser de su obra: “El objetivo de Ramírez Villamizar es siempre uno solo, la forma. De ella es la primacía en su trabajo; todo debe llevar a la forma pura: color, espacio, materiales. Cuando hablo de forma no me estoy refiriendo a contorno o “compactación” sino a una relación equilibrada de varios elementos, ya sean materiales o virtuales”.
Tales aspectos se reflejan justamente en esta obra, instalada cerca de la Glorieta de San Diego, uno de los sectores con más alto tráfico vehicular de la ciudad. Su figura prominente en forma de tótem, escalonada, que, dependiendo de donde se mire, da una sensación o no de entrelazamiento, pero que al final, en la parte superior y en la inferior, están unidas como si invitaran a la unidad. La rotonda en grama que tiene a su alrededor y su color complementan esta propuesta artística.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás.
Esta obra está ubicada en uno de los lugares más centrales de la ciudad de Medellín, el extremo sur del Parque Berrio; en una de las esquinas del Banco de la República. La llegada a la ciudad y su instalación, en septiembre de 1986, abrió la puerta para conocer más de cerca al autor y su manera de ver el cuerpo humano, siempre voluptuoso. La escultura monumental, de grandes caderas y protuberantes senos, encantó de inmediato a los transeúntes y se convirtió muy pronto en un punto de encuentro de los ciudadanos, quienes coloquialmente suelen decir: “nos vemos en la Gorda de Botero”. Su presencia no pasa inadvertida y es desde hace más de 30 años un ícono del turismo, el arte y la cultura urbana.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Compete ahora referirnos al hombre, que si bien son las de menor cantidad, sobresalen por su tamaño y la fuerza que emana de sus cuerpos voluminosos. Y puesto que quedaría incompleta la obra de Eva sin su Adán, el artista no quiso ser artífice de dicha separación y situó frente a la mujer al hombre desnudo, erguido, con mirada altiva y fuerte, que atrae a transeúntes y visitantes por su virilidad.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Si hablamos de los animales, encontramos en la ciudad muy pocas obras escultóricas, pero una de ellas es bastante representativa para la idiosincrasia antioqueña: el caballo. Caracterizado por la nobleza, esta pieza no se escapa a la visión voluptuosa que despliega el artista, de ahí que la figura equina también sea recia y muestre fortaleza, una imagen que se valora de manera especial en una ciudad donde existe un gran aprecio por este animal.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Si hablamos de los animales, encontramos en la ciudad muy pocas obras escultóricas, pero una de ellas es bastante representativa para la idiosincrasia antioqueña: el caballo. Caracterizado por la nobleza, esta pieza, una de las más representativas del artista, no se escapa a la visión voluptuosa que despliega en sus piezas escultóricas, de ahí que la figura equina también sea recia y muestre fortaleza, una imagen que se valora de manera especial en una ciudad donde existe un gran aprecio por este animal.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a esta última temática, surge esta cabeza redonda, monumental y exuberante, que hace presencia de una manera contundente alrededor de las demás esculturas de la plazoleta. Al igual que otras de ese estilo, muchos transeúntes la entienden como un autoretrato del artista, como un homenaje a sí mismo o como una representación de la inteligencia humana.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a las que aluden a la Mujer se evidencia una mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Prueba de ello, es esta escultura, que representa una de las tantas historias de la mitología griega. La Esfinge es un león con torso femenino, alas y cola de serpiente, considerado un demonio que presagiaba mala suerte, muerte y destrucción. A pesar de este mito, que en la mayoría de los casos es representado de manera temerosa, Botero la personifica de una manera sutil y delicada permitiendo ver el lado femenino del mal.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Prueba de ello, es Eva, quien, según La Biblia, fue la primera mujer sobre la tierra. En esta obra, el artista la muestra de pie, representando de una manera sutil el poder y la grandeza de la fuerza femenina.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Si hablamos de los animales, encontramos en la ciudad muy pocas obras escultóricas entre las que se destaca este felino, una de las mascotas de la exhibición callejera de Botero en la plazoleta. Sentado en sus patas traseras, con sus orejas alerta, pero en un tranquilo estado de observación, parece observar el ajetreado movimiento del lugar, sin perder detalle de lo que ocurre allí.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Compete ahora referirnos al hombre, que si bien las hay en menor cantidad, sobresalen por su tamaño y la fuerza que emana de sus cuerpos voluminosos. Muestra de ello es este hombre elegantemente vestido, con sombrero, montando en su caballo como si recién llegara a la ciudad en plan de negocios, su mirada dirigida al sur está enfocada en uno de los edificios más antiguos de la ciudad, considerado como un bien de interés cultural, el edificio Gutemberg, un referente de la evolución de la cuidad del siglo XX.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Compete ahora referirnos al hombre, que si bien las hay en menor cantidad, sobresalen por su tamaño y la fuerza que emana de sus cuerpos voluminosos. En el caso de esta pieza escultórica, se refleja la altivez de quien camina sobre los otros, aplastándolos, para lograr su propósito. La obra propone a transeúntes y visitantes una reflexión sobre la superioridad del hombre sobre el hombre, muy común en la historia de la humanidad.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Compete ahora referirnos al hombre, que si bien son las de menor cantidad, sobresalen por su tamaño y la fuerza que emana de sus cuerpos voluminosos. Situado al lado de la obra Mujer Vestida, esta figura asociada al vestir elegante, refleja la reciedumbre de los hombres exitosos en los negocios, una imagen muy tradicional entre los antioqueños. Su postura altiva contrasta con la informalidad que reina en el populoso lugar, entre visitantes y transeúntes.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a esta última temática, encontramos esta pieza escultórica, una de las más emblemáticas en la vida del artista. Es una mano izquierda que ofrece múltiples interpretaciones, una de ellas es que representa un saludo a los transeúntes que circulan profusamente por el lugar y les da la bienvenida a la plazoleta; hay quienes creen que es un homenaje a los escultores; y otros, argumentan que es parte de un brazo estirado que pretende decir: “aquí estoy”.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta mujer sentada tranquilamente cargando su hijo, se convierte en la personificación de la mujer como punto de partida para el inicio de la vida.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. En una de las esquinas de la plazoleta, se encuentra esta voluptuosa mujer caracterizada por su postura sensual y sus curvas pronunciadas.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Y en ese sentido, la vanidad femenina no podría quedar por fuera. Representada por esta mujer exuberante y sensual, se ha convertido en una de las esculturas con la que los transeúntes más se relacionan, pues su posición horizontal y a baja altura facilita el acceso a la obra, permitiendo que cada persona que se acerque a ella interactúe de forma natural como si fuese una más de las mujeres que transitan el lugar.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta obra, al igual que la Mujer reclinada y la Venus dormida son, tal vez por la posición de sus cuerpos, tres esculturas que además de su magnificencia le dan paso a la sensualidad y el erotismo, al resaltar los atributos que logran atraer, seducir y encantar a cada transeúnte que pasa por su lado.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta obra, al igual que la Mujer con fruta y la Venus dormida son, tal vez por la posición de sus cuerpos, tres esculturas que además de su magnificencia le dan paso a la sensualidad y el erotismo al resaltar los atributos que logran atraer, seducir y encantar a cada transeúnte que pasa por su lado.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. La mujer sentada con su cuerpo incompleto les propone a los miles de transeúntes que circulan por allí, el juego imaginativo de completar la obra, generando expectativa por verla completa.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas..
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Aunque esta mujer está vestida, su voluptuosidad y sus curvas resaltan notablemente sin perder la sensualidad característica de las obras del artista. Su postura y vestir elegantes contrasta con la informalidad que reina en el populoso lugar entre visitantes y transeúntes.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta obra, al igual que la Mujer reclinada y Mujer con fruta son, tal vez por la posición de sus cuerpos, tres esculturas que además de la magnificencia le dan paso a la sensualidad y el erotismo al resaltar los atributos que logran atraer, seducir y encantar a cada transeúnte que pasa por su lado.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta obra, a diferencia de las demás, invita al espectador al análisis, pues si bien en las demás obras el encuentro con ellas es un cotidiano, en esta se pueden hallar múltiples interpretaciones, de acuerdo con la manera cómo cada espectador establezca las relaciones hombre y mujer. Si nos guiamos solo por el nombre que el artista le ha dado a la obra, Pensamiento, pensaríamos que la mujer está presente constantemente en el pensamiento masculino.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Si hablamos de los animales, encontramos en la ciudad muy pocas obras escultóricas entre las que se destaca este canino, una de las mascotas, junto con El Gato, de la exhibición callejera de Botero en la plazoleta. Sentado en sus patas traseras, con su cola parada y su lengua afuera, parece saludar, como lo hacen los perros, cuando sus amos llegan a casa, a todo aquel que transita por el populoso lugar.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Con respecto a la Mujer se evidencia mayor presencia, pues la mitad de las obras expuestas corresponden a ella. Esta obra representa la leyenda mitológica el Rapto de Europa, en la que Zeus se convierte en toro para raptar a una princesa fenicia de nombre Europa y llevarla a Creta para declararle su amor. En esta escultura, Europa es una mujer voluptuosa, que sentada sobre un toro con las piernas para el mismo lado, muestra su sensualidad, exuberancia y belleza.
Nacido en Medellín en 1932, Fernando Botero es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio, fácil de reconocer y apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Compete ahora referirnos al hombre, que si bien son en menor cantidad, sobresalen por su tamaño y la fuerza que emana de sus cuerpos voluminosos. La presencia de esta escultura contrasta con las demás obras del artista instaladas en la plazoleta, pues rompe con la imagen tradicional para situar una imagen de seguridad militar en el sector. Su postura recta representa la disciplina característica de los soldados romanos que, con sus grandes habilidades, combatieron en todos los terrenos y en todas las circunstancias, hasta consolidar un gran imperio.
Luis Uribe Bueno, nacido en Norte de Santander en 1916, dejó un legado importante para la música colombiana. Fue el autor de más de 600 canciones y es considerado como uno de los más grandes compositores del país. Bajo la dirección artística y musical de la casa disquera Sonolux, desarrolló un importante trabajo de promoción de la música andina colombiana, entre porros, cumbias y mapalés.
Alejandro Tobón Restrepo, coordinador del grupo de investigación en Músicas regionales de la Universidad de Antioquia, lo definió como ‘Sui géneris’ dentro de los músicos de su generación surgida en la primera mitad del Siglo XX: “No sólo se dedicó a la interpretación o la composición musical, sino que cumplió una multiplicidad de funciones, tanto en la gestión cultural, como en el desarrollo de la industria fonográfica del país y de construcción de políticas culturales, en favor de la música colombiana”.
El maestro Luis Uribe Bueno murió el 10 de julio de 2000 en Medellín. Sobre sus últimos días, escribió el maestro Luis Fernando León, investigador y profesor asociado de la facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes: retirado del medio musical, yo solía visitarlo en su casa de San Javier […], donde le gustaba contarme sobre lo que hacía en su retiro y su afán por dejar unas memorias escritas de toda su experiencia en la música. Desafortunadamente, no logró publicarlas, una lástima, porque en su vida había tanta experiencia que uno gozaría leyéndolas”
José María Bravo Márquez, compositor y maestro, es reconocido por haber iniciado uno de los mayores movimientos corales del país gracias a la fundación en 1932 del Orfeón Antioqueño, regido por la conocida frase: “Todo el que habla canta”. Emprendió la formación de grupos corales que trascendieron el ámbito local. Realizó numerosas composiciones musicales entre las que se cuenta la melodía del himno de la Universidad de Antioquia y la letra de la primera estrofa del mismo que, posteriormente fue terminado por el poeta Edgar Poe Restrepo. Su obra musical incluyó títulos como: “La Sinfonía de los Andes”, “Recibo Orfeónico”, “La barcarola”, “Canción de cuna para mi madre muerta”. Además de villancicos y música religiosa.
Su vida transcurrió durante la primera mitad del siglo XX en medio de un ambiente cultural y bohemio donde proliferaron los clubes, los teatros, los establecimientos de enseñanza de música, las sociedades filarmónicas, las publicaciones y revistas culturales y las tertulias como la del Negro Cano frecuentada por personajes de la talla de Barba Jacob, León de Greiff, Efe Gómez, Ricardo Olano, Francisco Antonio Cano, entre otros intelectuales. En este sentido, tuvo una activa participación en la vida intelectual y cultural antioqueña, donde combinó su pasión y dedicación por la música con la enseñanza, la formación, la composición, sus creencias religiosas, su filiación política y la difusión artística e intelectual”.
La pieza escultórica de la artista bogotana Janeth Reyes fue instalada en la Avenida La Playa, una de las arterias viales de la ciudad.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en el vecino municipio de Itagüí en 1944, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido por ser uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Se destaca entre sus obras monumentales este homenaje a dos personajes de la vida regional y nacional, instalado en el costado frontal de la plazoleta principal del Centro Administrativo La Alpujarra. La escultura representa a Guillermo Gaviria Correa, Gobernador de Antioquia entre el 1 de enero de 2001 y el 14 de abril de 2002, y su Asesor de Paz, Gilberto Echeverri Mejía, convertidos en árboles que dieron vida. Ambos fueron secuestrados el 21 de abril de 2002 en la carretera que conduce al municipio de Caicedo, en el occidente del departamento, durante una marcha por la No violencia. Tras un penoso cautiverio, el 5 de mayo de 2003 fueron asesinados por guerrilleros de las FARC durante una fallida operación de rescate adelantada por el Ejército Nacional. Los dos funcionarios se convirtieron en el símbolo de la resistencia y la dignidad. Esta obra fue concebida como una invitación a la reconciliación, la unión y, sobre todo, a la esperanza.
La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas “el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
Situada en uno de los costados del puente de la Avenida 33, sobre el río Medellín, fue instalada esta gran obra, en homenaje al arriero. Se trataba de un pedestal del que emergían la cabeza, un recio brazo de un arriero y la cabeza de su mula ilustrando un forcejeo entre el hombre y el animal, en su faena diaria. La escultura causó polémica, porque los puristas no aceptaron esta representación de uno de los oficios insignes que exalta tradicionalmente los valores asociados al trabajo y la errancia de los antioqueños.
Poco a poco la obra fue desbaratándose y de ella no queda el rastro, sólo su pedestal. En una ocasión, hablando con el diario El Colombiano, el maestro Oscar Rojas, su autor, dijo, entre risas: “Que me devuelvan la piedra, para tallarla”.
El reto propuesto por un oficial de la Policía Nacional al escultor Leobaldo Pérez Jiménez no era fácil: convertir en piezas artísticas el metal que contenían por lo menos 35 mil cuchillos, navajas y puñales almacenados en una bodega de la sede de la Policia Metropolitana. El artista recuerda que cuando le llevaron el material, su taller se llenó de una extraña energía: “Las armas estaban sucias. Cuando las lavaba, algunas soltaban sangre. Tuve que neutralizar todo eso y me propuse convertirlo en algo estético”. Para el Árbol de la Vida se usaron 27.398 armas blancas entregadas por jóvenes de Medellín durante diferentes jornadas de desarme.
Este Árbol, ubicado en uno de los nuevos espacios públicos de la ciudad, el Parque Bicentenario, mide unos 6.5 metros, tiene 4.5 metros de ancho y pesa alrededor de dos toneladas. Se trata de una obra que busca sensibilizar al transeunte sobre la necesidad de mantener vigente nuestro pasado para encontrar allí la fuerza transformadora de un presente sin ningún asomo de violencia. En la base de la obra se inscribió una frase del escritor checo Milán Kundera: “la vida es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir”.
Esta locomotora es el símbolo de pujanza, de una época gloriosa para el departamento. El problema de los antioqueños del siglo XIX era que su rica economía minera, cafetera e industrial, no tenían salida hacia los puertos de la costa norte colombiana. Por ello era necesario construir una vía férrea desde Medellín hasta Puerto Berrío.
Esta réplica, que yace silenciosa en las inmediaciones del Centro Administrativo La Alpujarra, centro del poder local y regional, es evocativa del Ferrocarril de Antioquia, uno de los proyectos de transporte más ambiciosos de los antioqueños del siglo XIX. Iniciado formalmente en 1874, bajo la conducción del ingeniero civil cubano Francisco Javier Cisneros, tuvo bastantes dificultades en su desarrollo, generadas, entre otras razones por las guerras civiles de finales del siglo XIX y comienzos del XX, lo que dejó el proyecto sin recursos económicos y sin el ingeniero Cisneros, quien renunció en 1899.
Pero gracias a los recursos provenientes de la indemnización pagada por Estados Unidos por la cesión de Panamá, se reactivó el proyecto ferroviario, que se enfrentó a una barrera natural: el paso de La Quiebra, que fue superado gracias a la creatividad del ingeniero antioqueño Alejandro López Restrepo, quien diseñó un túnel como solución, construido por una firma canadiense. Superado este obstáculo, la primera locomotora pasó por allí el 7 de agosto de 1929. Después de ese logro, vinieron años de abundancia con cada pito, que anunciaba la llegada o la partida del tren cargado de productos agrícolas, pecuarios e industriales desde o hacia los mercados nacionales e internacionales. Su declive comenzó en 1960 y dejó de funcionar en 2004. Muchos esperan que el tren sea reactivado y sus sonidos típicos se escuchen nuevamente en los paisajes verdes y montañosos de Antioquia.
“Juan de la Cruz Gómez Plata, hijo de Barichara (Santander), inició en 1793 su formación académica en el Colegio de San Bartolomé, institución en la cual recibió el título de abogado y en la que se desempeñó como profesor y rector. Fue ordenado sacerdote en 1818 y ocupó varios cargos eclesiásticos como ser el cura de la Catedral de Bogotá, examinador sinodal y profesor de derecho canónico. Antes de ser designado como obispo de la iglesia católica en Antioquia, Gómez Plata fue condenado y recluido en el Colegio de Ordenados bajo la vigilancia del obispo Rafael Laso de la Vega por su participación en el atentado contra Simón Bolívar, realizado el 26 de septiembre de 1828, conocido como la conspiración septembrina.
El busto hace parte del grupo de personajes ilustres instalados en los separadores viales de la Avenida La Playa. De la poca información que se tiene del artista antioqueño Jairo Cano, se establece que fue uno de los discípulos de Eladio Vélez, quien tuvo una reputada escuela en Itagüí (Antioquia). Su labor escultórica (pues también fue pintor) se concentró en personajes históricos.”
“Es una de las obras que el artista antioqueño Carlos Mario Vélez quiso hacer tipo monumental, pero se quedó en el pequeño formato. Esta vez exaltó la figura del militar y presidente Gustavo Rojas Pinilla, quien nació en Tunja el 12 de marzo de 1900 y murió en Bogotá el 17 de enero de 1975. Ingeniero, militar y comandante de las Fuerzas Armadas, el 13 de junio de 1953 organizó un golpe de Estado mediante el cual asumió la presidencia, gracias al apoyo de diversos sectores políticos e incluso, de la población civil.
Bajo su dictadura, Rojas Pinilla realizó importantes obras de infraestructura como el Hospital Militar, creó el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), la construcción de cientos de acueductos, vías y aeropuertos. Mediante acto legislativo del 25 de agosto de 1954, concedió el voto a las mujeres y les reconoció sus derechos políticos. Al mismo tiempo que alcanzó la paz con los grupos alzados en armas, declaró ilegal las actividades del Partido Comunista Colombiano. Dejó la presidencia en manos de una Junta Militar en 1957, pero se presentó a elecciones presidenciales en 1970, en nombre del movimiento Alianza Nacional Popular (Anapo), que él mismo fundó. Al final, perdería los comicios por estrecho margen con el candidato conservador Misael Pastrana.”
11 - Laureles - Estadio [7]
El artista venezolano Cruz-Díez juega en este tipo de obras con la paleta de colores que le ofrece la naturaleza, de ahí que sea considerado por los críticos de arte como uno de los artistas más representativos del arte óptico y cinético por su constante búsqueda de formas, colores y diseños. Resultado de sus reflexiones instaló la escultura Cromo Interferencia en Carlos E. Restrepo, uno de los barrios más emblemáticos de Medellín, reconocido por su actividad cultural y ambiente intelectual y por hallarse cerca, además, de las universidades Nacional y de Antioquia, así como del centro de la ciudad.
Esta pieza artística se amalgama con la versatilidad y multiplicidad de los distintos actores que suelen reunirse cada noche alrededor de la obra. En esa fusión con sus interlocutores, hay una permanente invitación a apropiarse del espacio a través de la música, la danza, la lectura y una que otra cerveza.
Atanasio Girardot (1791-1813), conocido también como el Héroe del Bárbula, tuvo gran relevancia para la historia de Colombia a pesar de su corta existencia: en 1810, se graduó como abogado y fue reconocido como Teniente del Batallón Auxiliar de Santafé; y luego de haber combatido, durante el gobierno de Antonio Nariño en la provincia de Cundinamarca, fue ascendido a Capitán. Sin embargo, en la lucha de sometimiento a las provincias federalistas de Tunja y el Socorro decidió cambiar súbitamente de bando y apoyar la causa de Simón Bolívar para comandar varios batallones que ocuparon Mérida, Trujillo, Barinas y Nutrias, en Venezuela. En Apure se encargó de la retaguardia durante el avance de Bolívar hacia Caracas, alcanzándolo cerca del cerro Bárbula, sitio donde tuvo fuertes batallas con el ejército realista. El 30 de septiembre de 1813 murió en combate envuelto en la bandera republicana.
El autor de esta obra es José Horacio Betancur, cuyas obras fueron donadas a la ciudad, financiadas por él mismo, sin ningún tipo de ayuda por parte del Estado. Trabajó con muchos materiales, como la madera, la piedra, el granito, el concreto, hasta encontrar en este último, el material perfecto para sus monumentos.
La Rayuela, ese juego de niños que siempre está pintado en el suelo, es una provocación a ese espíritu lúdico que cada quien lleva en su interior. La obra fue instalada en las orillas del río Medellín y muy cerca a la calle San Juan, uno de los principales ejes viales de la ciudad. Se trata de una de las obras expuestas de forma permanente en la ciudad durante el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín, 1997.
Su historia se remonta a una iniciativa surgida a finales de los años setenta, cuando las artes plásticas estaban centralizadas en Bogotá, y surgió en Medellín un grupo de arquitectos conformado por Ana Patricia Gómez, Jorge Mario Gómez y Fabio Antonio Ramírez, quienes decidieron unirse con el fin de dedicarse al arte y trabajar de manera conjunta; un caso inédito en el país hasta ese momento, y al que más adelante le darían el nombre del Grupo Utopía. Su accionar se regía por la articulación del arte y la arquitectura de una forma sutil, sin olvidar lo urbanístico.
María Isabel Abad, en su artículo Utopía o las formas de estar en el futuro (2016), describió de una manera clara y contundente lo que significó el trabajo de estos artistas: “… dentro de ese campo creativo potente que configuran al reunirse, cada uno migra a ese lado B de sí mismo que se pronuncia como artista; y los tres, de la mano, elevan el vuelo por encima de su cotidianidad como arquitectos para ver el oficio en perspectiva”.
Esta obra escultórica de Ronny Vayda surgió como propuesta para el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín, realizado en junio de 1997, bajo el tema Arte y Ciudad.
La pieza escultórica, instalada en uno de los parques del tradicional barrio San Joaquín, sobre la Avenida Bolivariana, no tiene una interpretación única: de un lado, su nombre y ubicación evoca aquellos lugares de la democracia griega donde la naciente ciudadanía tomaba las decisiones más trascendentales; y de otro, su arco, de veinte metros de extensión y de un metro de altura, semeja el fino trazo de un artista que concibe el espacio urbano como un lienzo.
Las reflexiones de Vayda llaman la atención sobre las diversas interpretaciones que generan sus obras: “Hay en mis esculturas una forma visible que, sin embargo, propone miradas múltiples y diversas con relación al espectador. Aunque se trata de objetos abstractos, éstos, de una manera u otra, remiten a un aspecto del mundo; pero más allá de esa forma visible tangible, hay sombras que aluden, crean o encubren. Me interesa, pues, que mis obras generen sorpresa, sobre todo.”
Una obra del escultor colombiano, Fanor Hernández Ordoñez. nacido en Cali. Su ciclo formativo incluyó recorridos por Colombia, Estados Unidos y Europa. En 1950 viajó a Italia donde encontró buena parte de la inspiración para desarrollar su obra y avanzar en su carrera universitaria. Sus obras son una síntesis entre dos tipos de miradas con relación a la humanidad: la latinoamericana, que considera apasionada; y la europea, que caracteriza como más madura y desencantada.
Una expresión de ello es esta obra, elaborada en 2003 e instalada en los alrededores de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, un complejo donde hay gran actividad deportiva durante todo el año y en la que interactúan a diario miles de ciudadanos.
La escultura fue blanco de actos vandálicos, razón por la cual estuvo guardada por varios años hasta que, en 2010, con motivo de la celebración de los Juegos Suramericanos, fue reinstalada en la plazoleta de la estación Estadio del Metro, sobre un nuevo pedestal diseñado por el escultor para darle continuidad a su obra.
Se trata de una pieza que representa la disciplina, la armonía y la fuerza que caracterizan a los deportistas; la llama olímpica en manos de la mujer en vuelo, sostenida en la cintura por un hombre, en una actitud vital, recuerda a Prometeo, ese mito griego que alude a la necesidad de recuperar el fuego robado a los dioses.
Este monumento, de autor desconocido, representa el fervor que caracteriza a un verdadero hincha del fútbol. La posición del cuerpo, en movimiento, se complementa con tres brazos que salen de la base de la escultura, imprimiéndole la fuerza anónima y el estado de celebración que rodea los sentimientos por este deporte.
Una particularidad de esta obra es que a su personaje principal pareciera faltarle la bandera, pues lleva en su mano derecha un pequeño soporte. La obra fue instalada en una de las zonas verdes de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, donde semanalmente se disputan varios partidos de fútbol.
Una de las características de la obra del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. Pero también se le midió a proyectos como el propuesto por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis que le donó a la ciudad este busto de Giordano Bruno (1548-1600), el filósofo italiano que desafió la Inquisición, y que fue instalado en uno de los parques del tradicional barrio San Joaquín.
La historia de Bruno es apasionante. A los 15 años, intentó ser religioso e ingresó a la orden de los Dominicos, pero debido a su carácter fuerte y sus constantes desafíos a la autoridad fue acusado ante la Inquisición, aunque sin consecuencias graves en primera instancia. Así que pudo terminar sus estudios hasta convertirse en sacerdote a los 24 años. Su espíritu curioso lo llevó a leer libros prohibidos, circunstancia que le permitiría ampliar su universo a tal punto que era un cuestionador incansable de las representaciones y rituales católicos. Por este motivo fue acusado de hereje, y entonces optó por fugarse, razón por la cual visitó diversas regiones italianas, suizas, británicas y francesas donde continuó con sus reflexiones y siguió encendiendo los ánimos de las autoridades. Finalmente, fue denunciado, acusado y condenado por herejía a morir en la hoguera.
12 - La América [3]
El artista uruguayo Francisco Matto, nacido en Montevideo en 1911 y fallecido allí mismo en 1995, se inspiró en las grandes culturas indígenas del sur del continente americano para concebir sus obras. Observó especialmente los postes funerarios de madera que cubren los cementerios aborígenes, de donde surgió su gusto por la construcción de tótems de madera pintada. Recorrer el sur de América lo convirtió en un artista diferente en su época, pues muchos de sus colegas, solían buscar la inspiración en Europa. Matto prefirió explorar una conexión con el arte legítimo de América.
Medellín ha sido afortunada al tener su obra Formas, una monumental escultura instalada en el Parque del Ajedrez, del barrio Santa Mónica, cuyos pobladores guardan un especial aprecio por este tótem. Por su estructura pareciera representar una familia que invita al disfrute cotidiano de la naturaleza, instalada en este lugar durante El Festival Internacional de Arte de Medellín 1997.
De las manos de Germán Londoño, dibujante, escultor y pintor antioqueño, sale la imagen de estos fantasmas que José Chalarca en su ensayo Anatomista de fantasmas, describe de una manera sublime: “la violencia que plasma Londoño en sus cuadros y proyecta en la pluridimensionalidad de la escultura, no es la del acto violento en sí mismo sino la de sus secuelas. Es lo que queda en el cuerpo y en la mente después de la cuchillada, el balazo o el estallido que deforma rostros y anatomías hasta los linderos de la monstruosidad, y que nos lleva a decir con el poeta desesperado: es imposible, hermanos, la alegría. Nadie puede ser el mismo después de ver la obra de Germán Londoño”.
Ubicados cerca de la estación Floresta del Metro, un sector de alta afluencia de transeúntes, estos Fantasmas de Medellín se asemejan, de alguna manera, a nuestros fantasmas interiores, esos que enceguecen, pero que también dan luz para encontrar otros momentos de espiritualidad, reconocimiento y armonía.
No podría homenajearse a los silleteros del corregimiento de Santa Elena sin incluir a los silleteritos: niños, niñas y jóvenes que heredaron el oficio y a quienes cada año se les rinde tributo en el parque de La Floresta, un barrio de clase media en el Occidente de la ciudad, donde está instalada esta escultura, de autor desconocido.
Y justo a su alrededor, durante la Feria de las Flores, a comienzos de agosto, se realiza el Desfile de los silleteritos; un evento lanzado en 1987 con el objetivo de fomentar en los menores de la zona el respeto y la valoración hacia los cultivadores de flores y las costumbres rurales, en general. En el evento participan, en promedio, 1.900 niños, niñas y jóvenes. Esta pieza escultórica da cuenta del orgullo que sienten los habitantes del sector por esa tradición silletera y, claro, por sus herederos.
14 - Poblado [6]
Caracterizado por su ironía y sarcasmo, Bernardo Salcedo, un arquitecto dedicado a la escultura, es considerado uno de los artistas más originales en la Colombia del siglo XX. Defensor del arte contemporáneo, incorpora en sus obras materiales poco comunes, como elementos naturales. y logra una relación precisa de las formas y funciones de cada uno de los elementos que intervienen en ellas.
Prueba de ello es esta escultura con 25 metros de alto por 30 de longitud. Instalada en la parte alta del barrio El Poblado, que se ha convertido en una representación clara de lo artificial con lo natural. Oscar Roldán, curador artístico, la describe como “una abreviación representativa sobre el paisaje y la manipulación del mismo, enfatizando en la dinámica de las obras públicas en Medellín.” Esta obra hizo parte de la exposición permanente en la ciudad durante el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín 1997.
La socióloga colombiana Lucy Correa, formada en arte y trabajo en cerámica en escuelas de Estados Unidos y Francia se caracteriza por llevar las emociones humanas a su trabajo artístico. El crítico de arte Ralph Ryback la define como una “artista espiritual” y “poeta del color”. Sus obras, dice: “son estudios de la luz que reflejan el lado positivo de la vida”.
Muestra de ello es esta pieza escultórica, en la que confluyen la sensualidad y la espiritualidad en lo femenino, sosteniendo en sus manos, desnuda, una paloma como símbolo de paz. Su ubicación, en uno de los miradores de la Vía a Las Palmas, es bastante significativo, y emerge como una súplica que le hace a una ciudad caracterizada por momentos de violencia, padecida por cientos de mujeres.
Cristóbal Gaviria nacido en Medellín en 1960, fue alumno del maestro Rodrigo Arenas Betancourt, con quien aprendió a trabajar el bronce a la cera perdida. Tras la muerte del maestro, ocurrida en 1995, decidió independizarse y montar su propio estudio. De esa relación, el periódico local El Mundo ha dicho “su fuerza permanece en cada centímetro de bronce, en cada una de las plazas en donde sus obras son el centro visual”. De su creatividad surgió esta pieza escultórica de tamaño natural, instalada en la Vía Las Palmas, que representa a un hombre de la calle, mayor, vestido con ropa ancha, parche en su ojo derecho, que sostiene una lamparilla en su mano derecha. Es una alegoría al personaje de la clásica obra literaria Las Mil y Una Noches que, junto con otras dos, El Genio y Simbad el Marino, fueron seleccionadas para participar en representación de Colombia en la V Bienal Internacional del Arte Contemporáneo, en Florencia, Italia, en diciembre de 2005.
De acuerdo con el artista, sus tres personajes “son individuos a quienes la oscuridad de la noche les da el poder de sobrevivir en las calles clasificando y reciclando basuras, seres misteriosos llenos de fantasías y extrañamente de humor, lo que le permite tomar los nombres de los personajes de ‘Las Mil y una noches’ como apodos”.
Cristóbal Gaviria nacido en Medellín en 1960, fue alumno del maestro Rodrigo Arenas Betancourt, con quien aprendió a trabajar el bronce a la cera perdida. Tras la muerte del maestro, ocurrida en 1995, decidió independizarse y montar su propio estudio. De esa relación, el periódico local El Mundo ha dicho: “su fuerza permanece en cada centímetro de bronce, en cada una de las plazas en donde sus obras son el centro visual”. De su creatividad surgió esta pieza escultórica de tamaño natural, instalada en la Vía Las Palmas, que representa a un hombre joven acabando de emerger de una alcantarilla, como una metáfora de la Lampara de Aladino, con sus brazos abiertos, como diciendo:“aquí estoy, pidan un deseo”. Es una alegoría al personaje de la clásica obra literaria Las Mil y Una Noches que, junto con otras dos, Aladino y Simbad el Marino, fueron seleccionadas para participar en representación de Colombia en la V Bienal Internacional del Arte Contemporáneo, en Florencia, Italia; en diciembre de 2005.
De acuerdo con el artista, sus tres personajes “son individuos a quienes la oscuridad de la noche les da el poder de sobrevivir en las calles clasificando y reciclando basuras, seres misteriosos llenos de fantasías y extrañamente de humor, lo cual les permite tomar los nombres de los personajes de ‘Las Mil y una noches’ como apodos”.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. Pero la cotidianidad también estaba en sus propuestas, como esta obra, instalada en el costado occidental del Parque Lleras, uno de los referentes turísticos más importantes de la ciudad.
La pareja esculpida parece hacerle eco a la música y al baile que vibran en el entorno de la obra, un lugar por donde transitan cientos de ciudadanos, nacionales y extranjeros, que, de alguna manera, le dan continuidad a la obra en bares y discotecas.
Luz María Piedrahita es una de las mujeres antioqueñas más representativas de la escultura en bronce del país. Su constante búsqueda de las raíces indígenas en nuestra ciudad la impulsó a concebir una obra que representa una época significativa en nuestra consolidación como pueblo. La pieza escultórica conocida como Homenaje Al Primer Poblado fue el resultado de una convocatoria pública. Al referirse a ella, su autora declaró: “lo que hice fue juntar las tres razas: los españoles, los indios y la raza negra que son las que crean nuestro mestizaje y lo que somos nosotros, digamos, la raza paisa”.
Situada en el costado oriental del Parque El Poblado, la obra ofrece una variedad de detalles que hacen referencia a la exuberante naturaleza que encontraron los conquistadores españoles a su llegada a estas tierras. La protagonista de esta escultura es una barequera, con el torso desnudo y una batea en sus manos. Registros de prensa hacen referencia a los cuestionamientos que detonó su ubicación, según el diario El Colombiano: “Cuando fue ubicada, la figura humana miraba sobre la avenida El Poblado y la iglesia San José. Tras una polémica con habitantes del sector fue movida y ahora mira hacia el interior del parque”.
15 - Guayabal [2]
Una de las particularidades de las obras del antioqueño John Castles instaladas en el espacio público es que carecen de pedestal. Y esa decisión hace parte de su concepto artístico: “la base aísla a la escultura de todo su contexto”, explica el escultor, quien convierte en un solo conjunto la figura, el material y el piso, con una cuidadosa geometría. Por ello, es considerado uno de los más reconocidos artistas en el campo de la escultura abstracta en la segunda mitad del siglo XX.
Como si fuera parte del paisaje esta obra, que hizo parte del Festival Internacional de Arte de Medellín 1997, se acopla sutilmente a la zona verde en la que fue instalada en un costado del parque Cristo Rey, del barrio Guayabal; no rompe con el paisaje, al contrario, lo resalta. Lo particular es su apropiación por parte de los jóvenes, quienes ven en ella no una pieza de arte, sino un instrumento de juego.
Aunque poco se conoce sobre los artistas argentinos Estela Trebino y Alejandro Coria, se sabe que son madre e hijo, que ella es quien esculpe y él, arquitecto, el que instala las obras. Ambos fueron los encargados de construir este homenaje al tango, donado por el gobierno de Argentina a Medellín en reconocimiento por adoptar la tradición tanguera, que se arraigó inicialmente en las zonas rurales del Departamento desde comienzos del siglo XX, cuando las casas disqueras Columbia y RCA Victor editaban discos de tangos y aires musicales colombianos: por una cara del acetato se imprimía un vals, un bambuco o una guabina, y por el otro se prensaba un tango.
La construcción de grandes obras de infraestructura demandó mucha mano de obra. Los obreros, en sus momentos de descanso, se dedicaron a escuchar este tipo de música, creando mayor gusto por ella, a tal punto que la ciudad se convertiría en la “capital del tango”.
Esta pieza escultórica, instalada en cercanías al aeropuerto Olaya Herrera, cerca de donde el 24 de junio de 1935 perdió la vida el tanguero franco-argentino Carlos Gardel, es una réplica de la que fue instalada en la zona de Puerto Madero en Buenos Aires (Argentina). Su forma de fuelle de bandoneón representa, con un movimiento elegante y sublime, una danza eterna a ritmo de tango, cuyos ecos aún perviven en Medellín.
16 - Belén [20]
Tomás Carrasquilla es un reconocido escritor nacido en Santo Domingo, Antioquia, el 17 de enero de 1858 y fallecido el 19 de diciembre de 1940 en Medellín. Aunque fue concejal, juez municipal y empleado público, sería su actividad literaria la que lo llevó a la fama. A través de un lenguaje costumbrista, su obra refleja de una manera clara la discriminación social, las creencias religiosas, los comportamientos y las supersticiones de la sociedad de la época. Algunas de sus obras más destacadas son La Marquesa de Yolombó, Simón el Mago y En la diestra de Dios Padre.
Otro escritor, Manuel Mejía Vallejo, lo describió así: “Tomás Carrasquilla fue superior a su tiempo y al medio nacional (…) fue lo insólito y ‘maleducado’, el grito de la montaña, sin eco en mentes domesticadas por lo que se consideraba buen gusto y buenas maneras en una sociedad condicionada y genuflexa. Éste, a quien algunos bobos ilustres llamaron ‘descriptor de cocinas y costureros’, beato de pandequeso en tertulias de comadres, fue el verdadero inventor de la narrativa colombiana”. Sobre el escultor de esta obra, Gustavo López, se ha escrito muy poco. Solo se sabe que recibió formación en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y la Real Academia de San Fernando, en Madrid, y que siempre manifestó una fuerte inclinación por los personajes históricos.
El brasileño Sérgio de Camargo es definido en el rótulo de presentación de esta obra como: “un purista de las formas y plantea la escultura como una entidad total y continua”. Trabajada en mármol, sus dimensiones se ajustan al tamaño de los bloques y a la capacidad de las máquinas para producir las curvas precisas que el artista desea”. Quienes conocen su propuesta escultórica afirman que tiene una característica especial y es la influencia de una construcción arquitectónica donde los ángulos y la relación de todos sus lados dan como resultado una obra meticulosa y sistemática.
De Camargo fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para que una de sus obras fuera instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde el arte, la naturaleza y la vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
Manuel Felguérez, además de ser escultor, es también un pintor; se le reconoce como uno de los iniciadores del arte contemporáneo abstracto y figurativo de México. De acuerdo con el académico Germán Rubiano: “la obra de Felguérez está centrada en la preocupación del espacio que genera nuevos espacios. Se trata de una producción abierta que tal vez pueda definirse como una progresión lógica que convierte cada forma en punto de partida para otras nuevas. De esta manera -como lo anotara Octavio Paz- el artista disuelve la separación entre los espacios bi y tridimensionales: color y volumen”.
Manuel Felguérez, de nacionalidad mexicana, fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para que una de sus obras fuera instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde el arte, la naturaleza y la vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
Manuel Felguérez, además de ser escultor, es también un pintor; se caracteriza por ser uno de los iniciadores del arte contemporáneo abstracto y figurativo de México. De acuerdo con el académico Germán Rubiano, “la obra de Felguérez está centrada en la preocupación del espacio que genera nuevos espacios. Se trata de una producción abierta que tal vez pueda definirse como una progresión lógica que convierte cada forma en punto de partida para otras nuevas. De esta manera -como lo anotara Octavio Paz- el artista disuelve la separación entre los espacios bi y tridimensionales: color y volumen”.
Manuel Felguérez, de nacionalidad mexicana, fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) a proponer una de sus obras para ser instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde arte, naturaleza y vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
En su imaginación, luego en el papel y, por último, en el taller, Edgar Negret convierte en un material moldeable el aluminio al seguir su espíritu creativo para resignificar el complejo tiempo de la tecnología industrial. El color rojo, que predomina en sus obras, también juega un papel clave en su visión del mundo contemporáneo.
La obra propuesta para el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara sigue esa misma concepción y tal como detalla su descripción, extrae de la naturaleza la belleza de sus formas para darle forma geométrica a una nueva realidad en movimiento, a partir de la rigidez de su base y las aspas de su parte superior, que evocan las hélices de un barco, alcanzando: “todo su sentido, al relacionar la sensibilidad que el hombre es capaz de extraer del orden y la riqueza natural”.
El colombiano Negret fue uno de los diez artistas invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para que una de sus obras fuera instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde arte, naturaleza y vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
Si algo le importaba a Otto Herbert Hajek era la relación del ciudadano con el arte. En alguna ocasión escribió: “toda la gente que habita una ciudad tiene derecho a participar de la experiencia artística en su lugar de convivencia, que es la ciudad misma”. Y no sólo se quedó en la teoría.
Su colorida propuesta artística para el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, que lleva los colores azul, amarillo y rojo, parte de una pieza vertical, cuya columna vertebral se recrea con relieves geométricos en los que predominan los triángulos, unidos desde su base para generar en el observador un sentido en la mirada de abajo hacia arriba, integrándolo con el infinito.
Herbert Hajek, de origen checo, fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para que una de sus obras fuera instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde arte, naturaleza y vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
El artista venezolano Carlos Cruz-Díez juega en este tipo de obras con la paleta de colores que le ofrece la naturaleza, de ahí que sea considerado por los críticos como uno de los artistas más representativos del arte óptico y cinético por su constante búsqueda de formas, colores y diseños. En su propuesta, realizada en 1983 para el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, apeló a la Physichromie, que pone en juego el color de la luz y el color físico de flores y plantas situadas en largas eras que confluyen en una estructura vertical, asemejándose a un distribuidor de colores. Lo esencial de esta obra para quien la observa es que cada día ofrece tonos distintos, una transformación sutil que se logra por la evolución natural de las plantas a través del tiempo.
Cruz-Díez fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para que una de sus obras fuera instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde arte, naturaleza y vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
Es una pieza compuesta por cuatro columnas grandes y tres pequeñas que forman una figura geométrica que se abre como una ventana para que visitantes y transeúntes vean a través de ella el paisaje verde que rodea el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara. Esta obra refleja lo que han escrito de Carlos Rojas críticos de arte como María Cristina Laverde: “su obra es una vocación de austeridad, dueña de refinado ascetismo, del despojo de lo accesorio y del uso de mínimos elementos en el trabajo. Clave que también radica en su interés por las grandes corrientes abstraccionistas y geometrizantes del arte contemporáneo.” De esta manera, la obra se configura como una mimesis del paisaje mismo proporcionándole desde su sencillez la armonía propia del espacio en que ha sido instalada.
Rojas, artista colombiano, fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para proponer una obra que fuese instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde arte, naturaleza y vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
Las formas onduladas de la obra de Julio Le Parc, crean una noción de movimiento que convierte al espectador en un participante activo de la relación de la obra con el entorno. El color blanco de la escultura y su gran dimensión complementan perfectamente el ambiente paisajístico del Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara. Así, estas formas cambiantes, sello de la obra de Le Parc, lo han llevado a ser reconocido, según lo reseña el artista argentino Carlos Trilnick, como: “uno de los más grandes artistas geométricos y cinéticos surgido en los años sesenta”. De esta manera, la experimentación con las formas y la luz, realizada por el artista, propicia que el espectador se compenetre con la obra y el entorno en el cual ha sido instalada.
Le Parc, orijginario de Mendoza, Argentina, fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para que una de sus obras fuera instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde el arte, la naturaleza y la vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
Las formas geométricas se destacan en la obra del escultor antioqueño Alberto Uribe Duque. Así lo conceptuó el crítico de arte Oscar Gómez Palacio, quien escribió: “sus piezas son obras muy elaboradas y precisas, que obedecen a la idea de construir con el espacio”.
Y justamente la propuesta de Uribe en 1983, para el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, fue una compleja pieza de ocho columnas ancladas en el piso que forman cuatro dinteles, uno frente al otro, creando, como se lee en su inscripción, “un espacio encerrado, que adquiere un carácter mágico que recuerda los sitios creados por el hombre para sus ceremonias religiosas”. Tal vez, por ello, todo el que la visita ingresa en la obra y siente esa ritualidad ancestral.
Uribe fue uno de los diez invitados en 1983 por el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para que una de sus obras fuera instalada en el naciente Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, uno de los referentes de la ciudad, donde arte, naturaleza y vitalidad urbana se conjugan y armonizan perfectamente.
Según los críticos de arte Jairo Montoya, Jaime Xibillé y Jorge Echavarría Carvajal, la iniciativa se le atribuye al entonces presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), quien, en alianza con el MAMM y con el apoyo de la Administración Municipal y de varias empresas privadas, propuso hacer del Cerro Nutibara: “un termómetro de los próximos 50 años del arte en América Latina y darle un impulso no solo para modernizar la ciudad en el campo artístico, sino para la formación crítica del público”. Varios críticos de arte han definido este espacio como un ejercicio que busca que la escultura abstracta esté dispuesta para verla y contemplarla, con pretensiones de armar así, un lugar para recorrerlo, verlo y contemplarlo.
El Cacique Nutibara fue un bravo guerrero indígena que opuso fuerte resistencia a los conquistadores españoles en la Serranía de Abibe, un enclave montañoso del Urabá antioqueño que lleva al océano Atlántico. En esas luchas perdió a su hermano Quinunchú, lo que debilitó su ejército y favoreció el avance de los ibéricos, quienes buscaban el oro de aquellas tierras. Ante el temor de verse sometidos tras la muerte del Cacique Nutibara en combate, los nativos decidieron ahorcarse en medio de la selva.
Esta es una de las primeras obras monumentales del artista antioqueño José Horacio Betancur, quien se distinguió por exaltar la cultura indígena a través de sus esculturas. Esta obra, instalada en el Cerro Nutibara, uno de los referentes turísticos de la ciudad, resalta la figura de un bravío guerrero. Sus obras, donadas a la ciudad, fueron financiadas por él mismo, sin ningún tipo de ayuda por parte del Estado. Trabajó con muchos materiales, como la madera, la piedra, el granito, el concreto, hasta encontrar en este último, el material perfecto para sus monumentos.
Esta obra donada, por Crisanto Vargas, amigo personal de Montecristo (Santuario 1924- Medellín 1997), fue elaborada por la artista Luz Marina Piedrahita, quien consiguiera darle vida a este personaje al reflejar en cada detalle de la obra su personalidad alegre y pícara. Catalogado como el “mejor humorista de América”, llegó a esta profesión por casualidad, pues su intención era ser cantante. Tras pasar por varias emisoras, se probó en Caracol Radio en un programa conocido como El café de Montecristo, que se emitió por varias décadas, de lunes a viernes, a la 1:30 de la tarde.
Su humor, marcado por tintes costumbristas y cotidianos, era disfrutado por amplios sectores de la sociedad antioqueña. En su devenir artístico el programa radial fue adquiriendo diferentes nombres hasta tener el que alcanzaría el mayor reconocimiento entre sus oyentes: Las Aventuras de Montecristo. En su programa creó varios personajes -Montoño, Montecristina, Montecrispucho y Montecristote- con los que hizo reír a dos generaciones de antioqueños.
Esta obra instalada en el parque de Belén, uno de los sitios más frecuentados por sus vecinos, los motiva a valorar en alto grado la presencia de la escultura del Libertador SImón Bolívar, pues le da un airea de plaza importante a este lugar que tanto quieren. Nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, en el seno de una familia de ricos criollos, este militar venezolano estudió de manera no convencional con maestros como el escritor y político venezolano Andrés Bello y el filósofo y educador, también venezolano, Simón Rodríguez, si bien fue este último quien en su etapa caraqueña contribuyó a forjar de manera más decisiva la personalidad de Bolívar.
En 1813, Bolívar se convirtió en el máximo conductor de la revolución que culminó con la independencia de varios países de Suramérica (Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela, Colombia y Panamá), razón por la cual se le conoce como El Libertador. Su sueño era formar una gran confederación que uniera todas las antiguas colonias españolas de América. Su estrategia consistió en libertar primero a la Nueva Granada, triunfar luego en Venezuela y seguir a Quito y Lima, un periplo conocido como la Campaña Libertadora. Después de numerosas batallas consiguió el triunfo en la batalla de Boyacá; y ese mismo año, el Congreso de Angostura dictó la ley que creó la República de Colombia conformada por tres departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito; de la cual Bolívar fue nombrado su primer presidente; Panamá también hacía parte por entonces de este territorio.
Bolívar renunció ante el último Congreso de la Gran Colombia el 27 de abril de 1830, y partió once días más tarde desde Santafé hacia Cartagena. Allí recibió, el 1 de julio, la noticia del asesinato de Sucre, ocurrido en la montaña de Berruecos el 4 de junio. Esto terminó por minar la ya resentida salud del Libertador, quien llegó a la ciudad colombiana de Santa Marta el 1 de diciembre para trasladarse luego a la cercana quinta de San Pedro Alejandrino. Rodeado de muy pocos amigos dictó testamento y su última proclama el 10 de diciembre; y atendido por el médico Alejandro Próspero Reverend, falleció el 17 de diciembre de 1830.
Poco se ha escrito del escultor antioqueño Josué Giraldo, autor de esta obra. Se sabe que nació en el municipio de El Peñol, Oriente antioqueño, pero no se ha abordado su trabajo artístico.
Gilberto Alzate Avendaño, abogado, periodista y político caldense (Manizales, 1910-1960). Esta obra está instalada en uno de los ejes viales más importantes del occidente de la ciudad, Avenida 80, con carrera 33. Alzate fue reconocido por ser un fiel representante de los ideales conservadores, lideró un grupo llamado La Acción Nacionalista Popular a través del cual pretendía promover ideales cercanos a corrientes nacionalistas. Pensando siempre en un estado centralizado, fue seguidor del estado nacionalsocialista alemán y de la falange española. Dentro de la política colombiana tuvo gran importancia, es por ello que alrededor de su imagen aparece el término “Alzatismo”.
Su caso demuestra la existencia de una derecha social democrática que se debilitó con su muerte y que al no constituirse en fuerza política real contribuyó a que se viviera en el país la doble tragedia del fracaso de los dos proyectos democráticos más importantes del siglo XX: el gaitanismo y el alzatismo, productos del mismo sistema bipartidista.
Sobre, Gustavo López, el escultor de esta obra se ha escrito muy poco. Se sabe que recibió formación en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y la Real Academia de San Fernando, en Madrid. Tuvo una fuerte inclinación por los personajes históricos.
Si algo le importaba a Otto Herbert Hajek era la relación del ciudadano con el arte. En alguna ocasión escribió: “toda la gente que habita una ciudad tiene derecho a participar de la experiencia artística en su lugar de convivencia, que es la ciudad misma”. Y no sólo se quedó en la teoría. Su colorida propuesta artística no sólo cobró vida en el Parque de las Esculturas del Cerro Nutibara, sino que también encontró un escenario ideal en el Festival Internacional de Arte de Medellín 1997.
Esta pieza escultórica, instalada en las afueras de la entrada principal al aeroparque Juan Pablo Segundo, un sitio de recreación ciudadana, es constantemente mirada por los transeúntes. Compuesta por cuatro columnas en colores amarillo, rojo, azul y blanco, cada una con seis piezas en posición vertical, obliga al observador a elevar su mirada para conectarse con el universo, sin perder de vista que es un juego de equilibrio entre la tierra y el aire.
Marta Minujin (Buenos Aires, 1943) es una artista argentina, caracterizada porque sus inicios estuvieron marcados por el arte conceptual psicodélico y pop, pero que ha transitado por el informalismo, el nuevo realismo, el arte ambiental y la escultura griega clásica. Su particular manera de ver el cuerpo humano lo plasmó en esta pieza escultórica, que fragmenta en cuatro partes de la cintura hacia la cabeza para proponer una mirada profunda del ser.
Ubicada en el parque del barrio Belén Los Alpes, le da cierto aire intimista a este lugar, pues allí convergen buena parte de los vecinos de esta zona durante las tardes para reposar tras sus labores cotidianas; lo cual convierte la obra en una testiga de las fragmentaciones vitales de la zona. Pocos en verdad reparan en ella y en su llamado a la humanidad para recuperar el amor y la belleza de una manera simple y natural, como los platanillos que parecen emerger de su cuerpo para dar vida.
El escultor colombiano Salvador Arango, nacido en el vecino municipio de Itagüí en 1944, a pocos kilómetros de Medellín, es reconocido por ser uno de los mayores expertos en el manejo del bronce, aunque ha trabajado con diversos materiales, como piedra, mármol, madera, hierro, acero y aluminio. Es uno de los artistas que más obras tiene instaladas en espacios públicos del país, incluyendo Medellín y el Valle de Aburrá. Una de sus obras es este homenaje a Carlos Gardel, conocido como ‘Zorzal Criollo’, el icónico cantante de tangos franco-argentino (1890-1935), fallecido en Medellín el 24 de junio de 1935 en un accidente aéreo ocurrido en la pista del entonces campo de aviación Las Playas (hoy aeropuerto Olaya Herrera).
Esta pieza fue instalada en la plazoleta externa del lugar, por donde transitan cientos de viajeros diariamente. Se destaca en ella las finas líneas que tanto distinguen al autor, imprimiéndole elegancia no solo al cantante sino a los dos bailarines que lo acompañan, fiel reflejo del tango. La crítica de arte María Patricia Arango destaca en este escultor el concepto geométrico de sus figuras, incluidas las representaciones humanas, y detalla en ellas: “el desplazamiento infinito de sus líneas y la prolongación continua de sus planos, en elementos básicos de gran energía, vitalidad y sutileza, para conjugar armoniosamente espacio-forma y movimiento en verdaderas soluciones constructivas, cargadas de luz y humanidad”.
Alejandro Hernández, nacido en Bogotá en 1964, estudió escultura en la Academia de Artes de Florencia en Italia, y es reconocido por ser el heredero del arte conmemorativo en Colombia; tiene la capacidad de captar el carácter del personaje y lograr que se sienta que está ahí, en el lugar que le corresponde, y justo eso fue lo que logró en cada detalle con este monumento en homenaje al jugador de fútbol antioqueño Andrés Escobar, conocido como el ‘Zurdo de oro’, instalado en la Unidad Deportiva de Belén, un sector muy concurrido en la ciudad. Este deportista se destacó por su caballerosidad y respeto dentro y fuera de las canchas. Jugó en el Atlético Nacional y en el club suizo Berner Sport Club Young Boys.
Eximio defensor central, fue convocado reiteradamente a la Selección Colombia, y fue justamente en uno de los partidos con la tricolor durante el Mundial de Fútbol en Estados Unidos que se definió su destino. Jugando contra el seleccionado de ese país, el 22 de junio de 1994, hizo un autogol. Se cree que fue esta desafortunada jugada la que ocasionó que diez días después de dicho partido, fuera asesinado en una discoteca en Medellín. Escobar aún es gratamente recordado por los seguidores del fútbol.
El busto, elaborado por Carlos Mario Vélez, de quien no se tienen muchos detalles de su trayectoria artística, es un homenaje al jugador de fútbol antioqueño Andrés Escobar, conocido como el ‘Zurdo de oro’. La pieza está ubicada en uno de los corredores peatonales de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, un complejo donde confluyen miles de personas cada fin de semana. Este deportista se destacó por su caballerosidad y respeto dentro y fuera de las canchas. Jugó en el Atlético Nacional y en el club suizo Berner Sport Club Young Boys.
Eximio defensor central, fue convocado reiteradamente a la Selección Colombia y fue justamente en uno de los partidos con la tricolor durante el Mundial de Fútbol en Estados Unidos que se definió su destino. Jugando contra el seleccionado de ese país, el 22 de junio de 1994, hizo un autogol, lo que provocó que Colombia quedara por fuera del campeonato. Se cree que fue esta desafortunada jugada la que ocasionó que diez días después de dicho partido, fuera asesinado en una discoteca en Medellín. Escobar aún es gratamente recordado por los seguidores del fútbol.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo, así como su visión de la cotidianidad, esta vez referida a dos aspectos fundamentales del ser humano: la medicina y la salud. Inicialmente fue concebida en la década de los cincuenta por encargo del Instituto de Cancerología de México, pero por razones políticas no se pudo fundir en ese país y el proyecto quedó encarpetado.
En 1992, representantes de la Promotora Médica Las Américas contactaron al maestro para conocer sus propuestas artísticas y saber si alguna de ellas se ajustaba al proyecto de construcción de la Clínica Las Américas. Rescató entonces el boceto original, fue aceptado y se instaló en la entrada principal del complejo clínico, acompañado de una fuente de agua. En una carta enviada a la Promotora por el escultor, fechada el 8 de febrero de 1993, explicó con sencillez el significado de la obra: “se trata de una figura superior alada que representa la medicina y que ayuda por medio de la unión de las manos a la figura inferior que a su vez representa la enfermedad”.
60 - Corregimiento de San Cristóbal [3]
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo. Su manera de unir historia, literatura y creencias religiosas se expresa en esta obra, que une la figura más sagrada de la Iglesia Católica y el mito griego. Ambos pretendieron convertir al hombre en un ser más humano y más atento a quienes lo rodean.
Situada en un costado del parque principal del Corregimiento San Cristóbal, la obra inspira a decenas de transeúntes, muchos de origen rural, quienes ven en ella la promesa de un mundo mejor, de la mano de estas figuras de profundo calado religioso.
El arriero es un símbolo importante de la cultura antioqueña y sobre todo para el corregimiento de San Cristóbal, pues cuando fue fundado en 1752 se concibió como un poblado que serviría de paso entre Santa Fe de Antioquia, en el occidente, y Rionegro, en el oriente de la región, los principales centros económicos durante la época de la colonia. Por ello, era un paso obligado de los arrieros, quienes transportaban durante días y noches en sus mulas diversas mercancías de un lado a otro entre agrestes montañas. De ahí que inicialmente se conociera a San Cristóbal como ‘El Reposadero’. Allí, aún se conservan tramos del camino real usado por estos férreos hombres.
De acuerdo con el experto Álvaro Fernández Agudelo: “los arrieros hacían jornadas de seis o siete horas. Las mulas eran muy fuertes, cargaban mucho y los hombres eran muy aguantadores”. Su figura está asociada no sólo al comercio, sino también a la colonización de nuevas tierras, sobre todo al sur del Departamento.
Esta obra, situada en un lugar que conoció de la arriería, es un homenaje a esos seres que transitaron por el territorio cargados con mercancías. La escala real en la que fue elaborada y el nivel de detalle logrado por el escultor Gabriel Jaime Vélez, del que poco se ha escrito, le da mucha más vida a la representación; el perro, la indumentaria y, sobre todo, los gestos del arriero, trasmiten la sensación de alguien que se apresta para iniciar su recorrido.
Nacido en Medellín en 1932, la obra del maestro Fernando Botero ha logrado trascender, a tal punto que es el artista colombiano más reconocido en el mundo. Ha creado un estilo propio fácil de reconocer y de apreciar. Su obra, generosa en todo el sentido de la palabra, ha sido expuesta en el espacio público de diversas ciudades en todos los continentes. Y la ciudad, su tierra natal, no se podía queda atrás: 23 obras en exposición permanente donadas por el escultor dan fe del impacto que genera la presencia de sus personajes en la plazoleta que lleva su nombre, uno de los sitios más transitados y concurridos del centro de la ciudad. Sus obras son voluminosas, pero sutiles, las curvas marcadas de sus personajes generan en el espectador un placer visual y táctil al observarlas y palparlas.
Se podría decir que la obra de Botero en la ciudad está enmarcada en cuatro temas representativos: la mujer, el hombre, los animales y las partes del cuerpo humano. Si hablamos de los animales, encontramos en la ciudad muy pocas obras escultóricas, entre las que se destaca este felino, donado por el artista para engalanar el Parque Biblioteca del corregimiento San Cristóbal, uno de los más importantes y populosos de la ciudad. Parado sobre sus cuatro patas, con las orejas firmes, en actitud de alerta, y con el esbozo de una sonrisa medio sarcástica, muy propia de los gatos, parece mirar a su próxima víctima. Hay quienes lo consideran un guardián del sitio a donde concurren cientos de niños, niñas, jóvenes y adultos para disfrutar de la lectura.
90 - Corregimiento de Santa Elena [7]
Luz María Piedrahita es una de las mujeres antioqueñas más representativas de la escultura en bronce del país. Como parte de sus reflexiones sobre las tradiciones, surgió esta obra, un homenaje a la familia silletera, aquella que bajaba a Medellín desde el corregimiento Santa Elena a vender sus flores y que, con el paso del tiempo, se convirtió en el ícono de la ciudad rural. La pieza escultórica, compuesta por un hombre, una mujer y una niña, fue instalada justamente en el parque del corregimiento.
Sobre la obra, la artista pretendió alcanzar una fuerte identificación con sus pobladores: “que no la vean como si fuera algo distinto, son ellos, ellos son patrimonio, las personas, son patrimonio inmaterial, pero están representados en esta obra”.
En uno de los costados del parque principal del corregimiento Santa Elena, en el oriente de Medellín, se encuentra este pájaro, tallado en madera con diferentes texturas y pintado con colores llamativos sobre un pedestal que simula ser su hábitat. Su altura total es de dos metros. Se desconoce el autor, solamente aparece una firma, Rubén, labrada en la parte posterior de la obra.
La pieza escultórica se integra perfectamente al ambiente rural que se vive en este corregimiento, uno de los más emblemáticos de la ciudad no sólo por su abundante naturaleza, sino porque allí se producen y comercializan decenas de especies florales, que complementan el paisaje junto a este tipo de aves.
En el parque principal del corregimiento Santa Elena, en el oriente de Medellín, se encuentra este pájaro, tallado en madera, caracterizado por tener diferentes texturas y estar pintado con colores llamativos y ubicado sobre un pedestal que simula ser su hábitat. Su altura total es de dos metros. Se desconoce el autor, solamente se tiene una firma, Rubén, labrada en la parte posterior de la obra.
La pieza escultórica se integra perfectamente al ambiente rural que se vive en este corregimiento, uno de los más emblemáticos de la ciudad no sólo por su abundante naturaleza, sino porque allí se producen y comercializan decenas de especies florales, en cuyos jardines viven este tipo de aves.
Luz María Piedrahita es una de las mujeres antioqueñas más representativas de la escultura en bronce del país. Y en su búsqueda por destacar los valores de la ciudad concibió esta obra, que representa a un hombre y a una mujer unidos por la naturaleza, en total armonía. La pieza escultórica es rica en detalles: los cuerpos de las figuras humanas salen de la vegetación como fruto de su vitalidad y el vestido de la mujer conserva la sutileza y la ternura de las flores.
La obra enriquece aún más el entorno de la centralidad del corregimiento de Santa Elena, donde se producen y comercializan numerosas especies de flores y follajes. La artista logró mezclar su percepción de la naturaleza y el entorno, lo que es motivo de orgullo para los pobladores y de admiración entre los visitantes.
Sobre un pedestal de concreto y en medio de la vegetación que rodea el parque principal del corregimiento de Santa Elena, en el oriente de Medellín, se encuentra esta obra escultórica, que representa el cortejo de dos palomas, una frente a la otra. Nada se sabe del autor de esta pieza escultórica; pero lo cierto es que se integra perfectamente al ambiente rural que se vive en este Corregimiento, uno de los más emblemáticos de la ciudad no sólo por su abundante naturaleza, sino porque allí se producen y comercializan decenas de especies florales. La alegoría del amor es interpretada por los pobladores como una invitación a tener un encuentro amoroso con la naturaleza.
La obra Santa Elena de Arví, tallada en madera, es considerada como una explosión de vida en la que está representada cada costumbre de los habitantes del corregimiento de Santa Elena y toda su historia, desde la extracción de la sal, hasta los indígenas que habitaron allí, así como las aves que vuelan cada día por sus cielos y las flores, sustento de muchas familias campesinas, algunas de ellas destacadas en la tradición silletera.
Esta pieza escultórica es una creación de Juan Carlos Velásquez Rúa, sacerdote, rockero, y artista, quien ha dedicado su vida a la Iglesia Católica, a las comunidades barriales donde ha trabajado y al arte, a la que se dedicó desde los ocho años. Cuenta que su labor de tallador es herencia de su padre, un artista formado en la Universidad de Antioquia. Como una experiencia catártica, el padre Juan Carlos considera que el arte es una expresión espiritual a través de la cual se puede cumplir con una labor pastoral o una labor profética, no sólo en tono de anuncio sino también de denuncia.
Una de las características del maestro colombiano Rodrigo Arenas Betancourt es la gran dimensión de sus esculturas, que lo consagraron como uno de los más reconocidos monumentalistas del país. En sus obras logra representar los momentos más significativos de la historia nacional, sus luchas, proezas y el sentir del pueblo, así como sus gustos más cotidianos, como la música.
De Su cincel salió esta obra que no podría tener una mejor ubicación: la Escuela de Música Blas Emilio Atehortúa del corregimiento de Santa Elena, fundada el 22 de octubre de 1997 y cuyo nombre rinde homenaje al ilustre maestro nacido en este corregimiento. La obra está rodeada de un jardín que hace que estos dos personajes, que forman una medialuna, sean protagonistas del encuentro para la música en una serenata eterna que representa la vida.
La Candelaria
Bienes de interés cultural
Teatros [7]
Diseñado por el arquitecto Nel Rodríguez. El teatro es patrimonio cultural material de la ciudad y se fundó gracias a la unión de diferentes iniciativas municipales, de la Nación y de particulares, en especial Pablo Tobón Uribe, mecenas del teatro. Según cuenta la historia: “El 29 de julio de 1952 se conformó la Junta del Teatro mediante decreto 353, integrada por los siguientes funcionarios y personas o sus respectivos representantes: el Gobernador, el Alcalde, el presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas, el presidente de la ANDI, y el benefactor del teatro, don Pablo Tobón Uribe. Aunque abrió sus puertas hacia finales de los años cincuenta, la inauguración oficial fue el 2 de agosto de 1967” (Teatro Pablo Tobón Uribe, 2011).
En 1977 fue declarado patrimonio histórico de la ciudad de Medellín; hoy, es un centro cultural de puertas abiertas que promueve la formación de públicos, el acercamiento a la ciudad, la participación ciudadana, la circulación de artistas, la diversidad cultural, la recuperación del centro y de la noche como espacios para el disfrute y el aprovechamiento del tiempo libre.
*Este contenido se realizó con dineros públicos, priorizados por los ciudadanos de la Comuna 10 – La Candelaria, con recursos del Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo de la Secretaría de Cultura Ciudadana.
El teatro no son los muros, ni las paredes, mucho menos el escenario, son los actores, el director y los espectadores. Uno de los lugares con más historia en Medellín en el ámbito de las tablas es el Pequeño Teatro, que desde los setentas se convirtió en uno de los colectivos más importantes del país.
El Pequeño Teatro es un enorme lugar lleno de artistas y sueños, ya ajustan más de setenta montajes que han representado en treinta y cinco años de labores, con una creciente incidencia en la ciudad. El grupo artístico comenzó en una casa vieja de estilo republicano, en los ochentas, una casa parecida a todas las otras que conocemos, con varios patios, amplios corredores y solar. Hoy, la sede del Pequeño Teatro es muy amplia, tiene dos salas, un edificio de varios pisos que se edificaron en donde se encontraba el solar, una biblioteca temática y una galería de arte. Allí se enseña teatro, escritura y guión, actuación y dirección. Son pioneros en la formación de públicos gracias a su programa de aporte voluntario que consiste en que cualquiera puede acceder a las funciones y el pago lo realiza al final de la obra al entregar el dinero que desee.
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Por una pequeña puerta sobre la carrera Girardot, entre el parque del periodista y la avenida La Playa, se accede a la Corporación Artística Teatral Oficina Central de los Sueños, fundada el 5 de diciembre de 1997 por iniciativa de un equipo de actores y directores teatrales de la ciudad. Al ingresar se puede observar una casa antigua de estilo tradicional con varios patios; las habitaciones, ahora oficinas, y al fondo la sala de teatro, los camerinos y un café pensado para las tertulias. Allí, con una amplia sonrisa reciben a propios y extraños. Esta corporación, además del teatro, también se dedica a la ejecución de proyectos de investigación cultural.
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Ubicado en la base de las Torres de Bomboná, uno de los conjuntos de residenciales más reconocidos del centro de Medellín, está el Ateneo Porfirio Barba Jacob. Allí funciona como teatro, centro cultural y café-bar. Este proyecto brinda múltiples opciones para el disfrute de las artes escénicas y el tiempo libre. La corporación ha participado de diferentes proyectos en la comuna 10 y la ciudad, que le han permitido posicionarse como uno de los centros culturales y de artes escénicas más destacados. Por este trabajo con la comunidad, por visibilizar el centro, por todas las manifestaciones culturales y artísticas que proyectan a la ciudad es reconocido como un patrimonio de la comuna La Candelaria.
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El “Mata” como se le reconoce en Medellín, es uno de los lugares más representativos y queridos para los amantes de las tablas en la ciudad. Al entrar por las puertas de este recinto se pude respirar el arte en sus paredes, lo primero que se abre al público es un pequeño café donde también se realizan todo tipo de presentaciones, no solo teatrales sino musicales.El inmueble es una casa antigua de estilo republicano de tres plantas, en el primer piso funciona el café y al final de un enorme corredor de techos altos está la sala de teatro que recientemente fue renovada.
El colectivo teatral ha sido premiado en múltiples oportunidades por sus reconocidos montajes. El “Mata” cuenta con 59 montajes, 11 de origien propio y ha participado de 79 festivales internacionales.
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Centros Culturales [5]
Tony Evanko es un hombre alto y de amplia sonrisa que cambió las planicies y montañas rocosas de Nuevo México, Estados Unidos, por las verdes montañas que rodean la ciudad de Medellín. Este arquitecto y artista llegó a Medellín en 2006 por invitación del Centro Colombo Americano para exponer en su galería y en el Museo de la Universidad de Antioquia. A partir de ese momento, el artista se radicó en esta ciudad e Inició su fundación en una casa del barrio Buenos Aires que contaba con tres patios, característica que le sirvió para bautizar de ese modo a su proyecto artístico, una iniciativa que permite la residencia de artistas nacionales y extranjeros. Años más tarde, la Fundación se trasladó a la actual sede del barrio Prado.
Este espacio tiene como objetivo convertirse en un lugar de encuentro para los artistas y la comunidad. Entrar a CT3 es sumergirse en el arte; lo primero que se puede observar es una pequeña galería donde se exponen algunos de los trabajos de los artistas, amplios pasillos llenos de jóvenes y niños viviendo y expresando su existencia a través del arte, la pintura, los laboratorios, la experimentación y la investigación. Además, uno de los puntos fuertes de la Fundación es su capacidad para integrar sus actividades artísticas con el trabajo con la comunidad, es decir que mediante las exposiciones, conversatorios, intervenciones, talleres y las residencias, llevan el arte contemporáneo a la comunidad (Casa tres patios, 2006).
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Es un lugar escondido en el barrio Villanueva, ubicado cerca del centro comercial Villanueva y la Estación del Metro de Prado. Se presenta como un lugar casi clandestino donde convergen el arte y muchas representaciones del centro de Medellín. Su propietaria, Abraxas, una mujer transgénero, ha dedicado su vida a convertir su casa en el museo más grande de collage del mundo, según la organización Guinness World Records. En la actualidad, posee dos records mundiales: artista con mayor cantidad de obras en imágenes en collage y el libro más grande del mundo en collage. Su casa, de puertas abiertas, nos muestra la vida del centro de Medellín y de las antiguas casonas que se están extinguiendo lentamente. Este inmueble es reconocido por visitantes extranjeros que vienen a conocer el museo y a su anfitriona, Abraxas. Sin embargo, según la comunidad de la comuna 10, sigue siendo un lugar desconocido para la mayoría de ellos.
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Bares y Cafés [2]
El Homero, como es conocido en la comuna 10, es un centro cultural creado en 1988, como lo denominó Javier Ocampo, su fundador: Casa Cultural del Tango Homero Manzi, un sitio para escuchar y bailar tangos, para promover la cultura tanguera en la ciudad de Medellín. «Creo que la razón de fundar “Homero Manzi”, aunque podría decirse que sería lo económico, no es tan real, porque sé que otras actividades serían más lucrativas que tener un sitio como este. Pero cuando uno hace las cosas con amor, con cariño, con dedicación, creo que vale la pena el esfuerzo», afirmó Ocampo.
El Homero es un lugar no solo de encuentro de los amantes del tango sino de un amplio sector cultural, de artistas y académicos, y es un lugar de memoria, donde los abuelos van a escuchar su música y a recordar su juventud con aquellas melodías que los hicieron enamorar, pero también donde nuevas generaciones se vinculan con la cultura del tango.
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Gardel murió en Medellín en 1935 y muchos años después, uno de sus mayores admiradores, el argentino Leonardo Nieto vino a Medellín a recorrer los pasos de su artista favorito y se enamoró de la ciudad y de su espíritu tanguero. Cuenta la historia que en la carrera 45, emblemática vía que atraviesa el barrio Manrique, existían, en esa época, 200 bares y cafés de tango. Para Leonardo esto era el paraíso, compró una casa vieja y la convirtió en otro bar café para escuchar y bailar tangos, en honor al zorzal criollo y la nombró La Casa Gardeliana, lugar de la memoria que aún pervive como museo y centro cultural donado por su propietario a la ciudad.
El 15 de agosto de 1961, Leonardo Nieto fundó el Salón Versalles con la intención de traer un poco de la cultura argentina a Medellín y brindar a los antioqueños un lugar donde se puede acceder no solo a un café salón estilo bonaerense, sino a la cultura gastronómica del país del sur. Con el pasar de los años el sueño de don Leonardo se hizo realidad y la cultura del tango y las costumbres argentinas se hicieron más y más reconocidas en la ciudad, de esta modo el salón Versalles se convirtió en un icono de la ciudad, la casa gardeliana en un museo dedicado al tango y a Carlos Gardel, y el Festival internacional de tango en toda una institución en la ciudad.
Por el Salón Versalles han pasado un sinnúmero de personalidades de la literatura argentina como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato y otros de la comunidad literaria antioqueña como los nadaístas y entre ellos, su principal representante, Gonzalo Arango. También algunos del mundo del deporte, pues ha sido un lugar visitado por futbolistas argentinos, ciclistas y deportistas de las diferentes ligas antioqueñas. En el segundo piso de Versalles el escritor paisa Manuel Mejía Vallejo escribió su novela Aire de tango; los ciclistas “Cochise” Rodríguez y el “Ñato” Suárez eran personajes asiduos de este lugar de memoria.
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El Salón Málaga es un lugar representativo de la bohemia en la ciudad de Medellín, es de los pocos lugares que resisten el tiempo y las nuevas formas de sociabilidad en la ciudad. Se ha convertido en un punto de encuentro para propios y extraños; un lugar para los extranjeros que van en la tarde a tomar un café y a escuchar los tangos de la colección de Gustavo Arteaga, dueño del establecimiento. Las paredes están cubiertas por fotos de cantantes de otras épocas, y en su recinto también se conservan viejos instrumentos musicales, diferentes tipos de rockolas y radios que constituyen el legado de este lugar valioso para la memoria del centro de la ciudad. El Málaga, como dice su administrador Cesar Arteaga, hijo del dueño, “es un lugar que te transporta en el tiempo, que te lleva a la Medellín de los cincuenta, a la época dorada del tango en la ciudad; y, además, la colección de discos de mi papá es una de las mejores y más grandes del país”. La colección en su gran mayoría es de discos originales en 78 revoluciones y otros formatos de las diferentes épocas a las que ha sobrevivido el Málaga.
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Casas del barrio los Ángeles [3]
El inmueble tiene algunas líneas de la arquitectura republicana, aunque su forma es ecléctica, las columnas y la fachada están bien conservadas, es una casa del estilo de casonas de Prado, que se asemeja mucho a las que se diseñaron a principios y mediados de mitad del siglo xx; el espacio que ocupa es bastante amplio. Señala la comunidad que es importante observar detalles arquitectónicos como las molduras, las columnas y los acabados, porque no son coherentes con el resto del inmueble.
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«Tiene un estilo republicano. Consideramos que esta casa deberá ser declarada patrimonio por ser visualmente muy atractiva por su arquitectura, su diseño alusivo a su época». Es una casona grande con antejardín y tres patios donde funciona el Club de la Edad Dorada de Comfenalco, donde se ofrece una variada programación artística y cultural. El estado de la casa es óptimo y tiene incluso los pisos originales. Es un espacio ideal no solo para las personas de la tercera edad sino para la ciudad, en general.
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Este inmueble fue conocido como el Palacio de los Medina. En 1916, el arquitecto Tulio Medina, uno de los más importantes de la época, quien estudió en Liverpool, Inglaterra, construyó para su hermano Heliodoro Medina esta edificación de corte republicano. En 1919 ganó el concurso del Concejo de la ciudad a la fachada más bella, y en 1991 fue declarada bien de interés arquitectónico, cultural y urbanístico. En 1925 sirvió como locación a la película Bajo el cielo antioqueño. El valor que tiene esta casa, señala la comunidad, radica en todos los usos que ha tenido; uno de los lugares mejor conservados y que ha ayudado a la dinamización artística del barrio Los Ángeles.
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Casona de ladrillos y tres plantas con un enorme antejardín, varias puertas y sótano, donde funcionaba el templo de masones y la logia de José María Córdova; una mansión de estilo ecléctico que combina diferentes tipos de arquitectura.
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Contigua al Templo de los Masones, su arquitectura evoca otra época. Está bien preservada, tiene homogeneidad en su estética y tiene buen espacio. Es una mansión de estilo republicano con varios elementos de otros tipos de arquitectura: arcos y columnas que le brindan un valor característico, posee un gran antejardín y la entrada alta y en piedra. Para la comunidad es un lugar de la memoria, pues recuerdan a los dueños originales: Mario Restrepo y Alicia Arango, propietarios de Almacenes El Don.
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Su antejardín prominente y su amplio espacio arquitectónico hablan de muchas épocas. Tiene un buen mantenimiento y su arquitectura es en vanos planos. Tiene varios elementos que se han conservado como los pisos y detalles como la cabeza de un león sobre la entrada.
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Edificios Arquitectura Moderna [6]
Está ubicado en el centro histórico de la ciudad y hace parte de la arquitectura moderna de mediados del siglo xx. Se ubica en lo que se llamó la Calle del Codo. Allí funcionó el periódico liberal, El Correo. Se dice que en el sótano albergaban todas las máquinas de producción. En la memoria colectiva es recordado como el Portacomidas por asemejarse a uno de estos pequeños artefactos. En sus fachadas se conservan las placas de fundación del periódico El Espectador; pues allí estuvo ubicada la casa de Fidel Cano.
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Este inmueble se complementa con el edificio Cárdenas (Portacomidas) su valor estético y toda la valoración simbólica e histórica se relaciona directamente con este edificio, tienen una arquitectura similar y se ha destinado para oficinas y como lugares de esparcimiento, tales como bares y restaurantes.
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Cuando la Naviera dejó de operar en este lugar, el edificio pasó a ser el sitio destinado para el pago de impuestos y luego fue ocupado por la Fiscalía. El Departamento de Antioquia lo compró y pasó a llamarse Edificio Antioquia. En 2006, mediante acuerdo municipal, fue declarado bien de interés cultural de Medellín. Hoy, la Universidad de Antioquia lo tiene a su cargo. Es un edifico en forma de barco que está sobre la línea de la quebrada Santa Elena. Sus puertas y ventanas se asemejan a las de una embarcación.
La Compañía Naviera Colombiana se fundó en Medellín en 1920. Hacia 1946 se «encargó los planos de su sede a Ignacio Vieira, Federico Vásquez y Alberto Dothee, socios de la firma Vásquez y Dothee», como consta en la documentación. La edificación se ubicó en la esquina de la carrera Palacé con la avenida Primero de Mayo y sobresale por asemejarse a un barco. «Corresponde, más que a un estilo, a un momento de la arquitectura de Medellín que denominamos pre-moderno. Es decir, la arquitectura que se concibió entre 1920 y 1950. La construcción incorporó elementos del estilo Art Decó en la elaboración de su diseño interior. Con respecto a su forma, la concepción de la volumetría sinuosa de su envolvente, más que un propósito asociado a su estructura formal, es una clara y deliberada manifestación de su tremenda fuerza urbana» (Gómez, 2013).
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Es uno de los grandes rascacielos de Colombia, su diseño se asocia a la aguja de la máquina de coser por ser propiedad de una de las empresas textileras más importantes del país. Área construida: 42.000 mt2, 36 pisos, 3 sótanos, 150 parqueaderos, 9 ascensores. De acuerdo con las apreciaciones del historiador Luis Fernando Molina Londoño, la llegada de los rascacielos al país fue dada por la expansión económica del Estado, la industria, la banca y el crecimiento de la población; estas edificaciones «tenían el triple propósito de servir como indicador de poder económico de quienes las patrocinaban, producir el máximo beneficio financiero y crear marcas urbanas nuevas, aprovechando el elemento altura».
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Es un edificio esquinero de forma rectangular, que consta de once pisos y está conformado por un primer nivel comercial y diez de oficinas; al ubicarse en una esquina facilita el paso peatonal. Además, crea un paisaje gracias a su base que se ha utilizado con fines comerciales. Sus fachadas se componen de planos reticulados que sobresalen, definen y realzan la simetría del edificio. El remate es una cornisa en la que se lee el nombre del edificio en sus dos fachadas (Jaramillo Pérez, Mejía Rodríguez, Zuleta Carmona, 2014).
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Ubicado en la calle Colombia con Junín, es un edificio de diez pisos, con grandes detalles arquitectónicos como las ventanas y los balcones. Edificio esquinero que tiene un escudo en toda la esquina con las letras SAM y dos alas; una construcción de gran valor estético.
Tiene objetos decorativos de gran belleza como el escudo en la parte superior de la esquina, además de los materiales con los cuales fue construido, sus pisos y escalas, incluidos+D195 los ascensores, que están muy bien conservados.
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Edificio institucional, caracterizado por la simetría en piedra bogotana de su fachada. Fue en su momento la construcción más alta del Parque de Berrío. Entre 1989 y entre 1991 fue restaurado.
Es un edificio de gran belleza arquitectónica que tiene tres cuerpos que conservan simetría, forrados en piedra bogotana. Señala un participante del recorrido: “En su portada hay un cóndor, una escultura realizada con la técnica de fundición de bronce -cera perdida-. de Bernardo Vieco”.
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De arquitectura contemporánea. Libera el ancho y toma altura para generar un parque. Es una plataforma cultural para eventos de tipo académico, cultural y artístico, con muestras frecuentes de arte y talleres.
El Banco de la República estuvo ubicado por mucho tiempo en el edificio de la Bolsa de Valores y en la década de los setentas adquirió la manzana ubicada al costado sur de la Plaza de Berrío (entre calles Colombia a Ayacucho, y carreras Palacé y Bolívar). El diseño de la obra propicia la apropiación del espacio público y es un ejemplo de la arquitectura que utiliza la base para tratar de hacer juego con la plaza al tratarse de un edificio de pocos pisos. Se encuentra acompañado de la escultura Torso femenino, del maestro Fernando Botero, más conocida como “Gorda de Botero” y sus fuentes, que dinamizan el paisaje de esta zona del centro de Medellín (Banco de la República, 2000).
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El frente del edificio tiene una base de dos pisos con una cornisa delimitado por una serie de ventanales que sirven para aprovechar la luz. En los pisos siguientes resaltan las grandes columnas; uno de los materiales sobresalientes es la piedra bogotana (Jaramillo Pérez, Mejía Rodríguez, & Zuleta Carmona, 2014).
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Es un edificio de estilo moderno con ocho pisos de altura, el primer piso es de doble nivel, las puertas de ingreso son de bronce fundidas con grabados y motivos en alto relieve. El zócalo es recubierto en mármol. Los siete pisos restantes son enchapados en piedra bogotana; la fachada va con un conjunto de ventanas y en el centro hay unas franjas horizontales, de acuerdo con los pisos.
En su interior hay un mural del maestro Ignacio Gómez Jaramillo, realizado en 1965 y titulado Antioquia la Grande.
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Es un inmueble ubicado en el marco de la antigua Plaza de Berrío. Su modelo arquitectónico es similar a otros de la época caracterizados por tener una base amplia que sirve de centro comercial y una torre que se eleva trece pisos con sus correspondientes balcones. El inmueble se eleva en total dieciséis pisos. Además, tiene la particularidad de tener una terraza en el tercer nivel, la fachada es una superficie de balcones en concreto a modo de quiebrasoles, en un marco de piedra bogotana. Su interior es funcional con escaleras y ascensores en una área de servicio y amplias oficinas, con una gran iluminación natural. (Jaramillo Pérez, Mejía Rodríguez, & Zuleta Carmona, 2014).
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Antiguamente existió allí la primera casa de gobierno, más adelante se convirtió en una zona comercial y en la segunda mitad del siglo XX, en la sede del edificio de Coltabaco. El inmueble consta de diecisiete pisos de altura y una plataforma de dos pisos sobre el andén, el primer piso es de uso comercial y la torre se usa para oficinas.
Está ubicado en un lugar privilegiado en el Parque Berrio, y es uno de los vestigios del crecimiento industrial de la ciudad.
Su valor arquitectónico está en las formas de las ventanas, en la base de dos plantas -la primera, de una altura significativa-, por los detalles interiores como los ascensores, las escaleras, los pisos y los pasamanos.
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En este inmueble se localizó en primera instancia el Banco Central Hipotecario, sobre la avenida Colombia, un importante eje vehicular y peatonal que vincula el centro tradicional de la ciudad con los sectores oriental y occidental de la misma.
Es un edificio que se usó para oficinas, cuyc fachada se caracteriza por las ventanas amplias y los balcones. Años más tarde, el edificio fue vendido a Comfenalco y se convirtió en un eje de salud y educación del centro de Medellín hasta su posterior venta a particulares.
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Selección de Rutas
Bienes de interés cultural
Arquitectura Moderna La Candelaria [13]
Arquitectura Los Ángeles [6]
Cafés y Bares de La Candelaria [3]
Teatros de La Candelaria [5]
Teatro Pablo Tobón Uribe
Cra. 40 #51-24
Teatro
15 de mayo de 1985
Nombre del arquitecto
El Teatro Pablo Tobón Uribe es una sala de teatro de Medellín, Colombia, ubicado en la avenida La Playa. Ha sido uno de los más tradicionales escenarios de la ciudad, ofrece una variada programación durante todo el año, fue inaugurado el 2 de agosto de 1967, y es el que mejor acústica ofrece para presentaciones musicales y teatrales. El Teatro tiene capacidad para 883 personas distribuidas así: luneta 508, balcón 375, Balcón. Es el centro cultural del centro de Medellín.
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15 de mayo de 1985
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El Teatro Pablo Tobón Uribe es una sala de teatro de Medellín, Colombia, ubicado en la avenida La Playa. Ha sido uno de los más tradicionales escenarios de la ciudad, ofrece una variada programación durante todo el año, fue inaugurado el 2 de agosto de 1967, y es el que mejor acústica ofrece para presentaciones musicales y teatrales. El Teatro tiene capacidad para 883 personas distribuidas así: luneta 508, balcón 375, Balcón. Es el centro cultural del centro de Medellín.
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Sobre Nosotros
www.geo.patrimoniomedellin.gov.co es un aplicativo web que pone a nuestro alcance, literalmente a un clic, parte del patrimonio cultural de la ciudad.
En una etapa inicial, y con motivo del mes del patrimonio, la Secretaría de Cultura Ciudadana pone a disposición una herramienta digital que permite localizar 176 esculturas situadas en el espacio público; así como algunos bienes, lugares y rutas de la comuna 10 (La Candelaria).
Se trata de un primer paso por referenciar y visibilizar el innumerable patrimonio cultural de la ciudad, que por ejemplo, en materia de esculturas asciende a casi 500 obras. La forma en la cual ha sido desarrollado el aplicativo, permitirá permanentes actualizaciones y nuevas vinculaciones temáticas.
El objetivo central de esta iniciativa es facilitar el conocimiento, el goce, el disfrute y la expresión de los ciudadanos, al propiciar nuevas miradas sobre aquello que constituye el patrimonio cultural de Medellín.
Teatro Pablo Tobón Uribe
Teatro 1
Teatro 2
Teatro 3
Teatro 4
Teatro 5
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